domingo, 24 de febrero de 2013

Los buses de Cali

Por Daniella Trujillo


Fecha de creación: Feb 7 2012
Fotógrafo(a): Natalia López

Propiedades de la imagen:
Dimensiones: 3648 x 2736 píxeles
Tamaño: 2,06 MB
Resolución horizontal: 72 ppp
Resolución vertical: 72 ppp
Profunfidad en bits: 24
Número de cuadrados: 1

Propiedades de la cámara:
Flash utilizado: No
Longitud focal: 6,8 mm
Abertura relativa: F/3,7
Tiempo de exposición 1/80 seg.
Modo de medición: Trama
Compensación de exposición: 0

Descripción: Los buses de Cali. No los llamaré de otra forma. Ellos van a ser mi objeto de investigación en esta ocasión. No me refiero a los buses del MIO, ni a sus expresos o alimentadores. Me refiero a esa Ermita, a esa Coomoepal o ese Papagayo que como buenos o malos caleños los hemos visto y/o utilizado en el navegar de nuestras vidas. Esos buses que ya no son tan numerosos, esos buses que lo dejan a uno oliendo todo el día a “exosto” porque arrancan apenas el piecito toca pavimento, y no dan tiempo ni de respirar otra cosa que no sea el delicioso gas de ese bien llamado “tubo de escape”.

La foto que pueden observar es de Natalia López. La hora en que fue tomada: 9:35AM. Se sube a un “Papagayo 7”, con el afán de llevar a cabo un proyecto. Digamos que en ese momento estaba interesada en eso que ahora a mí me interesa, en otras palabras: estaba subida en un “Papagayo 7” a las 9:35AM porque deseaba indagar sobre las dinámicas espaciales que toman lugar en los buses urbanos-tradicionales- de la ciudad de Cali. Su herramienta la cámara y la mirada de quien sabe lo que mira y desde dónde lo mira.

Aquí se enfoca en algo muy específico: el campo espacial donde el conductor desarrolla sus funciones principales. Diría que el manejar el bus y cobrarle a sus pasajeros podrían ser denominadas sus labores principales. Y es entonces como añadiría que el asiento, el timón, la palanca de cambios, los pedales y la caja monedera se convierten en los objetos que le permiten desarrollar ese accionar tan específico, esa labor tan particular que es la de llevarnos de un lado a otro por la valiosa suma de $1.600 pesos (sí, subió 100 pesos para aquellos afortunados dueños de automóviles que no se suben a estas cautivadoras piezas de transporte colectivo).

Finalmente, no puedo dejar pasar algo. La bola de billar. La bola roja que viene acoplada a la palanca de cambios. Ese objeto tan personalizado y característico de este tipo de espacialidades. La bola de billar encaja en este espacio y no en otro como el del MIO. La bola de billar desde mi perspectiva, es un ejemplo de una oportunidad, una manera, un modo en el que las subjetividades y las prácticas de estos conductores tienen lugar en una espacialidad particular: la del bus.

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