jueves, 6 de octubre de 2016

Carta a mi hermana en el pos-plebiscito

Por Luis Fernando Barón.

Animado por algunos amigos y colegas cercanos, les comparto esta carta que escribí a mi hermana en su cumpleaños ayer. En la carta recojo algunos de mis sentimientos y pensamientos sobre lo que ha pasado en estos días en Colombia, un par de posibles escenarios y algunas acciones que podemos tomar el corto, mediano y largo plazo para ver como ayudamos a salir de la delicada situación en la que estamos los colombianos.

Querida Titi,

De corazón hubiese querido que en el día de tu cumpleaños el panorama de Colombia no se viera tan gris. Y digo gris, no por los caprichos de la tristeza, el dolor, e incluso la rabia, por las que, por supuesto, he pasado en estos días, sino como un ejercicio de realidad académica y política.

Con el resultado del domingo es claro que tenemos un 63% de los ciudadanos habilitados para votar que no lo hicieron. Un porcentaje de abstención que resulta consistente con el promedio histórico del país. Y la verdad en Colombia no sabemos por qué este grupo tan grande de colombianos ha delegado su participación y su voto a un porcentaje menor de la ciudadanía. Los datos del domingo también indican que el 37% que votó en el Plebiscito está profundamente divido y polarizado. Esto último se hace evidente tanto en las discusiones entre los “representantes” del sí y el no en escenarios públicos, como en lo que ha sucedido en los debates y discusiones entre familiares y amigos, del que nuestra familia no ha sido la excepción.

Con la victoria del No, por supuesto estamos enfrentando unos nuevos desafíos, que sí se le hace caso a la historia, nos podrán llevar, en el mejor de los escenarios, a un nuevo acuerdo en algunos meses, quizá un par años, y ojalá no, en otras décadas. Acuerdos que tendrán que pasar (1) por la clarificación y consenso entre las muy variadas posiciones y personalidades del No, (2) por las discusión de las propuestas de ajustes del No con el Gobierno, mientras el gobierno sea este gobierno, y luego, (3) por la discusión y renegociación con las FARC. Todo esto en medio de un frágil y delicado Cese al Fuego, que parece ser uno de los puntos del Acuerdo que más gusta a todos los adversarios. Sí esto sucede, como se ha dicho, principalmente por líderes del No, tendremos un mejor y más sólido acuerdo y de paso una nueva oportunidad para el desarrollo social, cultural, político y económico para el país.

En el peor de los escenarios, los resultados del Plebiscito nos podrían llevar al retorno de las FARC al conflicto armado, para volver a sumarse a las demás guerras que todavía tenemos con otras organizaciones y actividades ilegales. Indudablemente, serán nuevas confrontaciones, que considerarán los fracasos y decepciones del intento de negociación realizado, pero en cualquiera de los casos, sí nuevamente escuchamos la historia, seguirán siendo los pobres y excluidos de las periferias (rurales y urbanas) del país quienes sigan soportando los mayores costos humanos, materiales y espirituales de las violencias. Me refiero aquí principalmente, según dicen los estudios académicos, a campesinos, indígenas, afrocolombianos, sindicalistas, estudiantes, defensores de derechos humanos y líderes sociales. Sí esto sucede, los jóvenes, hombres mayoritariamente, irán a reforzar los ejércitos y negocios de todos los bandos, y las mujeres y los niños pagarán los mayores costos de los efectos de la guerra

Esta situación, aunque crítica y dura, no debe desilusionarnos. Nos debe llevar, como dice Pacho de Roux, a sacar a flote lo más sólido y profundo de nuestro ser humano. Lo anterior demanda mucho más trabajo, formación y pedagogía que nos ayuden, y ayuden a otros a despolarizar las discusiones y debates en el país; a bajar las tendencias a resolver los conflictos por las vías privadas y violentas, y aprender a ser ciudadanos de una sociedad plural, diversa, pero todavía muy afectada por las heridas y miedos de todas las violencias.

Creo que mujeres como tú, que valiente y comprometidamente apuestan por una vida y unas condiciones dignas para los niños, niñas y jóvenes del país, no deben dejar de lado una pedagogía para la paz, que incluya la comprensión más profunda, más objetiva y menos apasionada de los conflictos y violencias de Colombia. De igual manera te pido que sigas trabajando por la equidad y la igualdad de todos, pues las mayorías de los colombianos aún viven en la pobreza, y más de 5 millones de ellos están en la miseria, o han sido despojados o forzados a salir de sus tierras y territorios por guerreros y actividades tanto ilegales como legales.

Titi, creo además que este es un buen momento para juntarnos y exigirles a los líderes políticos y sociales de Colombia grandeza y responsabilidad histórica (que la verdad han mostrado muy poca en los últimos días), y pedir un urgente acuerdo político plural, sensato y realista para ver si se puede salvar lo avanzado. De igual manera es importante expresar, movilizarnos y trabajar por una paz con justicia, equidad y respeto por la diversidad, así como por una democracia más participativa, que representativa. Es también un buen tiempo para dar muestras de reconocimiento y solidaridad con aquellos que han sido más afectados por las violencias del país, y para buscar salir de este nuevo agujero negro en el que nosotros mismos nos hemos metido.

P.S. Hace unas horas supimos que al presidente Santos le fue otorgado el Nobel de Paz de 2016. Poco después empezaron cantidades de declaraciones e interpretaciones públicas sobre su significado. En un ejercicio de realismo académico y político, pienso que esto significa que expertos y analistas internacionales de las más altas calidades intelectuales consideran que la negociación que ha liderado el presidente con las FARC no es algo tan “descocado” ni atenta contra principios y acciones democráticas, políticas, económicas y sociales, como lo perciben muchas personas dentro de Colombia.

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