viernes, 23 de septiembre de 2016

Lo lindo de mentir

Por Mary Dagua.

En el prólogo del ensayo “La verdad de las mentiras” el escritor peruano Mario Vargas Llosa nos cuenta desde su perspectiva, conocimientos y trayectoria porque cree firmemente que en las novelas se miente, pero dejando en claro que esa es tan solo una parte de la historia, porque al mentir, expresan una curiosa verdad. Pero realmente en la literatura no se dice que se miente, el término valido es “ficción” y esta es debido a la inconformidad de los seres humanos con nuestro entorno, queremos poder ser o hacer algo en la vida, no lo vemos hecho, entonces lo escribimos. El autor de “la cuidad y los perros” nos da como ejemplo muchas obras que han surgido a lo largo de la historia literaria, entre esas su obra.

Con todo y trayectoria encima suyo, el Premio Nobel de Literatura por fin nos responde esa pregunta tan cautivadora ¿lo que escribes es “verdad”?

A lo largo de “la verdad de las mentiras” Vargas llosa nos cuenta de una manera muy convincente porque aunque sus obras en muchos casos estén basadas en sus vivencias, el miente. Y es que tan solo empezando este ensayo nos da como ejemplo “la ciudad y los perros” una de sus obras más aclamadas, contándonos que incluso quemaron el libro acusándolo de calumnioso, no nos niega que tiene algo de verdad y anecdótico; pero también se deja en claro que no quería plasmar fielmente una historia. Al poner su obra como ejemplo al inicio es una buena jugada por parte del autor, ya que sentimos esa confianza en lo que nos está diciendo, podemos de entrada saber el tema del cual se va a hablar y como los ejemplos nos clarifican dicho tema, además de esto nos da un ejemplo aún más claro al mencionar al francés Restif de la Bretonne y sus novelas costumbristas del siglo XVII pero se nos resalta que hay algo aunque mínimo, diferente, la belleza de sus pies. Y es que claro, teniendo en cuenta que el autor francés era un fetichista del calzado femenino es apenas concebible que en sus obras se vieran plasmados los pies. Pero queda la duda ¿es posible que si Restif no hubiese sido fetichista sus obras serian “verdad”? y es que es una mala jugada por parte de Llosa, después de darnos como ejemplo su obra, ahora irse a tiempos más lejanos es bueno, pero darnos como ejemplo a un hombre que tergiverso sus “novelitas” (7) es algo muy arriesgado para esa credibilidad que ya teníamos en este ensayo. Es claro, por supuesto, que no va de la mano totalmente con la realidad, pero lo que logra eso es un fetichismo y no un deseo de no seguir la historia en la cual está basada, si es que hay una.

Lo que se perdió anteriormente se recupera muy rápido, Alejo Carpentier, Beckett y Faulkner son los elegidos por Llosa para su próximo ejemplo, y es que tienen en común que sus obras son tergiversadas mediante el tiempo en el cual ocurren, “viaje a la semilla” A. Carpentier es un ejemplo muy claro al empezar con la muerte de un anciano y terminar con su gestación (9) y es que esto me recuerda a Scott Fitzgerald y su libro “el curioso caso de Benjamín Button” porque aunque el cambio en el tiempo sucede debido a una enfermedad del protagonista y no por un cambio en el tiempo, se asemeja bastante con el hecho de querer darle un cambio muy notorio a la historia, quizá verdadera, en ese amor entre Button y Daisy. Y a partir de esto nos queda aún más claro que los grandes literatos a lo largo de la historia han mentido, pero a diferencia de las mentiras comunes que nos enfurecen y decepcionan estas no lo hacen, porque surgen obras tan maravillosas que ¿Quién podría molestarse?

“Toda buena novela dice la verdad y toda mala novela miente. Porque “decir la verdad” para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y “mentir” ser incapaz de lograr esa superchería”. (10) tiene mucha razón Vargas Llosa al mencionar esto y es que ¿quién no ha sentido a los Pevenci en “las crónicas de Narnia” de C. S. Lewis tan parte de su familia como a su propio primo o hermano? Bueno, aunque esto también depende del lector y es algo que Llosa no deja muy en claro a lo largo de su ensayo, porque si uno es un mal lector, o uno por moda, o por simple “desocupe” dudo mucho, o dudo todo, que logre sentir esa verdad en semejante mundo de mentiras.

"los hombres no están contentos con su suerte y casi todos -ricos o pobres, geniales o mediocres, celebres u oscuros- quisieran una vida distinta de la que viven" (6) tiene razón en eso de que los hombres siempre queremos algo más de la vida, jamás lo tendremos todo, y en la literatura nos perdemos en ese mundo de fantasía que queremos, pero también es cierto que la literatura no siempre narra maravillosos mundos, lugares hermosos, donde somos felices, o donde al final se logra lo que se quería, entonces esa literatura ficcional no entraría en el campo de lo que Llosa nos quiere hacer saber, y es que si como hombres queremos algo mejor sería absurdo escribir para perdernos, para ser felices, pero hacerlo en un mundo macabro, donde el final no era el esperado y la felicidad no se ve completada. Como ejemplo de esto tenemos "Santuario" de William Faulkner o perfectamente entraría la magnífica novela basada en la Batalla de Waterloo, con final inesperado incluido, pero perfectamente ficcional en muchos rasgos de la misma "los miserables" de Víctor Hugo.

En conclusión nos queda que el ensayo del peruano está muy bien desarrollado en cuanto a porque las novelas mienten; como la ficción es un género magnifico; pero que no cualquiera puede desarrollar con perfección. Pero por otro lado tiene falencias en cuanto a sus ejemplos y personalmente me quedan dudas respecto a su planteamiento.

Bibliografía
VAEGAS LLOSA, M. (1990) “prólogo” en La verdad de las mentiras. Seix Barral: Barcelona

miércoles, 21 de septiembre de 2016

El reto: la capacidad del Estado

Por Sebastián Acosta Zapata.

Tal y como parecen indicar las encuestas, sondeos de opinión y el fervor de jóvenes, mujeres, madres, hombres, indígenas, afro descendientes, campesinos y demás, el 2 de octubre va a ser una fecha histórica para la política y la sociedad colombiana, se van a refrendar los acuerdos logrados entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP, con toda convicción vamos a votar SÍ. Los colombianos revestiremos de legitimidad esa negociación y nadie podrá, después, quitárnosla de las manos.

No obstante hay muchísimos retos, uno de ellos es la capacidad institucional del Estado colombiano. Éste ha sido un país que no ha podido responder de forma clara, oportuna y precisa a los fenómenos y necesidades de su población. No pudo responderle a los campesinos de Caldas y Tolima hace 52 años y se formó la guerrilla de FARC-EP; no pudo defender a los ganaderos y terratenientes del Urabá Antioqueño de esa guerrilla y se formaron los paramilitares; no pudo controlar amplias extensiones de tierra, ni sus fronteras y nacieron los narcotraficantes. Entonces, la historia reciente de Colombia, para no irme tan atrás, ha sido de debilidad institucional.

Por eso, el Estado que viene y que debemos construir entre todos porque el “Estado somos todos”, debe ser un ente político capaz de defender y proteger a los que están amenazados, ser capaz de ampliar la democracia sin que sea un riesgo pensar diferente, invertir en el campo con proyectos ambiciosos como lo son el mejoramiento de vías terciarias, la tecnificación de las siembras, el catastro rural, y las garantías de no repetición de este conflicto. Además debe mirar los grandes cinturones de miseria en las ciudades y responderle a tiempo a la desigualdad, la pobreza, la inseguridad y la violencia urbana.

EL 2 de octubre es el comienzo de la construcción de un país que no se ha logrado definir ni descubrir. Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla son muy diferentes a Bojayá, Buenaventura, Toribio, El Salado, Mapiripán, entre otros tantos municipios que han sufrido este conflicto armado que se pretende parar. Y el objetivo del Estado es hacer buena presencia en el último grupo de estas poblaciones mencionadas, lograr que todos los colombianos nos identifiquemos como una nación, más allá de los partidos de la Selección de Fútbol.

El Estado debe garantizar democracia, salud, educación, seguridad y empleo a los que el mercado ha olvidado. Y eso es un proyecto a largo plazo. El país se debe fortalecer en lo político y administrativo, y mirar el post-conflicto o post-acuerdo como una oportunidad para creer que ser colombiano significa algo más que violencia, droga, narcotráfico, guerrilla, autodefensa y corrupción.

Y para terminar es necesario tratar el punto, tal vez el más preocupante, de la corrupción. El Estado Colombiano del futuro no puede permitir que sus jóvenes se sigan matando en peleas de pandillas en las barriadas informales de las ciudades porque la asistencia social, la salud, la educación y la posibilidad de tener empleos dignos se la robaron unos pocos. En el futuro ni los niños y niñas de La Guajira y el Chocó se pueden seguir muriendo de hambre porque hay politiqueros que usan el ICBF como un fortín electoral y una caja menor. Y Colombia en el futuro debe tener unas instituciones fuertes y blindadas frente a los vínculos que puedan existir con la delincuencia y la criminalidad, no pueden haber alianzas nefastas entre miembros de la fuerza pública y traficantes –de lo que sea–.

Luego del 2 de octubre el próximo enemigo que hay que derrotar es la corrupción que genera pobreza, desigualdad, violencia e inseguridad.

martes, 20 de septiembre de 2016

La lectura como un acto de amor

Por Mary Dagua.

¿Qué es la lectura? Esa es la pregunta que muchos de los que leemos nos hacemos. Ahora yo responderé desde mi punto de vista, desde como lo siento y como lo vivo. Soy estudiante de licenciatura en literatura y por ello debo leer muchos textos semanalmente, algunos muy a mi estilo y otros no tanto, pero todos son textos que me dejan algo en que pensar, una reflexión, un aprendizaje, algo nuevo; y creo sobre todas las cosas que leer es eso, aprender, reflexionar y crear, pero también es amor. Y he aquí donde empieza la cuestión, el fin de este texto, y es que para muchos leer es una necesidad, para otros una simple cuestión de obligación, pero para esta humilde lectora, de libros baratos (económicamente hablando), esos que no voy a buscar a las librerías porque sé que sería una tortura total, ya que su precio es inalcanzable para mí, para esta lectora es un acto puramente de amor, de verlo en la estantería o en el piso de un mercado, leer su título, sonreír y decir ¡caray, yo tengo que leer esto!.

Y es que primero hay que saber que es el amor. Y según google es: “Sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa a la que se le desea todo lo bueno.” Concuerdo por supuesto, porque amamos a ese objeto como parte fundamental de nuestra vida, como un algo que debemos proteger de la lluvia, de ese gato inquieto, de ese perro mordelón, de esa mamá que todo lo que no ve en su puesto lo bota. Para ser mejor entendida, más útil no podría ser citar a un reconocido escritor como lo es Daniel Pennac; quien nos dice en su libro “Como una novela” (2004) que el leer es un hecho, si bien no puramente, pero si necesariamente de amor.

“Si, como se dice, mi hijo, mi hija, los jóvenes no aman la lectura -y el verbo es exacto, se trata precisamente de una herida de amor-, no hay que incriminar ni a la televisión, ni a la modernidad, ni a la escuela.”

A lo largo de mi vida he leído una buena cantidad de libros, textos, ensayos, reseñas y demás, con esto estoy convencida de que leer y amar, van totalmente de la mano. No puede uno convivir sin el otro, personalmente, no puedo leer un libro sino lo amo, por eso siempre investigo que es lo que “me mandan” a leer de la universidad, para enamorarme del autor, del tema, de las letras que voy a consumir. Ya para el final diré que espero encontrar aún más letras de las cuales enamorarme, casarme con ellas y tener una vida plena, sabiendo que ninguna de las cosas que he leído será olvidada.

Bibliografía
PENNAC, D. (2004). Como una novela. Norma: Bogotá, Colombia.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Papá, sé que el triunfo del SÍ no me permitirá retroceder al pasado y darte los abrazos que nunca te dí

Columnista José Jairo Jaramillo | @josejairojarami
Integrante de la Organización de Jóvenes Liberales del Valle

Escribo esto faltando 15 días para, el que estoy seguro será, el día más importante, políticamente hablando, de mi generación. Los ciudadanos de Colombia hemos sido convocados para el 2 de octubre, por el Presidente de la República, a un plebiscito donde se decidirá si se aprueba, o no, el acuerdo alcanzado con la guerrilla de las Farc. Y mi voto será por el SÍ.

Como miles de familias colombianas, la mía no estuvo exenta de la violencia. Cuando apenas tenía 3 meses de nacido, a sus 33 años, mi padre murió a manos de la guerrilla. Por supuesto, no sufrí su muerte pues era muy pequeño y no tenia si quiera conciencia de mi propia existencia; no obstante, sí sentí su ausencia, incluso hoy a mis 26 años ese vacío se vive.

Apoyo el SI, no solo porque creo que los acuerdos alcanzados con las Farc están dentro del marco de la sensatez, porque nos permitirán como sociedad crear un nuevo escenario para pensarnos a Colombia (piensen cuantos Presidentes se han elegido por el tema de la lucha contra las Farc, mientras otros países eligen a sus líderes por temas como educación, salud, generación de puestos de trabajo y distribución de riqueza, etc.) sino porque creo que terminar el conflicto que produjo tantas víctimas es el mayor reconocimiento y honra a la memoria de todos aquellos que murieron en él ...como mi padre.

No soy tan ingenuo para pensar que si gana el SÍ, este país será un paraíso terrenal, pero tengo la absoluta convicción de que un triunfo del SÍ es por mucho más conveniente que un triunfo de su opuesto... Colombia lleva 52 años diciendo NO, y ahí están mas de 230.000 muertos, 5 millones de desplazados y más de 230 billones de pesos gastados en guerra para recordárnoslo.

Papá, sé que el triunfo del SÍ no me permitirá retroceder al pasado y darte los abrazos que nunca te di, escuchar los consejos que nunca llegaron, oír tus palabras de orgullo por mis triunfos, jugar fútbol como lo hacen sus padres con los hijos en las películas, o volárnosle a mi mamá para compartir una tarde juntos. Pero si la sociedad colombiana le da una oportunidad a la paz, tendré la tranquilidad de que en el futuro mas niños no vivirán lo que a mí me toco vivir por causa de la existencia de la guerra, y eso sin duda es un gran avance.

Papá... te llevo en mi carácter y mi nombre, y por tu memoria y la imagen, que he construido de ti a través del relato, yo digo SÍ a una Colombia más "normal", a una Colombia que use sus recursos en escuelas, hospitales, escenarios deportivos y no en helicópteros o bombas. En una Colombia donde no estemos condenados a ver en el noticiero del medio día la novedad que nos trae el conflicto, en una Colombia que con todos sus problemas, se dé a la tarea de abrir tras 52 años la puerta de la paz... para que a partir de ahí construir un país mucho mejor del que hoy tenemos, y algún día contarle a esos nietos, que como yo no te conocerán, que mi generación le puso fin a la guerra en nuestro país.

martes, 13 de septiembre de 2016

La historia no se puede repetir

Por Sebastián Acosta Zapata.

Nuestra guerra, porque lo que hemos tenido durante décadas es una guerra de “baja intensidad y larga duración” -según la literatura de los conflictos y paz- llamada conflicto interno armado, no es nueva y se pueden rastrear puntos neurálgicos en la historia de Colombia en los que casi se acabó la violencia política.

En tan solo medio siglo hemos asistido a dos intentos muy importantes de solucionar el conflicto armado por medios políticos y a través de las negociaciones entre el gobierno nacional y los grupos insurgentes al margen de la ley.

El primero de ellos fue la Ley de Amnistía promulgada en 1953 por el presidente de la República de ese entonces, el General Gustavo Rojas Pinilla, hacia las Guerrillas Liberales conformadas en todo el país con principal presencia en el Tolima, Huila y los llanos orientales. José Guadalupe Salcedo, Jorge Enrique González, Humberto Paredes, Dumar Aljure, Rafael Calderón, Marco A. Torres, José Raúl Mogollón, entre otros, firmaron el documento que “deponía las armas de forma honrosa” ante el Estado colombiano. Entre las filas de estas guerrillas liberales había un hombre que aparecería en los libros del conflicto y la violencia del país, Pedro Antonio Marín Rodríguez, alias Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo. Los acuerdos entre estas guerrillas y el Gobierno nacional se respetaron en alguna medida hasta 1957 cuando ya Rojas Pinilla no era presidente y asesinaron al comandante más notorio de este movimiento en otrora guerrillero, Guadalupe Salcedo. Así inició la espiral de asesinatos contra exguerrilleros, por parte de agentes del Estado y grupos vengativos.

Ante este panorama, varios exguerrilleros, entre ellos Tirofijo y Jacobo Arenas, se devolvieron al monte a seguir con la lucha armada, con la guerra. Y en 1964 fundaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo -FARC-EP-. Combatieron sin tregua con el Estado hasta 1982 cuando Belisario Betancur entabló negociaciones de paz con las FARC. Producto de ese proceso surgieron los Acuerdos de La Uribe que procuraban una tregua de un año con posibilidad de ser definitiva. Esos acuerdos lograron también la creación del partido político Unión Patriótica -UP-. Las FARC no se desmovilizaron como organización, pero varios de sus miembros cambiaron la lucha armada por la política.

El segundo caso, más reciente y relacionado con el anterior es el vinculado con el Movimiento 19 de Abril -M-19-. Este movimiento guerrillero surge por la exigencia de más democracia. El Frente Nacional, o sea, la oligarquía partidista, liberal y conservadora, había cooptado al Estado impidiendo que otras fuerzas políticas se concretaran. Y el hecho cumbre fue el manejo fraudulento que le dieron a las elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970. El virtual ganador era Gustavo Rojas Pinilla, líder de la Alianza Nacional Popular -ANAPO- un movimiento donde convergían diferentes posturas políticas, no obstante fue declarado presidente Misael Pastrana Borrero (padre de Andrés Pastrana Arango, quien después desarrollaría una negociación fracasada con las FARC a finales de los 90). Esto motivó a que sectores de la izquierda, intelectuales, clase media se organizaran en una “democracia en armas”. El M-19 a diferencia de las FARC, era un grupo urbano y llevó a cabo acciones de mayor impacto tanto simbólicas, como el hurto de la Espada de Bolívar, como bélicas al tomarse el Palacio de Justicia en noviembre de 1985.

Por múltiples factores (narcotráfico, descrédito del Estado, violencia exacerbada, etc.), se desarrolló un proceso de paz entre el gobierno de Virgilio Barco y el M-19 cuyo epicentro fue en Santo Domingo, Cauca. Que dejaría una imagen imborrable en los colombianos, aquella que muestra al comandante máximo de esa guerrilla, Carlos Pizarro León-Gómez, envolviendo su revólver en una pequeña bandera de Colombia. Luego de ese año memorable de 1989, no solo para Colombia sino también para el mundo, la agitación política llegó a un punto álgido, se convocó entre 1990 y 1991 a una Asamblea Nacional Constituyente y a mediados de 1991 se firmó la Constitución Política de Colombia.

No obstante, en medio de estos dos acontecimientos mataron, miembros del Estado en representación del Departamento Administrativo de Seguridad -D.A.S.- en concordancia con los paramilitares, a cuatro candidatos a la presidencia: Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Carlos Pizarro León-Gómez y Luis Carlos Galán. Lastimosamente estos cuatro hombres, miembros de sectores socialdemócratas, de izquierda y representantes de la Unión Patriótica (los dos primeros), del Movimiento Alianza Democrática M-19 y del Partido Liberal Colombiano, respectivamente, hicieron parte de un plan sistemático de extermino de agentes del Estado, paramilitares y sectores de la extrema derecha contra miembros de la izquierda o figuras de la socialdemocracia. Se calcula que entre 1985 y 1995 fueron asesinados entre 3.000 y 5.000 miembros de la Unión Patriótica. Se cometió un genocidio por razones políticas, hasta ahora único en el mundo. Muchos de los asesinados habían pertenecido a grupos subversivos.

No podemos permitir que la historia se repita. Ahora, más que nunca, vale la máxima “El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. No se puede repetir el asesinato de hombres y mujeres que quieren dejar la guerra. En una nación con una historia tan violenta y bélica como Colombia, incitar a la resistencia civil desde la derecha puede representar otro exterminio, como el de finales de los 50 o el de los 80 y 90, de los excombatientes, de los líderes sociales, de los líderes y defensores de derechos humanos, de líderes de base… y más cuando las fuerzas armadas paramilitares siguen vigentes y todavía hay reductos en el Estado que pueden vincularse con estas fuerzas armadas para eliminar la oposición política e ideológica. No es necesario dar la orden expresa para que se cometa una barbarie, solo basta con un gesto, con una señal, con un par de palabras: “resistencia civil”, y los violentos sobreentienden que se está incitando a la eliminación física del otro.

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