miércoles, 6 de septiembre de 2017

Principios de la teoría realista de la política internacional. Una reflexión de la obra de Morgenthau

Por Cecilia Restrepo Neira.
Estudiante de la Maestría en Estudios Sociales y Políticos de la Universidad Icesi

En el presente texto, realizo una descripción de los 6 principios que plantea el texto de Morgenthau (1986) Política entre las naciones: la lucha por el poder y la paz, acerca de la teoría realista. Posteriormente, identifico cómo se puede establecer una reciprocidad con algunos aspectos, respecto al planteamiento del texto de Celestino Arenal (1981) La génesis de las relaciones internacionales como disciplina científica.

Es importante destacar que Morgenthau es reconocido como el fundador de la escuela realista en las Relaciones Internacionales a mediados del siglo XX. En su texto, se hace evidente su pensamiento respecto a una política internacional basada en el poder, relaciones de tensión entre Estados, y si se quiere, entre individuos corriendo, con el riesgo que se solapen intereses personales, aludiendo así a una concepción de moral universal.

A continuación, se describen los 6 principios planteados desde la teoría realista de la política internacional:

1. La Racionalidad y la universalidad de las leyes: el realismo político supone que la política, al igual que la sociedad, debe obedecer a leyes objetivas que prevalecen en la naturaleza humana. De acuerdo a este principio, en términos de la política, es necesario separar la verdad de la opinión y es importante tener en cuenta que verificar los hechos no es suficiente para comprobar la realidad de los mismos y sus consecuencias. De esta manera, los hechos de la teoría internacional cobran sentido teórico.

2. El poder como un rasgo fundamental del concepto de interés: el interés definido en términos de poder, traza un camino para la política internacional e infunde un orden a la esencia de la misma. En este principio se hace evidente la articulación entre los hechos y la razón, haciendo énfasis en lo racional, en lo objetivo y no en lo emocional. Es decir, debe haber una distinción entre los intereses personales y el deber oficial de la política siguiendo la pretensión de distinguir entre la política y el político.

3. El interés en el poder como categoría: se legitima que el realismo asume el concepto de poder como elemento fundamental del concepto de interés, y entiende que este concepto es válido universalmente como categoría objetiva.

4. Tensión entre la moral y la política: el realismo político manifiesta tener conciencia de los preceptos morales que se encuentran en la acción política, y la tensión que se presenta entre éstos y la eficacia de la acción política. El juicio que se establezca de la acción política debe hacerse desde la mirada de una moral universal a la luz de los principios morales universales, puesto que un individuo puede exigir justicia, aunque el mundo perezca como lo indica el aforismo usado en el texto, y cada uno tiene una idea de lo implica dicha exigencia. Sin embargo, el Estado no tiene derecho a decir lo mismo, en nombre de quienes tiene bajo su cuenta. Un individuo puede sacrificarse así mismo, pero el Estado no puede interferir en la acción política de esta manera, por tanto, el realismo político considera la prudencia como la suprema virtud en política, puesto que le permite reconocer que no tiene el control total y debe llegar a acuerdos para mantener o alcanzar el poder.

5. Las ideas morales: en este principio, el realismo político se niega a dar un valor excelso a las pretensiones morales de una nación. Es decir, que no justifica que en nombre de la moral o de ideales morales, se ejecuten destrucciones de naciones y civilizaciones, y en este sentido establece una diferencia entre verdad y opinión, asimismo, como discrimina entre verdad e idolatría. Este principio destaca nuevamente la importancia del interés en términos de poder, como el concepto que nos pone a salvo de los excesos de la moral.

6. La autonomía: de este principio, es posible destacar 4 aspectos que, a mi juicio, son relevantes:

6.1. La concepción pluralista del realismo político: el realismo político reconoce al hombre como un sujeto económico, político, moral y religioso que converge en uno mismo como la combinación de diversas proyecciones humanas. Puesto que no tendría sentido un hombre que solo se encaminará hacia una proyección, el autor menciona que, por ejemplo, un hombre con una solo proyección política sería como una bestia, porque carecería de la proyección moral y no sería posible que tuviera control sobre su comportamiento.

6.2. La defensa por la autonomía: el realismo político mantiene la autonomía de su esfera política, pensando en el interés desde la concepción del poder.

6.3. La aceptación de la divergencia de pensamiento: acepta la existencia de otros parámetros de pensamiento diferentes a los parámetros políticos; sin embargo, tiene claro que no someterá dichos parámetros a los políticos.

6.4. El distanciamiento del realismo político de la aproximación legalista-moralista a la política internacional: el realismo político se aleja de otras escuelas de pensamiento, cuando propone una imposición de sus parámetros de pensamiento sobre la esfera política.

Cabe mencionar que el texto de Arenal y el texto de Morgenthau, convergen en un debate importante acerca de las relaciones de poder establecidas por los Estados, en la búsqueda de un equilibrio entre los extremos, representados en los conceptos claves: la guerra y la paz. Lo que en suma, genera una serie de conflictos y tensiones de todo tipo. Dicho equilibrio de poder, se convierte entonces en un actor fundamental de las relaciones internacionales, lo que implica que entre más grande y fuerte es el Estado mayor será su protagonismo. Las formas de posicionar el poder pueden adoptar un performance de violencia ocasionando guerras o también puede tomar vías diplomáticas. Es decir, la presencia de las negociaciones, acuerdos, entre otros, en búsqueda de (re)establecer un equilibrio, generando condiciones de paz, seguridad y orden, ya que la guerra amenazaría dicho equilibrio.

Por otra parte, para la comprensión de las dinámicas sociales del contexto internacional, es importante desde la perspectiva de las Relaciones Internacionales como una disciplina en interacción con otras áreas de conocimiento. En este sentido, desde el principio de autonomía, Morgenthau plantea la aceptación de la existencia de otras formas de pensamiento, lo que fortalece a las relaciones internacionales en su carácter científico y como una disciplina autónoma.

En este mismo sentido, plantea que las relaciones internacionales están representadas por esferas autónomas de acción, que para ser comprendidas dependían de un modelo teórico específico para la política internacional. En consecuencia, esto llevaría un cambio importante que impulsaría el desarrollo de la disciplina, teniendo como punto de partida la creación de un nuevo modelo teórico: el realismo político, Realpolitik. Asimismo, Arenal (1981) plantea: “El desarrollo de las relaciones internacionales como ciencia autónoma se inserta igualmente en esa dinámica que señalamos, configurándose como ciencia de la sociedad internacional, que busca superar planteamientos ya insuficientes y dar respuesta a los complejos problemas internacionales” (pág. 881).

De acuerdo a lo anterior, y siguiendo a Arenal, en la medida en que se requiera llenar un vacío de conocimiento acerca de los aportes y análisis sobre el poder, realizados desde otras ciencias sociales, se valida la importancia de la transdisciplinariedad para abordar y profundizar en las dinámicas de la sociedad internacional y de la política internacional.

Referencias Bibliográficas
Arenal, C. D. E. L. (1981). La génesis de las relaciones internacionales como disciplina científica, 2, 849–892.

Morgenthau, Hans Joachim (1986). Principios de la teoría realista de la política internacional tomado del texto de Política entre las naciones: la lucha por el poder y la paz. 11-25

Cuando la raza importa por el racismo

Por Lina Jaramillo.
Politóloga e Innovadora social en formación. Parte del equipo del Centro de Estudios Afrodiaspóricos de la Universidad Icesi.

Debo decir que me encantan los lugares públicos en los que puedo escuchar conversaciones ajenas. No me enorgullece hacerlo, pero en mi cabeza lo pienso como un ejercicio de etnografía cotidiana para entender el mundo. Es que los seres humanos somos complejos, llenos de matices, cargamos con un pasado y a veces siento que no nos esmeramos por construir un mundo más sensato para el futuro. Estaba sentada en un café esperando a encontrarme con un amigo. Me senté en las mesitas de afuera del local para prender un cigarrillo. Entraron dos señoras de mediana edad con aspecto juvenil. Eran mujeres mestizas (aunque seguro ellas se autodenominaban blancas), ambas emperifolladas de arriba abajo, con carteras de marca de quinta avenida que apuesto compraron en el barrio chino de Nueva York. Una de ellas, estaba impaciente porque no las atendían, el café estaba lleno, quedaba en una zona concurrida del oeste de Cali. Entre las meseras, había una mujer joven afro, con trenzas largas y bien peinadas. Era una mujer guapa. Una de las mujeres, mestiza y con el cabello rubio, le decía a la otra mujer que le hacía señas a la mesera afro: -no, no llamemos a la negra. Llamemos a la que esta en la barra mejor-. La señora le preguntó que por qué no llamaban a la mujer afro que estaba más cerca de su mesa. Y esta le contesto: -ayyy, porque estoy aburrida de esos negros. Te acordás de María? La muchacha de servicio de mi mamá? Pues si vieras como me contestó el otro día que fui a la casa de mi mamá, sólo porque le dije que se acomodara bien ese pelo. Es que ya no se les puede decir nada. Para mí que los racistas, son ellos. No uno-. Apenas la señora cambio de tema, yo sentí un zumbido en la cabeza que no me dejaba seguir escuchando y quede absorta en mis pensamientos, esperando que mi amigo llegará pronto. Recordé la película de Sembène, La Noire de..., en donde Diouna, una mujer senegalesa llega a Francia con el sueño de una vida cosmopolita y termina trabajando como empleada doméstica para una familia rica francesa que arrebata su sueño y su dignidad.

No puedo decir que a mi me duele igual que a las personas afro escuchar este tipo de barbaridades. No puedo ser tan ingenua y decir que siento lo mismo que ellos porque no es verdad. Pero sí puedo rechazar completamente esta clase de afirmaciones de cualquiera que todavía no pueda entender que la raza importa debido al racismo, como lo expresa Chimamanda Ngozi Adichie en su novela Americanah: “La raza no es biología; es sociología. La raza no es genotipo; es fenotipo. La raza importa debido al racismo. Y el racismo es absurdo porque tiene que ver con el aspecto de uno. No con la sangre que corre por sus venas. Tiene que ver con el tono de piel y la forma de la nariz, y los rizos del pelo”. Debemos dejar de decir que son los “negros” los racistas. Es como si repitiéramos esa frase para justificar a nuestros antepasados, o a nosotros mismos que todavía cargamos con ese lenguaje racista implícito en nuestra cotidianidad. Me avergüenza decir “nosotros” pero debo reconocer que en ese nosotros se encierran mis antepasados que me convierten en una persona mestiza. Claro está que yo lucho por erradicar de mí ese pasado del cuál no me enorgullezco ni un poquito. Me cuesta entablar una conversación con alguien que me diga que el tema de la raza es muy complejo. Claro que lo es, pero no podemos ser tan conformistas y huir de él. Todos los postmodernillos de hoy afirman no ser racistas porque tienen un amigo afro, o simpatizan con Obama, como si eso cumpliera su cuota antirracista, pero no estarían cómodos teniendo, por ejemplo, un jefe afrodescendiente.

Cómo me gustaría que esas dos mujeres supieran cuánto daño hacen esos comentarios, sencillamente porque siguen reproduciendo prácticas racistas de nuestros antepasados. No puedo decir que no distinguimos el color de piel o el pelo afro. Claro que lo hacemos, no somos ciegos y la diferencia es evidente. Pero cuan importante sería apreciar esa diferencia, no desconocerla. Aunque seamos diferentes por nuestros rasgos físicos o color de piel, ahí está la belleza de la diferencia. Necesitamos ser conscientes de ello, y de que hoy debemos garantizar la libertad de todos y todas, a desarrollar nuestras capacidades en igualdad de condiciones. O ¿por qué asumieron los jefes de Diouna que ella no podía vestir bien y comprar vestidos finos al llegar a Francia? ¿Por qué la condenan a servir en su casa como si implícitamente el ser afro la convirtiera en empleada doméstica?

Yo llevo pequeñas luchas en contra de la discriminación todos los días, bien sea en medio de reflexiones en reuniones familiares, en donde enseño a decir afro en vez de negro, o en mi trabajo en el Centro de Estudios Afrodiaspóricos. La mayoría de mis colegas son afrodescendientes y yo entro en el grupo de mestizos que trabajamos en un centro que se dedica a los estudios de la diáspora africana. Es curioso que cuando entré a trabajar al CEAF, llamaron al decano de la Facultad a la que se adscribe el Centro, a decirle que por qué me habían contratado para trabajar aquí si yo no era afro. También algunas veces cuando trabajo en espacios en donde la mayoría de las personas son afrodescendientes, algunas de ellas me miren con desconfianza, como si mi color de piel me imposibilitara trabajar en el Centro, creyendo que yo no merezco estar ahí. Yo he ignorado esos comportamientos, esas miradas, aunque me duelan a veces, por mi reafirmación constante de lo importante que es trabajar en el CEAF. No puedo culpar esas miradas de desconfianza, cuando seguramente esas personas recibieron las mismas miradas o peores, de personas con mi color de piel. Simplemente es injusto, aunque tampoco crea que las merezco porque yo no soy mi pasado.

Debo decir que a pesar de estos desencuentros, necesitamos seguir luchando por la reivindicación de los y las afrodescendientes, contra el racismo, las desigualdades e injusticias sociales. Las conversaciones y comportamientos de señoras como las del café, que quitan valor a la lucha constante en contra del racismo, una lucha histórica que debe estar abanderada también por nosotros, los que no somos afro, los que vemos más allá de las diferencias, a esos comentarios que aniquilan el espíritu. A entender también de donde viene la desconfianza ocasional de algunas personas afro por personas como yo, porque es también una lucha, al menos personal, de rechazar a nuestros antepasados que tanto daño ocasionaron. Creo honestamente en que debemos enriquecer nuestro espíritu, a no creer que el trabajo ya está hecho y que el racismo es cosa del pasado.

Tendremos mejores resultados en la construcción del mundo que caminamos a diario si nos apoyamos y complementamos entre nuestras diferencias.


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