martes, 18 de febrero de 2014

Lo que importa es Bogotá

Por Jhosef Eduardo Meza Cuesta.
Estudiante de Ciencia Política
Universidad Nacional de Colombia – Sede Bogotá D.C.

Bogotá está polarizándose por la situación del alcalde Gustavo Petro. En el fondo lo sé, porque situaciones como esta hacen que la gente no tenga más opción que escoger entre uno u otro bando, a pesar de que hay alternativas como la abstinencia –aunque Néstor Morales diga que es solo otra expresión de apoyo a Petro-. Ahora, con la estancada revocatoria de la Procuraduría General de la Nación y el referendo próximo, la gente de esta ciudad se está dividiendo entre los petristas, quienes consideran que el alcalde ha hecho una buena gestión y que la “oligarquía” lo quiere tumbar por ayudar a los más pobres; y los antipetristas, quienes dicen que ha sido uno de los peores alcaldes, y cuyo gobierno se caracteriza por la improvisación e ineficiencia a la hora de aplicar sus políticas, y para algunos, la intransigencia del burgomaestre.

De todos los debates que se han hecho en torno a este evento queda una simple pregunta: ¿quién tiene la razón? Ambas partes esgrimen buenos argumentos porque se basan en hechos y en el derecho interno e internacional. Sin embargo, están marcadas por cierto orgullo que se manifiesta por las connotaciones de cada una de ellas: por un lado, los defensores de Petro cometen el mismo error que él, y es atar su destino político al proceso de paz –algo que, de por sí, es grave- y al buen desarrollo de la ciudad y de la democracia; su catalizador es la visión de “mártir” –por cierto, de izquierda- que ha transmitido a través de sus discursos. Y por otro, los que están en contra suya también exageran en algo: afirman que Bogotá está en la peor crisis en muchos aspectos aparte de los anteriores –improvisación, ineficiencia e intransigencia-, de los que resaltan la seguridad –exageración porque, según un informe de la periodista mexicana Carmen Aristegui que salió el año pasado, la ciudad no está ni siquiera entre las ciudades más peligrosas del mundo- y la movilidad –exageración porque no es culpa exclusiva del actual mandatario, sino de alcaldes anteriores, empezando por Samuel Moreno-, entre otros. Ambos comparten una equivocación y es que consideran, respectivamente, que su expulsión o su permanencia en el Palacio Liévano implicará una situación muchísimo más crítica a la que, en verdad, considera cada parte. Por eso, especialmente, dicen firmemente que tienen la razón.

Alguna vez, hablando con una amiga, me dijo que temía que, por esta situación, hubiera otro bogotazo como el del 9 de Abril, pero se retractó de sus palabras. Estas no dejan de ser inquietantes porque el referendo revocatorio se acerca cada vez más, a pesar de que será el 6 de Abril, y las campañas respectivas ya empezaron. Puede que haya algunos roces o enfrentamientos entre los contrincantes, pues ambos defenderán su posición a capa y espada, pero esto no debe ir más allá llegando, incluso, a la violencia –no faltan los radicales que siempre hay dentro de estos grupos…-. Menos mal, hasta ahora, nadie ha hecho un llamado al desorden y la persecución aunque, por lo álgido del evento que en sí mismo se caracteriza así, algo podría ocurrir, así no pase de los insultos mutuos en las redes sociales.

Por ello, y como ciudadano bogotano, hago un llamado a las partes y a los conciudadanos a que voten en la revocatoria si lo desean, pero que no piensen en hacerlo por Gustavo Petro, ya sea porque lo aman o porque lo detestan, ni mucho menos creyendo que su caída será el punto final del proceso de paz o que su continuidad será peligrosa para la institucionalidad del Estado y el cumplimiento de las leyes, como lo consideran algunos de sus contradictores. Y además, que generen debates civilizados en torno al tema, sin generar violencia o actos de intolerancia de ningún tipo. Lo que importa es Bogotá, y las personas, adeptas o no, opositoras al alcalde o no, en sí, los que voten, deberían tener eso en cuenta y ver este referendo no tanto como un campo de batalla entre la oligarquía y la izquierda, sino como una oportunidad para decidir que es lo que quieren para la ciudad.

sábado, 8 de febrero de 2014

Motivos para la desobediencia civil y la insurgencia

Columnista Carlos Herrera Rozo.

De www.anarkismo.netEn Colombia ya no tenemos recuerdo cierto, fecha fija, de cuando se inicio la violencia política. Todos los Colombianos, por activa o por pasiva, hemos nacido y vivido dentro de la contienda sin que nadie nos dé explicaciones y, en el evento de que las den, son tan parciales y amañadas que rozan lo irracional y provocan mas malestar que atisbos de solución. Lo único verdaderamente cierto es que ha existido y existe un grupo minúsculo de ciudadanos que, prevalidos del poder que les han otorgado las urnas, le han sacado suculentos beneficios económicos a la contienda, y que gracias al uso abusivo del mandato que les otorgaron sus conciudadanos, para mantenerse al frente del estado, ofrecen sacar al resto de la población de la pobreza en que siempre la han mantenido al vaivén de los ritmos económicos.

Es curioso, por decir lo menos, que con mayor o menor fuerza todos los grupos políticos de centro, de derecho o izquierda, ismos mas , ismos menos, se declaren adalides en la defensa de los pobres. También es cierto que dentro de estos grupos políticos algunos tienen un mayor compromiso con la ciudadanía que otros. Alguno de ellos hace un mayor esfuerzo para conseguir que la igualdad de oportunidades, tan pregonada en el Contrato Social, sea una realidad, mientras que otros, con menos conciencia, retuercen la realidad y ponen la pobreza como si ella fuera culpa de los propios pobres, es decir, como si se fuera pobre por pereza al trabajo y no como producto de una explotación laboral injusta. Dicho de otra forma hay quienes creen, de mala fe por cierto, que la pobreza es un problema relacionado con las familias rotas, los problemas de delincuencia, la falta de educación, de cultura, de dependencia que las ayudas públicas no hacen sino agravar, amén de otras variables que no debemos perder de vista en el análisis de los problemas sociales para darles explicaciones globales y soluciones universales de conformidad con el Contrato Social al cual nos debemos. De otra parte, no debemos perder el punto de vista de la derecha extrema, según el cual, despotricar contra los pobres es una buena política toda vez que con ello se salvan las políticas neo-liberales, tan en boga hoy en día, y que solo benefician a los grandes pulpos financieros internacionales en detrimento del resto del tejido económico de una nación, de forma especial, de los pequeños industriales y comerciantes , y de manera grave , de los emprendedores.

Si somos un poco más exigentes tenemos la obligación de auscultar lo que afirman hoy las principales corrientes sociológicas en relación con la pobreza que azota las sociedades contemporáneas por ser bien diverso a lo que ocurría en los años 60 o 70. Antes los salarios subían de conformidad con la inflación y en relación con la productividad del trabajador, y hoy, de acuerdo a la productividad que declare la empresa, de buena o de mala fe, por cuanto el estado carece de controles efectivos para conocer los beneficios de los empresarios. Este sistema ha conseguido que la mayor parte, casi un 80%, de la manos de obra haya sufrido una rebaja considerable en sus salarios, llegando en un alto porcentaje hasta el 50%. Esta rebaja en los salarios de los trabajadores, y no el deterioro social, si su consecuencia, es la razón por la que la pobreza es cada día más grave ,con el inconveniente agregado que el país, en general, es cada vez más pobre, los problemas sociales más acusados, la criminalidad en aumento, la violencia social a flor de piel y la brecha entre unos pocos ricos y los pobres cada vez más amplia. Dicho con mayor claridad, más aun si cabe, la pobreza se ha convertido en parte de un problema más general de aumento de la desigualdad salarial, de una economía basada en los principios ideológicos del Neo-liberalismo, según la cual todos los rendimientos del crecimiento económico deben ir a parar a manos de una pequeña élite, mientras el resto de la población, a pesar de su esfuerzo laboral en las cadenas de montaje, debe quedarse atrás.

Ahora bien, ¿debe quedarse la ciudadanía inerme ante estos hechos o debe protestar?

Seguramente la posición más conservadora del ámbito social responderá que NO SE DEBE RESPONDER. Y, como de costumbre, argüirán en su favor que El ESTADO es el PROBLEMA y no la SOLUCIÓN. Que el Estado no debe intervenir en la cosa económica dado que la economía, según ellos, es del ámbito privado. Cuando se trata de beneficios, tanto para los bancos como para las grandes empresas y multinacionales, los beneficios son privados, pero cuando se trata de perdidas, como ha ocurrido en esta crisis, las pérdidas se socializan y las pagamos, a través del Estado, todos los ciudadanos con lo que generan sus impuestos para salvar a las grandes empresas de la quiebra, que ellas mismas han generado, para ampliar sus ganancias a expensas del saqueo de sus propios bienes.

En mi opinión los ciudadanos, tanto de conformidad con el Contrato Social como con nosotros mismos, tenemos derecho a la protesta , a exigir en ella, que se cumpla la ley. No es posible que el 1% de la población mundial viva, cómodamente, a expensas del resto, a quienes nos tratan como esclavos.

Todo esto ocurre porque el grueso de la población ha olvidado cuales son las normas de convivencia que nos hemos impuesto, ni cuales las razones que nos llevaron a aceptar dicha imposición. Cuando un conglomerado social decide vivir en paz se da, para que se cumplan, una serie de normas sin las cuales devendría imposible una mínima convivencia, lo que conocemos como “Contrato Social”. Ni que decir que no es necesario citar aquí a los grandes tratadistas de la teoría del Estado como Juan Jacobo Rousseau. Jhon Looke o Hobbes. No hace falta, lo fundamental es saber a que hemos renunciado voluntariamente y a cambio de que. En Colombia, el desconocimiento de estos supuestos nos ha arrojado nuevamente a la barbarie sin que ningún “líder político”, ni social, ni religioso haya tratado de enmendar el rumbo. ¡No les interesa!

Entregar parte de la libertad individual, abjurar de la ley del más fuerte, abstenerse de la acumulación indiscriminada de bienes abusando del poder, evitar o controlar los monopolios y los oligopólios, dotarse de leyes que pongan limite al enriquecimiento ilícito de unos pocos para evitar el empobrecimiento de las mayorías y la profunda brecha que abre las desigualdades sociales, asegurar que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado son los garantes del orden público, garantizar la salud y la educación, desprenderse de parte de las ganancias legitimas y entregarlas, en forma de impuestos, al Estado como fundamento de la redistribución del ingreso, respetar a las minorías y a los más desafortunados, acatar la justicia y renunciar a la venganza dejando a los jueces y solo a ellos la administración de la justicia, castigar con severidad a quienes hagan uso fraudulento del erario público son , a vuelo de pájaro, los fundamentos del Contrato Social, DEL ESTADO DE DERECHO, que en las democracias, el gobierno de turno, represente la ideología que represente, sea del color que sea, ha de hacer cumplir para beneficio de todos los asociados.

Después de este sucinto análisis tenemos que convenir que en Colombia, los últimos gobernantes, han hecho añicos el Contrato Social. Los ciudadanos no reciben nada a cambio de lo que se han obligado y por el contrario se les trata como disminuidos mentales y crece abiertamente y sin control el crimen organizado. Ante esta situación llega un momento en que no queda razón alguna para que los ciudadanos cumplan la parte del pacto del Contrato Social al que voluntariamente nos hemos adherido. Si el Estado deja de cumplir las funciones para el cual fue creado, cumplimiento total del Contrato Social sin menoscabos y exclusiones, ¿Por qué hemos de pagar Presidentes, Ministros, Cuerpos Colegiados y de ahí para bajo? ¿Por qué hemos de pagar impuestos a quien ha incumplido su parte del trato y no me proporciona, a cambio de ellos, educación, sanidad, cultura, justicia, obras públicas, etc, etc, que son el motivo por los que LES HEMOS ENTREGADO PARTE FUNDAMENTAL DE NUESTRAS LIBERTADES Y DERECHOS PERSONALÍSIMOS ? Creo, con dolor, por lo que para mí y para los ciudadanos de bien representa nuestro país, que hemos llegado al extremo en el que LA DESOBEDIENCIA CIVIL , otro concepto clásico que las nuevas generaciones desconocen, está plenamente justificada. Si los últimos Gobiernos han roto el Contrato Social y el Estado de Derecho, los ciudadanos no tenemos ninguna obligación de seguir cumpliéndolo. Lo curioso es que estos gobernantes luego se preguntan sorprendidos: ¿Por qué hay insurgencia? ¿A qué tanta criminalidad?

martes, 4 de febrero de 2014

La escritura: una herramienta cultural que facilita el desarrollo cognitivo, rescata la memoria y privilegia el poder

Columnista Hugo Andrés Arévalo González.
“Miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender comprendo: también soy escritura y en este mismo instante, alguien me deletrea”, Octavio Paz

Desde la aparición de la imprenta –ahora evolucionada a impresoras, computadores y dispositivos móviles, etc.- de Johann Gutenberg en el siglo XV, la escritura ha alcanzado un desarrollo que ha permitido no solo educar, gracias a la difusión que se podía hacer con los libros, sino también rescatar memoria y fortalecer algunas identidades –algunas, porque hay culturas que no utilizan escritura sino oralidad-. La escritura es una herramienta cultural puesto que hace parte de la cultura, entendida como todos los significados del mundo que tienen tanto la sociedad como el individuo: “la cultura es entendida como un proceso (o red, malla o entramado) de significados en un acto de comunicación, objetivos y subjetivos, entre los procesos mentales que crean los significados (la cultura en el interior de la mente) y un medio ambiente o contexto significativo (el ambiente cultural exterior de la mente, que se convierte en significativo para la cultura interior)[1]”.

La representación escrita es una herramienta que permite la construcción del conocimiento desde lo que se sabe, de lo que se habla (por lo tanto se vuelve un proceso cognitivo en permanente resignificación): “la escritura afecta nuestra cognición. Al aprender a escribir también inauguramos una frontera de nuestra mente; no es sólo un problema de redacción, es ante todo, una reformulación o una reconstrucción de nuestra interioridad psíquica[2]”. Se podría decir que el hecho de escribir y hablar, son dinámicas que juntas prevalecen para una sola causa, en términos generales: el desarrollo del individuo: “se aprende a escribir, en parte, con el fin de aprender a expresarse correctamente y con precisión en las exposiciones orales[3]”. Como es un proceso de retroalimentación ente pensamiento, habla y escritura, estos se alimentan entre sí, sin posicionarse ninguno como más importante que otro, y con la finalidad de permitir el desarrollo cognitivo del individuo. Si se le prestara atención detenidamente al proceso cognitivo, se verían dinámicas complejas que hacen parte del pensamiento de un ser humano, y que en general se dan con más frecuencia en la escuela, el colegio y universidad, donde estudiantes y docentes deben observar paso a paso las construcciones textuales que les permitirán diseñar la manera de hablar según lo que piensan; en palabras de Reina Caldera:

Según la concepción cognoscitiva, escribir es un proceso que requiere la participación activa del escritor quien debe aplicar operaciones mentales muy complejas: planificar, redactar y revisar. Cada una de estas operaciones requiere que el que escribe tenga en cuenta diversos niveles textuales que involucran varios aspectos: propósito del escrito, posible lector, plan de acción de la tarea de escritura, contenido, características del tipo de texto, léxico adecuado (uso de términos comunes o técnicos según el lector al que se dirige), morfosintaxis normativa (forma y estructura de las palabras y párrafos), cohesión (que haya relación de lo que se dice), ortografía, etc. De esta manera, la escritura es entendida como producción de textos de diversos tipos y con varios fines, un proceso complejo de alto compromiso cognitivo, que necesita destinarle suficiente tiempo en el aula para atender a las diferentes fases por las que pasa la elaboración de un texto[4].

Otra de las características importantes que nos brinda el hecho escritural, es que es una herramienta para luchar contra el olvido, para lograr la inmortalidad, para rescatar nuestras memorias: “con la escritura dejamos de estar presos del mito, rompimos las fronteras de lo inmediato, salimos del pequeño mundo de nuestro cuerpo para vislumbrar la historia, la ciencia, la ley. Es gracias a esta tecnología de la mente como logramos quebrarle el espinazo al olvido, como pudimos saltar por encima de las edades y las lenguas, como nos hicimos más universales, más perennes[5]”.

Un ejemplo histórico de legado, memoria y conocimiento mediante la escritura, nos lo facilitaron los griegos: ‘la civilización creada por los griegos y romanos fue la primera de la tierra fundada en la actividad del lector común; la primera equipada con medios para expresarse adecuadamente con palabras escritas; la primera es capaz de poner la palabra escrita en circulación general; en pocas palabras, la primera en convertirse en letrada en el sentido pleno del término, y en transmitirnos su cultura escrita[6]’.

Por último, no debe descartarse que todo en la sociedad humana tiene su contrapeso, y esencialmente es la escritura otra temática que no se aparta de esta dualidad; al ser parte de la cultura, da orden, jerarquiza, y por lo tanto discrimina; la escritura es una herramienta de poder; el ser humano no hará nunca algo que no tenga una funcionalidad y menos, aun, que no sirva a los intereses de él mismo o su círculo cercano: ‘al parecer, el arte de la escritura está estricta y casi inevitablemente conectado con la urbanización y el intercambio comercial[7]’. Y en este caso, el círculo cercano, termino siendo todo el mundo.

Nuestra cultura occidental que utiliza con frecuencia términos como “progreso” y “desarrollo” incluso en la escritura, ha sido construida poco a poco en una visión clasista, discriminatoria y egocéntrica, en algunos casos: ‘el uso de letras es la principal circunstancia que distingue un pueblo civilizado de una horda de salvajes, incapaz de conocimiento y reflexión[8]’. La cita anterior, de entrada, sí es un comentario debatible; si se analiza a la luz de la realidad hoy en día, desde la experiencia individual y/o familiar, uno podría recordar el cambio de vida que han tenido personas sin educación alguna, y que después de años de trabajo mal pagado, llegan a ser grandes empresarias.

Para ponerlo más complejo aún, el antropólogo Lévi-Strauss comenta el dominio incluso, a nivel de esclavitud que genera esta herramienta cultural:

Si queremos correlacionar la aparición de la escritura con otras características de la civilización, debemos buscar en otra parte. Uno de los fenómenos invariablemente presentes es la formación de ciudades e imperios: la integración en un sistema político, es decir, de un considerable número de individuos, y la distribución de esos individuos en una jerarquía de castas y clases…parece favorecer la explotación y no el esclarecimiento de la humanidad. Esta explotación hizo posible reunir a los trabajadores por millares y fijarles tareas que los agobiaron hasta los límites de su fuerza. Si mi hipótesis es correcta, la función primaria de la escritura, como medio de comunicación, es facilitar la esclavitud de otros seres humanos. El uso de la escritura con fines desinteresados, y con vistas a satisfacer el espíritu en el campo de las ciencias y las artes, es un resultado secundario de su invención (y tal vez no sea sino una manera de reforzar, justificar o disimular su función primaria[9]).

Finalmente, la escritura así como facilita el desarrollo cognitivo de los individuos, y nos in inmortaliza, nos separa paradójicamente a los unos de los otros, por las barreras de clasismo (en este caso, que una persona se creer mejor que otra por saber leer y escribir). En pocas palabras, la escritura es doble cara: si el desarrollo cognitivo y el rescate de nuestras memorias son las venas de la escritura; segregación, clasismo y poder hacen parte de su sangre, que son una violencia simbólica: “todo poder de violencia simbólica, o sea, todo poder que logra imponer significados e imponerlas como legítimas disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su propia fuerza, añade su fuerza propia, es decir, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza[10]".


[1]  MILLÁN, Tomás R. Austin. ‘Para comprender el concepto de cultura’. Marzo, 2000. P. 7-8. Recurso online: http://www.javeriana.edu.co/Facultades/C_Sociales/Profesores/jramirez/PDF/Austin-concepto_de_cultura.pdf

[2]  OLSON, R. David. El mundo sobre el papel. El impacto de la escritura y la lectura en la estructura del conocimiento. Gedisa Editorial. P.1

[3]  OLSON, op. cit., p. 24.

[4]  CALDERA, Reina. Revista Educere, Venezuela. El enfoque cognitivo de la escritura y sus consecuencias metodológicas en la escuela - Reina Caldera - Universidad de los Andes. P. 34-365. Link: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/356/35662002.pdf

[5]  VÁSQUEZ, Fernando. Un mosaico de reflexiones y estrategias alrededor de la escritura. Revista Actualidades Pedagógicas Nº 51: 101-114 / Enero - junio 2008. P.3.

[6]  OLSON, op. cit., p. 27.

[7]  OLSON, op. cit., p. 25.

[8]  Ibíd., p. 25.

[9]  OLSON, op. 29-30.

[10]   COLLAZOS, Peña, Wilmar. La violencia simbólica como reproducción biopolítica del poder. Revista Latinoamericana de Bioética, vol. 9, núm. 2, julio-diciembre, 2009, pp. 62-75. Título: ‘El poder de la violencia simbólica’. P. 5 Recurso online: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=127020306005

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