lunes, 11 de diciembre de 2017

La función social de la investigación

Por Cecilia Restrepo Neira y Adolfo A. Abadía.
Publicado en Unicesi Investiga No. 3, 2017 (p. 38)

El conocimiento está considerado como la mayor riqueza de la humanidad. Una riqueza que transforma realidades y que, generado a través de la investigación, evoca procesos de creación, de reestructuración, de reflexión, de impacto, entre otros factores que convocan la solución de problemáticas de índole social que aborda diferentes contextos.

En este sentido, actualmente, se pide a las universidades que generen conocimientos que sean útiles para la sociedad a través de procesos investigativos. Esta demanda modifica la relación academia y sociedad, concientizado a las universidades ha generar proyectos que reconozcan la función social de la investigación, y que permitan abrir espacios de transferencia para la búsqueda de soluciones a problemáticas sociales que transformen la realidad en un sentido de justicia y bienestar social.

En consecuencia, es posible advertir que la primera y principal función social de la investigación universitaria está relacionada con la connotación que arrastra consigo el concepto de lo social. Es decir, lo social como ligado a la sociedad, lo que imprescindiblemente, evoca el aporte de soluciones a problemáticas y necesidades que preocupan a nuestra sociedad, así como a los beneficiarios directos vinculados a los diversos proyectos de investigación.

A su vez, esto implica considerar el componente ético de la investigación en todas las etapas del ejercicio investigativo, no solo por el vínculo directo con los seres humanos, sino también por los imprevistos que se pueden generar sobre el ambiente. Es importante que los investigadores en las universidades sean conscientes de todos los sujetos involucrados en sus proyectos y les concedan un lugar privilegiado como agentes colaborativos en la toma de decisiones durante el proceso y presentación de resultados.

Una segunda función social concierne al componente de formación de la investigación, y está asociado a la participación e iniciación científica de estudiantes. En consecuencia, la generación de nuevo conocimiento no solo busca llenar vacíos o generar nuevas líneas de investigación, sino también nutrir y actualizar los conceptos, métodos y teorías que se manejan en las aulas.

Finalmente, una tercera función social de la investigación compete, inevitablemente, a los investigadores mismos. Aunque por lo general suele pasarse por alto este punto, no cabe duda que en primer lugar el compromiso social de los investigadores es consigo mismos. Su capacidad de reflexión y análisis crítico, y de curiosidad para abordar un problema o innovar en un enfoque, debería ser el motor de todo investigador. Son este tipo de factores los que están asociados a la vocación del investigador y a la pasión que imprime en su ejercicio como agentes transformadores de realidades.

Para finalizar vale la pena reflexionar sobre la difusión y comunicación de los resultados, debido a su capacidad de determinar los alcances que se pueden esperar del ejercicio investigativo. Si bien el conocimiento científico tiene como ventaja un lenguaje preciso, que da poco espacio a ambigüedades, muchas veces es concebido como oscuro e ininteligible para un público más amplio que la comunidad académica al que está dirigido. Esto sugiere, además, que la función social de la investigación está relacionada con la habilidad de traducir el conocimiento científico a un lenguaje que pueda ser comprendido y apropiado por un público distinto al lector especializado.

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