lunes, 30 de marzo de 2015

El desafío de los jóvenes en Hong Kong

Por Juan David Mesa.

Revolución de los paraguas: reflexión de una acción colectiva contenciosa

Motivados por el ideal de una democracia, centenares de jóvenes de Hong Kong se tomaron las calles de esta importante ciudad, por casi tres meses, reclamando la constitución de un gobierno local democrático con más candidatos que solo los del partido oficialista-comunista del Estado. 'Armados' de mucho valor, desafiaron a las fuerzas policiales con un ejército de paraguas para soportar los gases lacrimógenos que les eran lanzados. Teniendo en cuenta este marco situacional, mi idea central es que esta 'Revolución de los paraguas' constituyó una acción colectiva contenciosa. Para esto, tomaré las propuestas de Charles Tilly (2011) y Sidney Tarrow (2004) al respecto.

Para estos intelectuales, una acción colectiva es contenciosa cuando quienes actúan carecen de un acceso regular a las instituciones. Así mismo, para Tarrow, es contenciosa cuando quienes actúan lo hacen “en nombre de reivindicaciones nuevas o no aceptadas constituyendo una amenaza para las autoridades” (2004, 24). Dado que el Estado chino es un régimen político de un único partido, estas acciones colectivas fueron contenciosas porque provinieron de jóvenes con un acceso restringido al rígido marco institucional de ese país, al exigir una apertura democrática que permitiera que más actores políticos entraran a decidir el futuro de su nación.

Así mismo, esta 'Revolución de los paraguas' constituyó una acción colectiva contenciosa porque al desafiar a las autoridades, estos jóvenes buscaron una reivindicación simbólica por el cambio político y social, asunto de inmediato rechazado por representar una amenaza a ese orden social que pareciera el gobierno chino representar. Otro asunto clave que se asoma, a propósito de esta acción colectiva contenciosa, es la estructura de oportunidades que a nivel macrosocial posibilitó que estos jóvenes levantaran su contienda. Tomando como referencia una ley de 1997 en donde el gobierno chino se comprometía que se podría elegir democráticamente un alcalde para Hong Kong, los jóvenes justificaron y legitimaron activamente sus protestas.

Más allá de que los movimientos de jóvenes en Hong Kong hubieran representado una acción colectiva contenciosa por amenazar el orden social estando al margen de las instituciones, la pregunta que surge es ¿hasta qué punto, en un gobierno con esa estructura política rígida, pueden existir factores estratégicos y procesos políticos favorables que sigan impulsando movimientos sociales como estos? La pregunta surge partiendo de la propuesta de Jenkins (1994) que sostiene que el éxito de un movimiento depende, entre otros elementos, de los factores estratégicos y procesos políticos favorables. En ese sentido, ¿fueron exitosas las movilizaciones de los jóvenes en Hong Kong? ¿Qué papel entrarían a jugar, en estos movimientos sociales, la movilización de recursos como la información, propuesta en Melucci (1999), en un régimen totalitario que restringe muchas veces el acceso a, por ejemplo, internet? Amanecerá y veremos. Por lo pronto, en China los paraguas siguen abiertos.

Referencias
JENKINS, Craig. (1994). La Teoría de la Movilización de Recursos y el estudio de los movimientos sociales. En: M. Revilla (Comp.) Movimientos sociales. Acción e identidad. Madrid, España: Zona Abierta.

MELUCCI, Alberto. (1999). Qué hay de nuevo en los nuevos movimientos sociales. En: L. Enrique (Ed.) Los nuevos movimientos sociales: de la ideología a la identidad, (pp. 119-149). Madrid, España: Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

TARROW, Sidney. (2004). El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Madrid, España: Alianza.

TILLY, Charles. (2011). Describiendo, midiendo y explicando la lucha. En: R. Hobert y J. Auyero, (comp.), Acción e interpretación en la sociología cualitativa norteamericana, (pp. 13-38). Quito, Ecuador: Flacso.


miércoles, 4 de marzo de 2015

Los gais no son mejores padres o madres

Columnista Hugo Andrés Arévalo González.

Aunque estoy de acuerdo con la reivindicación de los derechos humanos y aunque es comprensible la resistencia a través de la acción y del discurso de determinados grupos sociales, como por ejemplo las minorías, y recientemente la comunidad LGBTI; hay que pensar cuidadosamente las formas de solicitar y participar, teniendo en cuenta los contenidos del discurso. Y en el caso de adopción de niños y niñas por parte de personas gais, se ha se construido un discurso social (tanto desde personas homosexuales como heterosexuales) con una tendencia similar a este texto del autor que se hace llamar “Cordobés Sensato”:

Mientras tanto, ustedes, colombianos heterosexuales, defensores de la constitución y de la familia y fieles creyentes de su Omnipresente Dios, preocúpense por seguir teniendo hijos a diestra y siniestra, abandonándolos, maltratándolos, educándolos de la manera más indigna. Que mientras tanto nosotros, homosexuales, nos preocupamos por cuidar animales, poner lindas a sus mujeres, curándolos cuando estén enfermos, educando a sus hijos, construyendo sus casas, entre muchas otras cosas, porque nos los creo tan ignorantes para pensar que homosexuales solo hay en una salón de belleza.

El fragmento en mención, es un texto ejemplo, de la punta de lanza de los discursos sociales que dentro de su lucha por reivindicarse, sólo profundizan y legitiman su segregación.

Por supuesto: todas las personas deberían tener derecho a adoptar a niños y niñas, casarse, etc., independientemente de la condición humana que tengan. Sin embargo, en este tipo de olas discursivas, se evidencia lo que en psicología social se conoce como "prejuicio benévolo" en la categoría de sesgos intergrupales. Los sesgos intergrupales, vienen siendo aquellas concepciones erróneas que tenemos sobre los grupos a los cuales pertenecemos, o sobre grupos ajenos a nosotros. Se suelen calificar a estos grupos por ser grupos, es decir, por estar en colectivo, y no por estar conformados más bien por individuos, personas. Esto facilita que cuando pensemos sobre alguien, lo hagamos frecuentemente de manera generalizada, calificando a su grupo y no a la persona, tal y como ha sonado el discurso que aparece en el párrafo anterior, en el que el autor desde su posición individual, al pertenecer a una minoría social, piensa de manera prejuiciosa que todas las personas gais desean adoptar a niños y niñas; y que los gais son las únicas personas en el mundo que se preocupan por la naturaleza, los animales, etc.

El texto de “Cordobés Sensato”, es similar a otro discurso muy común en ciertos escenarios sociales. Los psicólogos sociales Peter Glick y Susan Fiske, ejemplifican al respecto:

Algunas formas de sexismo son, para el responsable, subjetivamente benevolentes, caracterizando a las mujeres como criaturas puras que deben ser protegidas, respaldadas y adoradas. Esta idealización de las mujeres implica simultáneamente que son débiles y más apropiadas para los roles convencionales del género; ser puestas en un pedestal es limitarlas, pero el hombre que pone a una mujer en un pedestal lo interpreta como aprecio hacia ella, en vez de restricción, (y muchas mujeres están de acuerdo).

Concluye el profesor de psicología, Scott Plous al respecto: “Todos estos estereotipos parecieran halagos, y todos tienen un granito de verdad en que el estereotipo describe con exactitud algunos miembros del grupo, pero son todas generalizaciones excesivas que reducen un grupo diverso de personas a un solo tipo: un estereotipo”.

El hecho de responderle a la lógica agresiva de los discursos sectarios de las diferentes formas de dominación social, con el mismo tipo de estructura pero desde el bando contrario sea cual sea, sólo acrecienta el abismo de la violencia simbólica, que lamentablemente muchas veces ha pasado al plano material sin mucha dificultad.

Se puede evidenciar entonces cómo ese discurso de que sólo las personas gais "son buenas" o adoptarían a los niños en condiciones favorables por encima de una familia heterosexual, cae por su propio peso en el mismo saco prejuicioso. Tal cual lo afirma la periodista Virginia Mayer en dos comentarios en su cuenta de Twitter (el primero): "Ese argumento de que se deben dejar adoptar a las parejas del mismo género a los niños abandonados por parejas heterosexuales es flojo”. Y el segundo: “No todos los niños que hay para adoptar fueron ‘abandonados’ por parejas heterosexuales. Eso es tan sesgado como es la homofobia".

Finalmente, lo último que le beneficiaría a un niño o niña para que fuese adoptado, sea cual sea la condición de sus progenitores, es creer que un tipo de persona es mejor que otra. Ni los estudios en mano de Viviane Morales, sirven para generalizar la individualidad y decir quiénes son más aptos o quiénes no para ser padres o madres; como también el hecho de trasladar el discurso de la competencia económica (mejor-peor) al plano emocional y afectivo como éste, sólo nos seguirán obstaculizando el camino para construir de verdad un nuevo país.

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