domingo, 31 de julio de 2011

Margarita Rosa Silva

Margarita Rosa Silva

Ocupación:
Estudiante de comunicación social – periodismo de la Universidad Autónoma de Occidente. Actualmente, practicante del periódico El País Cali. En mi tiempo libre (que es más bien poco) me dedico a mis amigos.
Me gusta…
cantar, leer, escribir, hablar (eso puede ser un defecto). Disfruto de la música en todas sus formas. Leo lo que se me da la gana. Leo lento, porque no me gusta acabar los libros, así que leo como de a 5 páginas por día… Mis amigos son muy importantes para mí, así que les dedico bastante tiempo.

No me gusta…

La gente hipócrita. ODIO las mentiras. Detesto la remolacha. No me gustan los hombres bajitos ni los mediocres. Detesto la gente mediocre.

Cita favorita:

Herman Hesse:
Hay cosas que no se pueden saber mediante el pensamiento. Hay que vivirlas.

Websites favoritos:
@pink_margot
www.elpais.com.co
www.semana.com.co
www.facebook.com
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Música:

Red Hot Chili Peppers, Linkin Park, U2, coldplay y demás por el estilo. De todas formas, me pongo de pie cuando suena el Joe, o cuando escucho el teclado de “El Preso”.

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Yo maté a El Chavo del 8.

Columnista Margarita Rosa Silva

No hay cosa más graciosa y agradable que escuchar alguna canción en otro idioma y, sin tener idea alguna de qué dice (y nosotros sí que tenemos muchos de esos ejemplos), tararearla, sin tener idea alguna de si estamos hablando de amor o de maternidad de patos. Después, cuando en algún momento se le ocurre a uno buscar la traducción en google y descubrir el verdadero significado de la canción, hasta ahí llega el encanto; hubiera querido uno seguir cantando el “wachu bochu tambó, agarra y chiki chiki chiki chiki chá” (en el caso del clásico Brasileño del Carrapicho).

Y bueno, resulta que no sólo sucede con las canciones. Desde que tengo conciencia crecí con un programa en el que un niño huérfano vivía en una “vecindad” y dormía en un barril. Este niño se relacionaba con otros niños, haciéndose maldades los unos a otros. Y creo que todos sabemos que éste niño se llama El Chavo. Pues bueno, para mí como colombiana, este programa marcó toda mi infancia, mi adolescencia y, debo confesar, hasta el día de hoy lo sigo viendo. (Sé que no soy la única).

El programa es transmitido en Colombia desde hace varias décadas y, hasta el sol de hoy lo siguen transmitiendo por cadena nacional. Pero, ¿cuál es mi punto? Pues, ahora que viví en México unos meses, resulta que ya no es lo mismo. Y digo, es gravísimo, porque uno de mis programas preferidos ahora ya no me produce risa, porque, como sucede con las canciones, el ir a ese país significó instalarme un traductor simultáneo en el cerebro con el que ya, automáticamente, entiendo todo lo que dicen en el programa.

Me explico mejor. Una vez, en México, estaba en clase y un profesor dice que tenemos que entregar un trabajo y que “el chanfle del asunto” es que aprendamos mucho. ¡EL CHANFLE DEL ASUNTO! Me sentí la Chilindrina, pero más desubicada, creo yo. Él se refería a “el propósito”, pero claro, a la mejor manera del Profesor Jirafales.

Y ni hablar de la costumbre que tienen muchos mexicanos de asentir con el dedo índice, igual que cuando el Chavo dice “Eso, eso, eso”. También es extraño pensar que a diario, en mi menú de almuerzo, tenía las famosas tortas de jamón por las que el Chavo se desvivía.

Pues sí. Resulta que el programa ya no me da risa. Y ¿por qué? Pues porque ya todo lo que escucho en él es parte de lo que en su momento fue mi contexto; y hasta me produce nostalgia. Por eso, ya no me enojo con los mexicanos. Cuando recién llegué a ese país, me parecía un insulto que a ellos no les gustara el que para mí era el mejor programa de mi niñez. Pero ahora entiendo que nosotros por mucho tiempo nos hemos reído de cosas que creíamos inventadas por "el mundo del chavo", pero que en realidad para ellos son cotidianas y comunes.

Y no es que su cotidianidad de risa. No. Sino que, tal vez, El Chavo fue la exageración de ese mundo, desconocido para nosotros, convertido en risa por alguna razón extraña.

Pero aún así, me encantaba. Y debo decir que aunque ir a México fue una experiencia increíble y maravillosa, habría querido conservar mi ignorancia idiomática. Creo que una vez más, compruebo que los ignorantes son más felices. Qué sabrosa es la felicidad plena cuando uno puede reírse sin tener idea de qué se ríe.

Ahora, ¿de qué me voy a reír en la televisión? ¿De Jota Mario bailando vallenato? ¿De la cosa política de Vicky? ¿De sábados felices? Yo solo espero perdonarme algún día por haber matado al Chavo del Ocho que vivía dentro de mí y ojalá poder revivirlo... tal vez con algún chipote chillón.

domingo, 24 de julio de 2011

Catalina

Catalina

Ocupación:
Estudiante de Comunicación Social en la Universidad del Valle, cinepata, internet adicta.
Me gusta…
Caminar, asolearme, leer cuentos contos, el mango, todos los perros.

No me gusta…

Las filas largas, el MIO lleno, los jugos simples, el bochorno, las novelas mexicanas, el vallenato, las rancheras, el bonbon bum de mango.

Cita favorita:

David Foster Wallace:
Estaban estos dos peces jóvenes nadando a lo largo y sucedió que de pronto se encuentran con un pez viejo que venía en sentido contrario, y al ver a este par de peces, los saludó con un “hola chicos, ¿cómo está el agua?” Los dos peces jóvenes continuaron nadando hasta que uno de ellos volteo la mirada hacia el otro y le dijo, “¿qué diablos es el agua?”

Websites favoritos: www.stumbleupon.com
www.cuevana.tv
Series Yonkis.

Música:

No sé mucho de géneros, pero me gusta desde Hector Lavoe, La sonora Ponceña hasta Radiohead y Beirut, pasando por Miles Davis hasta Sigur Rós. Y así…

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Ensayo (rabiosamente personal) a Cali.

Columnista Catalina.

OJOS NOVATOS

Escribir sobre Cali no es fácil, intento inventarme cualquier cosa con respecto a esta ciudad, pero estoy tan poco impulsada al respecto que tengo la impresión de que en esta maldita Cali no pasa nada digno de ser contado, que ya se ha dicho todo: lo bueno, lo malo y lo feo. Realmente no es así, es sólo que mi estado catatónico de rechazo no me permite concebirlo de otra manera. Entonces, si no puedo engendrar aquella idea original que dé para escribir algo decente, voy a recurrir a mi inflexibilidad, aunque no sea más que un despliegue pasional y caprichoso.

No hay nada para mí en esta ciudad que no pueda encontrar en alguna otra parte del mundo a excepción de la comida. Si me fuera a Islas Fidji, mi paladar se pondría nostálgico, porque es mi sentido más hogareño y el que más malacostumbrado está.

Me cuesta ser objetiva (dejar la primera persona), pero no me interesa serlo, y lo que este pensando Ud. desprevenido lector se puede convertir en las peores impresiones de un ensayo formal. No tengo licencia para decir este tipo de cosas, no tengo la agradecida osadía que le reconocen a Virginia Woolf, ni la admiradísima ironía de Wilde, mucho menos el alcance de sus nombres. Pero, que más da, la luz de esta vela cibernética que no parece agotarse aún, la infertilidad se pronuncia en un paseo por la ciudad.

Mientras el transporte público me regalaba atisbos visuales de las calles amarillas, vivas pero cojas, me convencía de que este intento de urbe estaba dividido en partículas fachosas (de facha) y lujosas, como una bola de mercurio presionada contra la piel se disuelve incontable, unas partes de la ciudad se reproducen exactas en distintos lugares. Un barrio de clase media-baja en el norte de Cali, es casi igual a uno en el sur, igual de estrecho, la ropa en las ventanas, demasiadas personas en un cuarto caluroso y húmedo, donde la piel se me torna untuosa; la única diferencia es su olor. Me molestan, soy algo fóbica al bochorno, me pone de mal genio y odio este agujero. Un barrio de clase media-alta también es igual, un carro que se deja en la calle, un french puddle con moño, alcanza para el jamón y el café descafeinado, pero el agua llega con menos presión en el quinto piso. No hay nada más, los ricos son ricos, los pobres aun más. Al menos la ventana del bus era generosa.

Cali me gusta, o más bien me conformo con ella, porque me acostumbre a subsistir en sus entrañas, es la única ventana al mundo que en este momento poseo y la aprecio. Mi vista se eleva a través de estos edificios para buscar al cielo que le corresponde. Es lo que más me agrada de esta ciudad, el cielo, cuando es azul, blanco o negro, cualquier combinación es posible y agradable.

A quienes han dejado la ciudad, he preguntado si la extrañan, y dicen que a ratos, algunos sólo quisieran regresar por razones personales, es decir, familia, amigos, y el estilo de vida con el que crecieron, rumba, trago y vagancia. Entonces, ¿no tengo razón al decir que aquí hace rato no pasa nada nuevo? ¿Que se agotaron las novedades? siempre nos toca siempre el refrito más quemado de la originalidad. ¿La segunda ciudad más violenta del mundo? Esa fama ni nos va, ni nos viene, estamos habituados a todo esto, por completo familiarizados... Ahora que lo pienso, lo que necesita Cali ésta noche, es una mirada foránea, una mirada nueva que la descubra y la desnude, una mirada que no se haya cansado de verla día tras día, hueco tras hueco, puta tras puta, una Cali recién desempacada una y otra vez, evidenciando su belleza escondida y perdida por aquellos que no podemos ver si no los avances de su miseria. Alguien que venga de otra parte, un lugar no muy esplendido para que no la rechace a la primera, y mi pobre Cali se quede con los crespos hechos, lista para la conquista. Un extranjero proveniente de otra cultura, para que encuentre a los bailaderos y night clubs toda una riquísima perla sociológica, que detalle cada sucia esquina y vea su marginada nobleza. Alguien que se divierta plenamente con los espectáculos circenses y callejeros mientras espera el cambio de semáforo, que aprecie el abundante servicio de limpia-vidrios creyendo que es una ciudad muy graciosa y amable. Necesitamos una mirada que sepa que esta no es su casa, que aquí no tiene ni padre ni madre, y que la vea, de verdad la vea.

Seguramente ese hombre en el asiento junto a la puerta estaría de acuerdo conmigo en que Cali tuviera momentos de gloria en los ojos ajenos, un visitante no se quedaría dormido de esa forma tan desparramada en el trayecto, no por desconfiado (aunque debería estarlo) si no por curioso y voyerista, se sentiría atraído por las fugaces imágenes que se ven pasando, como el preámbulo de un documental amarillista.

Que bien se veían esos gringos caminando por el centro, completamente rojos por el sol y vestidos como si estuvieran en la playa, observando todo con esa parsimonia, tomando fotos a lo que para mi ya no existe, y lo mejor, hablando con la gente como si fuera la más fascinante del mundo, como si cada palabra que ellos no logran comprender del todo fuera un mágico conjuro sudaca, la más excitante entrevista. Me gustaría ser ellos por un ratito, haber si acepto el flirteo de estas vacías avenidas.

Cuando ya me tocaba bajarme, me dieron ganas de pararme en mitad del pequeño pasillo del bus y decirle a mis inconscientes compañeros de ensimismamiento que se volvieran turistas por un día, que se recrearan con los afiches en la parte trasera del puesto del conductor, que los encuentren folclóricos, no ordinarios. ¡Flaco! ¿Va para Univalle? Haga de cuenta que es su primera vez con ella y trátela bien, dígale que está bonita. Les quise decir miraran el cielo y lo encontraran especial, que escucharan salsa como si fueran rusos o checoslovacos... pero no, como no soy ni histriónica, ni líder inspiradora, preferí descender como cualquiera, callada y haciendo equilibrio al frenazo. Solo ahora en esta catarsis de inacción y desgano me siento con el valor de recomendarles que se saquen los ojos tan atollados, cansados y gastados de Cali, y se pongan otros, unos forasteros, unos novatos, para verla mejor.

miércoles, 20 de julio de 2011

Entrevista a PhD. Bruce Bagley en la Universidad Icesi

Columnista A.oflodA.

Entrevista al profesor Bruce Bagley PhD, en ciencias políticas de la Universidad de California, profesor de la Universidad de Miami y Especialista en las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica con énfasis en el tráfico de drogas y los problemas de seguridad, visitó la Universidad Icesi los pasados miércoles 22 y jueves 23 de junio, para exponer sobre "Estados Unidos y el Hemisferio Occidental" y "El tráfico de drogas como un problema de la política internacional".

Además, realizó la presentación del libro: "La desmovilización de los paramilitares en Colombia. Entre el escepticismo y la esperanza" (ver), el cual fue compilado junto a Elvira María Restrepo, profesora de Estudios Internacionales de la Universidad de Miami, y en el que hace un profundo análisis al proceso de desmovilización de los paramilitares en Colombia y del marco jurídico que lo regula.

Entrevistador: Vladimir Rouvinski Post-Doctorado, Instituto de Estudios para la Paz, Universidad de Hiroshima. Ph.D y Máster, en Ciencia Política, Universidad de Hiroshima. Máster y Licenciado en Historia de Relaciones Internacionales, Universidad Estatal Irkutsk, Rusia. Además, es el Director del Centro de Investigaciones de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (CIES), Universidad Icesi.


“Limones” y “Parásitos”: lo que dice la teoría económica sobre las universidades con ánimo de lucro

Por Francisco Piedrahita.
Rector, Universidad Icesi - Cali
Julio 19, 2011.

(Descargar artículo)

Continúa la discusión en Colombia sobre la propuesta de reforma a la Ley 30 de 1992 de educación superior que ha planteado el Gobierno Nacional por medio del Ministerio de Educación. Y el tema más controversial continúa siendo la legalización del ánimo de lucro para las instituciones del sistema.

En un artículo anterior se mostró que las experiencias de otros países llevan a concluir que las Instituciones de Educación Superior con ánimo de lucro (IESAL) no cumplirían el propósito que busca el Gobierno al establecerlas. Que, según esas experiencias, las IESAL no aumentarían ni la permanencia ni la graduación con calidad del sistema de Educación Superior para millones de jóvenes que hoy no acceden a él. Se puso en evidencia cómo, en los Estados Unidos, por ejemplo, donde las IESAL tienen una historia más larga, ese tipo de institución presenta altísimas tasas de deserción, muy bajas tasas de graduación y, por la baja empleabilidad de sus graduados, incapacidad de pago para cancelar los créditos que les concede el Gobierno Federal para adelantar sus estudios. Al final, las IESAL, en ese país, venden ilusiones con programas de baja calidad y ganan muchísimo dinero a costa del generoso programa gubernamental de crédito.

En este artículo se explica, desde la teoría económica, no sólo por qué las IESAL no dan respuesta a los objetivos gubernamentales, sino cómo su autorización causaría grave daño al sistema colombiano de educación superior.

Mucha gente se pregunta, si la inversión privada con ánimo de lucro ha funcionado eficazmente en la prestación de otros servicios ¿por qué no puede funcionar bien en la educación superior? O, formulada la pregunta en términos de la ciencia económica, si el mercado es el mecanismo más eficiente para asignar los recursos de la sociedad ¿por qué no permitir que los asigne en la educación superior?

En su libro “Desarrollo como Libertad”, Amartya Sen, Premio Nobel de Economía de 1998, cita un aforismo de T.H. Huxley que dice: “Es el acostumbrado destino de las nuevas verdades empezar como herejías y terminar como supersticiones”. Y escribe a continuación “Hubo una época (…) en la que cada joven economista sabía en cuáles aspectos el sistema de mercado tenía serias limitaciones: todos los libros de texto repetían la misma lista de defectos. El rechazo intelectual al mecanismo de mercado condujo (…) a propuestas radicales para organizar el mundo de maneras muy diferentes (involucrando algunas veces poderosas burocracias y cargas fiscales inimaginables) sin un examen serio de la posibilidad de que las alternativas propuestas pudieran acarrear fallas aún más graves que las que se esperaba que produjera el mercado (…) El clima intelectual ha cambiado muy dramáticamente en las últimas décadas y se le ha dado vuelta al tablero. Ahora se supone normalmente que las virtudes del mecanismo de mercado son tan penetrantes que sus restricciones parecen no importar. Un conjunto de prejuicios ha dado paso a otro (…) La fe sin cuestionamientos de ayer se ha convertido en herejía y la herejía de ayer es ahora la nueva superstición” . Este es el caso de la propuesta de reforma a la educación superior colombiana. Se quiere imponer la superstición del mercado y las utilidades como solución mágica a sus problemas. Y, según Sen, Cualquier señalamiento de los defectos del mecanismo de mercado parece ser, en estos días, extrañamente anticuado.” Pero, como continúa el citado texto, “La necesidad del escrutinio crítico de las preconcepciones estándar y de las actitudes político-económicas es más urgente que nunca” (1).

En efecto, la misma ciencia económica ha demostrado cómo el mercado es el mejor mecanismo de asignación de los recursos escasos de la sociedad cuando ese mercado se aproxima a uno de competencia perfecta. Y cómo, en esas circunstancias, las utilidades generadas por las empresas son legítimos indicadores de buen desempeño. Pero ha demostrado también cómo ese mercado puede no sólo no funcionar eficientemente, sino ser un mecanismo dañino, cuando se dan en él ciertas circunstancias, ciertas “fallas de mercado”.

Sin entrar en discusiones ideológicas sobre la mercantilización de la educación superior, hay que anotar que en este mercado se presentan tres de esas “fallas”:

  1. Primera, la educación superior es, al menos en alguna de sus funciones, un bien público;

  2. Segunda, la educación superior, como servicio educativo, produce “externalidades” positivas;

  3. Tercera, el mercado de la educación superior presenta siempre, y particularmente en Colombia, un altísimo grado de asimetría de información.

Los economistas, desde Paul Samuelson, Premio Nobel de Economía de 1970, definen el bien público como un bien que es “no rival y no excluyente”; eso significa que su uso por una persona no lo merma y no impide el uso por otras personas y que está disponible para todos. La iluminación de las calles, un faro en la costa y la defensa nacional son ejemplos típicos de bienes públicos. De la misma manera, se puede decir que el nuevo conocimiento o el avance del conocimiento existente realizado por medio de la investigación y publicado es un bien público producido por la Universidad. También reconocen muchos como un bien público la capacidad crítica de la universidad.

De los procesos formativos de calidad se puede decir que son “excluyentes”, que no están al alcance de todos y por lo tanto no son bienes públicos puros. Pero se reconoce ampliamente que generan muy importantes “externalidades” positivas para la sociedad; es decir, que generan una serie de beneficios sociales que van mucho más allá de los beneficios privados que se llevan los estudiantes. La buena educación superior afecta positivamente los procesos democráticos, la economía regional, la convivencia, etc.

Tanto en el caso de la provisión de bienes públicos puros como cuando hay “externalidades”, donde las acciones de un individuo tienen impactos en otros, por los cuales estos no pagan o no son compensados, los mercados no funcionan bien. Cuando las externalidades son positivas, se presenta con frecuencia el fenómeno denominado, en inglés, del “free-rider”; que se podría traducir del “polizón”, del “aprovechado”, o, mejor, del “parásito”. En nuestro caso, puesto de la manera más simple, las IESAL, que serían medidas por su rentabilidad y que sabrían que no podrían ser excluidas de consumir o compartir los beneficios de los bienes públicos y las externalidades positivas generadas por las buenas universidades en el sistema de educación superior del que harían parte, no tendrían ningún incentivo para contribuir en su producción. Al contrario, en la medida en que las IESAL comenzaran a prevalecer, por el hecho de tener que competir con ellas en condiciones desiguales, las buenas universidades privadas sin ánimo de lucro reducirían la producción de los bienes públicos y de las “externalidades” mencionadas.

La intención de este artículo es concentrarse más en la tercera “falla de mercado” que se encuentra en la de la educación superior: la de la asimetría de información.

Se dice que en un mercado existe información asimétrica cuando una de las partes que intervienen en una compraventa no cuenta con la misma información que la otra sobre el producto o servicio objeto de la compraventa. La información asimétrica conduce a una “falla de mercado” y produce un resultado económico ineficiente. La información asimétrica crea incentivos para que el que tiene más información le haga trampa al que tiene menos.

George Akerlof, economista estadounidense, compartió el premio Nobel de Economía de 2001 con Joseph E. Stiglitz y Michael Spence, principalmente por su trabajo sobre el impacto de la asimetría de información en el funcionamiento de los mercados. Su artículo más conocido es “The Market for Lemons: Quality Uncertainty and the Market Mechanism”, que podría traducirse como “El Mercado de los ‘limones’ (así llaman en los EEUU a los carros de segunda mano que parecen buenos pero están en mal estado): incertidumbre de calidad y el mecanismo de mercado”. En ese artículo demuestra el efecto perverso del desconocimiento, por parte de los compradores, de cuáles son los carros de segunda buenos y cuáles los malos cuando quieren comprar uno; como hay mucha incertidumbre y los compradores pueden ser fácilmente engañados, se llega en el mercado a un precio medio, no atractivo para los que ofrecen los mejores carros, quienes terminan saliéndose de él. Al bajar la calidad promedio de la oferta, se recalculan los precios en un nivel más bajo y sale del mercado el siguiente grupo de mejores; el proceso continúa, en ciclos similares, hasta que sólo quedan disponibles los ‘limones’, los peores carros.

En educación superior, la información asimétrica se presenta porque el vendedor del servicio conoce mucho más y mucho mejor lo que quiere vender que el comprador. Y puede inclinarse a engañarlo. Ya en 1980, en un artículo seminal, Henry Hansmann (2) identificó la racionalidad legal y económica para la existencia de las organizaciones sin ánimo de lucro con las situaciones en las cuales, por asimetrías de información, los compradores son altamente vulnerables al oportunismo de los vendedores. Por esta vulnerabilidad, dice Gordon C. Winston, profesor de Economía de Williams College, en los EEUU, “…se habla de estos mercados como ‘mercados de confianza’. La característica de ‘sin ánimo de lucro’ de los proveedores promueve un comportamiento honesto que sacrifica rentabilidad y justifica la confianza. Por la disminución de incentivos para el comportamiento oportunista, las entidades sin ánimo de lucro son las proveedoras preferidas… ellas aumentan la probabilidad y la confianza de donantes y compradores de estar obteniendo aquello por lo que están pagando, tendiendo a compensar las fallas contractuales inherentes a esos mercados asimétricos”.

Las diferencias de información se originan en la característica más importante del servicio mismo de la educación superior; no se trata de algo que se recibe y se utiliza inmediatamente, como la telefonía celular o el transporte aéreo, servicios en los que, al final del uso, se tiene bastante claridad sobre la calidad de lo recibido. La educación superior consiste en un proceso de formación personal que dura varios años y cuyos efectos se aprecian a lo largo de la vida del que la recibe. Y, una vez se toma la decisión de empezar estudios en una institución, no es fácil cambiarse a otra. En esto coincide Winston: “La gente que invierte en capital humano mediante una compra de educación superior, no sabe lo que está comprando, y no sabrá y no puede saber lo que ha comprado, hasta cuando ya es demasiado tarde para hacer algo al respecto”.

El mismo Hansmann, ya citado, determinó la característica clave legal y económica de las entidades sin ánimo de lucro: la “restricción de no distribución” (2). Esas entidades no tienen dueños; son dueñas de sí mismas. Pueden tener superávit en sus operaciones; pero deben reinvertirlo en esas operaciones; legalmente no pueden distribuir ese superávit a nadie; eso contrasta con las empresas que reparten sus utilidades entre sus accionistas. Tanto Hansmann como Winston reconocen que la “restricción de no distribución” se puede eludir con procedimientos tramposos como precios de transferencia inflados en la compra de insumos; o como pagos camuflados de gastos particulares de algún administrador. Y se sospecha que entre las instituciones de educación superior (IES) de Colombia, varias, quizá muchas, incurren en estas prácticas. El punto no es, como dice Winston “que la organización sin ánimo de lucro no tenga sus propios problemas, sino, más bien, que la ‘restricción de no distribución’ sirve para reducir el incentivo que el proveedor con ánimo de lucro tiene para abusar del comprador parcialmente informado”. Evitar y sancionar las aberraciones que puedan presentarse entre las IES colombianas sin ánimo de lucro debe ser parte de la tarea de inspección y vigilancia del Gobierno.

Existen diversas fuentes específicas de asimetría de información en la educación superior. En todos los casos la institución que ofrece el servicio tiene mucha más información que el estudiante que considera matricularse en ella o sus padres.

Algunas fuentes tienen que ver con qué enseña la institución y por qué: el plan de estudios y sus diversos componentes; los objetivos de aprendizaje (si los hay); los objetivos de desarrollo de competencias (si los hay); los objetivos de fortalecimiento de valores (si los hay). Para hacer las cosas aún más difíciles, estos planes de estudio y estos objetivos no son necesariamente los que quisieran el estudiante o sus padres. Hace unos años, en la tapia exterior del Hospital Psiquiátrico de Cali apareció un grafiti que decía: “Este es el único sitio donde el cliente no tiene la razón”. Tal vez en los programas de pregrado universitarios “el cliente no siempre tiene la razón”. Si el estudiante tuviera siempre la razón, el núcleo común a todos los planes de estudio de programas de pregrado de la Universidad Icesi probablemente no incluiría una serie de electivas en humanidades, ciencias sociales y ciencias naturales, ni un curso de lógica, ni otros componentes que la institución ha considerado importantes para cumplir sus objetivos de formación integral.

Otra fuente de asimetría tiene que ver con cómo enseña la institución y cuáles son sus condiciones de calidad. ¿Cómo aprende la gente? La pedagogía, la psicología, la filosofía de la educación y otras ciencias han producido al respecto, en las últimas décadas, una gran cantidad de conocimiento que no ha sido adoptado mayoritariamente por las instituciones educativas y es desconocido para la gran mayoría de aspirantes y padres de familia. ¿Se usan estrategias de aprendizaje activo? ¿O se recurre básicamente a la cátedra magistral? ¿Qué dotación de laboratorios de diverso tipo tiene la institución y cómo se emplean? ¿Cómo se usan las tecnologías de información y comunicaciones? ¿Qué opciones hay de participar en proyectos de investigación? ¿Cómo son las oportunidades de internacionalización? Además ¿cuál es el nivel de exigencia en el estudio?

Y, más allá del aula ¿qué ofrece la institución en materia de programas de bienestar estudiantil? ¿Deportes, artes, apoyo personal, etc.? ¿Cómo interactúan los estudiantes entre sí? ¿Y con sus profesores? Y, en general ¿cuánto se gasta la institución en la formación de sus estudiantes?

La otra fuente muy importante de asimetría en información tiene que ver con los resultados de la formación de los estudiantes. La institución conoce cómo les va a ellos en las pruebas Saber Pro; y conoce, o debería conocer, cómo les va a sus egresados en la búsqueda de su primer empleo e, idealmente, en el desarrollo de sus carreras profesionales. Esa información casi nunca llega al público.

Después del libertinaje que se dio en la educación superior colombiana una vez se expidió la Ley 30 de 1992, se presentó, al comenzar el nuevo siglo, un cambio de paradigma. Era un paradigma de calidad y transparencia: se establecieron los ECAES, hoy Saber Pro, para los estudiantes próximos a egresar; se fortaleció la Acreditación de Alta Calidad y se inició la Acreditación Institucional; se diseñó el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (SNIES); se empezó a exigir el Registro Calificado; se organizó el Observatorio Laboral; se reorganizaron el ICFES y el Ministerio de Educación Nacional (MEN) y se creó el Vice-ministerio de Educación Superior. Esas y otras medidas debían asegurar el mejoramiento de la calidad de programas e instituciones y, en teoría, dar más transparencia al sistema de educación superior; al mercado, si se quiere, de educación superior.

El primer objetivo, el de aseguramiento de calidad, se ha venido cumpliendo paulatinamente para muchas instituciones del sistema; las medidas del MEN se vieron complementadas con las que tomó COLCIENCIAS para medir la cantidad y calidad de producción intelectual de las universidades. La mayoría de las instituciones han venido mejorando sus condiciones de calidad durante toda la última década; y se detuvo la apertura indiscriminada de sedes y programas.

El objetivo de aumentar la transparencia del sistema no se ha cumplido. En 2005, un documento del Departamento Nacional de Planeación decía: “A pesar de las reformas propuestas por el Ministerio de Educación Nacional, tales como el Observatorio del Mercado Laboral, y las mejoras realizadas a sistemas de información tales como SNIES, el mercado de educación superior de Colombia aún experimenta una condición ineficiente de información asimétrica” Seis años después, se puede decir lo mismo. Con excepción de la información sobre acreditación de alta calidad, que está disponible para el público y es profusamente anunciada por las instituciones que la poseen, aunque poco comprendida por aspirantes y padres, la información de los demás mecanismos es escasa, difícil de obtener y confusa. El SNIES ofrece poquísima información y se mantiene desactualizado. El observatorio laboral es muy poco conocido y su sitio Web es muy difícil de navegar para obtener alguna información valiosa. El ICFES ha venido realizando hace varios años grandes esfuerzos para hacer más oportuna, eficiente y pertinente la evaluación de competencias en las ahora obligatorias pruebas Saber Pro. Pero sus informes son de una complejidad inmensa. Si un aspirante o un padre de familia quieren comparar, por ejemplo, los resultados en Saber Pro de 2010 de dos programas de Contaduría, de dos instituciones de diferente tamaño, debe abrir y tomar datos de más de 70 páginas del sitio Web del ICFES.

Por todo lo anterior, enfrentados a decenas de opciones y con muy poca información disponible, es muy difícil para aspirantes a estudios de educación superior y para sus padres tomar decisiones acertadas. Y, en esas circunstancias, es muy fácil para las IESAL, con sus inmensos gastos de mercadeo y ventas (del orden del 25% de sus ingresos, según muchos informes orientar la demanda hacia sus programas). Si las predicciones del modelo del Premio Nobel Akerlof se cumplieran, las mejores instituciones paulatinamente saldrían del mercado y la educación superior privada colombiana quedaría en manos de “limones”. Y, como las IESAL, por su ánimo de lucro, como se vio atrás, no tienen interés en la generación de los bienes públicos ni de las externalidades positivas de la educación superior, se comportarían como “free-riders” o “parásitos”. En el peor de los escenarios, la educación superior privada de Colombia quedaría en manos de “limones” y “parásitos”.

Referencias

  1. Piedrahita, Francisco, “Instituciones de educación superior con ánimo de lucro: historias tristes de otros países”. Revista Javeriana, Junio, 2011. Ver desde http://www.estudiantesdedoxa.com/2011/06/universidades-con-animo-de-lucro.html/

  2. Sen, Amartya, “Development as Freedom”. Alfred A. Knopf, New York, 1999

  3. Samuelson, Paul A., “The Pure Theory of Public Expenditure”, Review of Economics and Statistics 36, 1954. Descargado en Julio 11 de 2011 de
    http://www.econ.ucsb.edu/~tedb/Courses/UCSBpf/readings/sampub.pdf

  4. Tilak, Jandhyala B. G., “Higher education: a public good or a commodity for trade?” Keynote Address, 2nd Nobel Laureates Meeting in Barcelona, December, 2005. Descargado en Julio10 de 2011 de http://www.friends‐partners.org/utsumi/Global_University/Global%20University%20System/List%20Distributions/
    2005/MTI1721_12‐15‐05/Barcelona%20II%20Nobel%20Meeting%20‐‐
    %20Higher%20Education%20as%20a%20Public%20Good.pdf

  5. Akerlof, George A., “The market for ‘lemons’: quality uncertainty and the market mechanism”. The Quarterly Journal of Economics. Vol. 84, No. 3. August 1970. Descargado en Julio 10 de 2011 de http://www.iei.liu.se/nek/730g75/artiklar/1.254507/AkerlofMarketforLemons.pdf

  6. Hansmann, Henry. “The Rationale for exempting Nonprofit organizations from Corporate Income Taxation”.Yale Law Journal. November, 1980.

  7. Winston, Gordon C. “Susidies, Hyerarchy and Peers: the awkward economics of Higher Education, Journal of Economic Perspectives, Winter, 1999. Descargado en Julio 12 de 2011 de
    http://web.missouri.edu/~podgurskym/Econ_4345/syl_articles/winston%281999%29.pdf

  8. Orozco, María Otilia. “Colombia’s Higher Education Quality Control System and potential for further development”. Archivos de Economía, Departamento Nacional de Planeación. Documento 290, Agosto de 2005. Descargado en Julio 12 de 2011 de http://www.dnp.gov.co/PortalWeb/Portals/0/archivos/documentos/DEE/Archivos_Economia/290.pdf

  9. Ver, por ejemplo, el programa de televisión College, Inc., de la cadena pública PBS de los EEUU, en: http://www.pbs.org/wgbh/pages/frontline/collegeinc/etc/synopsis.html

jueves, 14 de julio de 2011

Fuego Cruzado: Retrato de una sociedad sumergida en la violencia

Columnista Margarita Rosa Silva.
Reseña sobre el libro de Marcela Turati Fuego cruzado.

Como el más fino bisturí que disecciona un cuerpo y lo explora hasta el fondo de sus entrañas, así se sumerge Marcela Turati en la realidad actual de la violencia en México con su libro Fuego Cruzado. Las víctimas atrapadas en la guerra del narco. (Editorial Grijalbo, enero de 2011).

Esta mexicana, reportera de la revista Proceso y finalista del Premio de Periodismo Narrativo de la FNPI y Cemex, dedicó más de un año a la investigación de la llamada “guerra contra el narco” en México, durante el sexenio del presidente Felipe Calderón. Habla sobre un gobierno que ha desatado la violencia en todo el país, donde las principales víctimas son los civiles.

Así, este libro escrito a manera de crónica se centra en las historias de unas víctimas que, (como ella misma afirma) tan sólo esperan ser escuchadas. Por eso, Turati decidió escribir sobre esas víctimas que reflejan el verdadero conflicto de la violencia en México: el involucrar inocentes en una guerra que está desintegrando la sociedad y dejando huellas imborrables en cada rincón del país.

Y es precisamente éste el valor de la obra. Es humana, cercana y real. Es un retrato de una sociedad cegada por la indiferencia, la costumbre y el miedo ante una situación que, aunque es difícil, resulta más fácil pasar por alto que confrontar. Es un espejo crudo donde la autora no solo refleja una realidad indignante y dolorosa, sino que se pone ella misma al desnudo, como periodista investigativa, pero sobre todo, como ser humano que siente y vive, que se conmueve y se preocupa por la situación de su país.

“Como si una máquina de matar hubiera sido activada y produjera cadáveres en serie, la nuestra escupe un promedio de 20 cadáveres por día, imparable, sin descanso, sin lógica.”(Capítulo I, pág 27) Así, estremecedoras, impactantes y dolorosas son las metáforas que Marcela Turati utiliza en su libro, para plasmar como en un lienzo aquellas historias y hechos de la realidad que busca reflejar. Es amplia en descripciones, metáforas y recursos literarios, que se contrastan con datos, cifras y estadísticas, logrando un equilibrio donde periodismo y arte se alían para generar un impacto conmovedor en el lector y darle vida a esos personajes tan humanos, sumergidos en el dolor.

Es el poder de esas historias el que llega hasta los tuétanos del libro. Son relatos que hablan de niños, de madres, de esposos, de amigos, de todos aquellos inocentes que a diario mueren por enfrentamientos de narcos y de gobierno. Y son los cadáveres quienes cobran vida a través de los capítulos de Turati: son despojos humanos que reflejan las estrategias de tortura, los crímenes impunes, las barbaridades y los alcances de los narcos, que son actores de una situación con un léxico propio y hasta programas televisivos que convierten en un espectáculo la situación ― que va en crescendo y parece no tener fin.

Podría decirse que esta obra se convierte en un texto casi obligado para todo mexicano, en tanto busca despertar del coma a una sociedad que, aunque inconforme, prefiere callar por miedo o por resignación. Es una sociedad que no se da cuenta de que el silencio termina por ser la peor arma contra unas víctimas desamparadas y olvidadas y que, a diario, van en escalofriante aumento.

Si usted, respetado lector, aún no se da cuenta de ello, puede que la lectura de ésta cruda realidad lo ayude a reaccionar y a actuar al respecto, antes de que la víctima esté en su círculo social o incluso sea usted.

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