miércoles, 21 de septiembre de 2016

El reto: la capacidad del Estado

Por Sebastián Acosta Zapata.

Tal y como parecen indicar las encuestas, sondeos de opinión y el fervor de jóvenes, mujeres, madres, hombres, indígenas, afro descendientes, campesinos y demás, el 2 de octubre va a ser una fecha histórica para la política y la sociedad colombiana, se van a refrendar los acuerdos logrados entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP, con toda convicción vamos a votar SÍ. Los colombianos revestiremos de legitimidad esa negociación y nadie podrá, después, quitárnosla de las manos.

No obstante hay muchísimos retos, uno de ellos es la capacidad institucional del Estado colombiano. Éste ha sido un país que no ha podido responder de forma clara, oportuna y precisa a los fenómenos y necesidades de su población. No pudo responderle a los campesinos de Caldas y Tolima hace 52 años y se formó la guerrilla de FARC-EP; no pudo defender a los ganaderos y terratenientes del Urabá Antioqueño de esa guerrilla y se formaron los paramilitares; no pudo controlar amplias extensiones de tierra, ni sus fronteras y nacieron los narcotraficantes. Entonces, la historia reciente de Colombia, para no irme tan atrás, ha sido de debilidad institucional.

Por eso, el Estado que viene y que debemos construir entre todos porque el “Estado somos todos”, debe ser un ente político capaz de defender y proteger a los que están amenazados, ser capaz de ampliar la democracia sin que sea un riesgo pensar diferente, invertir en el campo con proyectos ambiciosos como lo son el mejoramiento de vías terciarias, la tecnificación de las siembras, el catastro rural, y las garantías de no repetición de este conflicto. Además debe mirar los grandes cinturones de miseria en las ciudades y responderle a tiempo a la desigualdad, la pobreza, la inseguridad y la violencia urbana.

EL 2 de octubre es el comienzo de la construcción de un país que no se ha logrado definir ni descubrir. Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla son muy diferentes a Bojayá, Buenaventura, Toribio, El Salado, Mapiripán, entre otros tantos municipios que han sufrido este conflicto armado que se pretende parar. Y el objetivo del Estado es hacer buena presencia en el último grupo de estas poblaciones mencionadas, lograr que todos los colombianos nos identifiquemos como una nación, más allá de los partidos de la Selección de Fútbol.

El Estado debe garantizar democracia, salud, educación, seguridad y empleo a los que el mercado ha olvidado. Y eso es un proyecto a largo plazo. El país se debe fortalecer en lo político y administrativo, y mirar el post-conflicto o post-acuerdo como una oportunidad para creer que ser colombiano significa algo más que violencia, droga, narcotráfico, guerrilla, autodefensa y corrupción.

Y para terminar es necesario tratar el punto, tal vez el más preocupante, de la corrupción. El Estado Colombiano del futuro no puede permitir que sus jóvenes se sigan matando en peleas de pandillas en las barriadas informales de las ciudades porque la asistencia social, la salud, la educación y la posibilidad de tener empleos dignos se la robaron unos pocos. En el futuro ni los niños y niñas de La Guajira y el Chocó se pueden seguir muriendo de hambre porque hay politiqueros que usan el ICBF como un fortín electoral y una caja menor. Y Colombia en el futuro debe tener unas instituciones fuertes y blindadas frente a los vínculos que puedan existir con la delincuencia y la criminalidad, no pueden haber alianzas nefastas entre miembros de la fuerza pública y traficantes –de lo que sea–.

Luego del 2 de octubre el próximo enemigo que hay que derrotar es la corrupción que genera pobreza, desigualdad, violencia e inseguridad.

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