El
22 de noviembre de 2012, realice esta entrevista. Era una tarde no sé si
soleada o nublada, el lugar: su casa –la de la entrevistada-. Fue una
entrevista corta, de unos 30 minutos más o menos, e interrumpida por su perra,
su mamá y su hermana. Para ella era la primera vez que alguien la
“entrevistaba” en relación a su trabajo. También, para mí era la primera vez
que realizaba una entrevista relacionada con mi proyecto de grado, aunque no la
hice específicamente para mi pdg sino para una clase en la que el objetivo era
entrevistar a un trabajador flexible, con pautas ya establecidas.
A
ella, la llamaré Manuela. Hace años conozco a Manuela, vive en mi barrio, no
recuerdo exactamente cuando la conocí pero recuerdo que fue porque me ofreció
los productos que vendía. Manuela tiene 50 años, es pensionada (con un salario
mínimo), ha sido trabajadora independiente toda su vida. Su pensión le permite
tener cierta estabilidad económica, y su labor como vendedora le da algunos
ingresos extras. Lo suyo son las ventas, ha vendido huevos, toda clase de arreglos
y accesorios para el hogar y productos de belleza. Es vendedora por catálogo
desde hace 15 años, empezó vinculándose como vendedora con la compañía L´Ebel y
después se vinculó a Avon, hace aproximadamente 8 años. Es una mujer amable,
simpática, de pocas palabras y sobre todo perseverante. De este último valor se
deriva su éxito como vendedora.
Escogí
a Manuela por su trabajo como vendedora por catálogo, como vendedora hace parte
del sector tercerizado de la economía, su labor es la externalización de la
distribución. La distribución de unos productos que ella no elabora y que no
conoce como son elaborados. Es una trabajadora flexible, no sólo porque posee
un empleo parcial y precario sino por que encarna las tres características que
Sennet (2000) hace de la flexibilidad interna: Flexibilidad en el lugar del
trabajo; en el tiempo de trabajo; y, en el contrato de trabajo.
Además
desafía el esquema clásico de un trabajador de tipo fordista/taylorista, que se
caracteriza por poseer formas de contratación formales (es decir, que está sujeto
a seguridades sociales), sujeto a tiempos regulados, a un lugar determinado de
trabajo, en el que las jornadas distinguen tiempo libre y tiempo de trabajo,
con formas de organización jerárquicas y en el que permanece para el trabajador
la idea de un trabajo estable y duradero. Por el contrario, el tipo de trabajo de Manuela desafía
este esquema clásico, debido a la flexibilidad y precariedad en las condiciones, procesos y relaciones de
la actividad laboral, su trabajo no está sujeto a un lugar y horario
determinados, ella entrega pedidos, asiste a las reuniones y sale a cobrar en
las mañanas y en las tardes a diferentes horas, en los diferentes días de la
semana, se dirige a diferentes lugares (en los que viven o trabajan sus
clientes) tal vez frecuentes pero nunca totalmente estables y regulares. Manuela no tiene una forma de contratación
formal, ni está vinculada al sistema de seguridades sociales, firmó un contrato
en él que acepta estar vinculada a una empresa pero en el que ese vínculo sólo
le asegura a ella que puede realizar pedidos, que debe recibirlos y lo más
importante que debe pagar por ellos en un determinado lapso de tiempo. Su
trabajo se mezcla con la vida cotidiana de tal manera que parece difícil hacer
una distinción clara entre “tiempo libre” y “tiempo de trabajo”,
El
sentido que le otorga Manuela a su trabajo se deriva del sustento económico que
este le permite suplir, vender significa para ella “ganar plata” y premios que
“sirven para la casa pues uno los vende y se gana una plata extra”. Procura
hacer pedido cada campaña (es decir, cada vez que sale un catalogo nuevo). Le
motivan la calidad de los productos y los premios que recibe, y al mismo tiempo
le desmotivan los clientes que no pagan o se demoran en pagar. Pero también
para Manuela este trabajo es una forma de entretenerse, de mantenerse ocupada,
de tener algo que hacer: “a veces me da rabia y digo hasta aquí llego, no más!
Pero vuelvo y digo pero yo que me quedo haciendo, no, sigamos”.
Se
siente a gusto con su trabajo y se considera una “buena trabajadora” porque
ella “sabe vender, llegar al cliente y sabe que necesita y por ahí se va
metiendo…”
Lo más importante es que
Manuela es feliz y se siente satisfecha con su labor aunque quisiera que
algunas cosas cambiaran, como la estabilidad económica deriva de este trabajo y
el porcentaje de las ganancias que recibe por vender. Se proyecta en el futuro
como vendedora por catalogo “porque es bueno, por lo menos que uno sale aunque sea a
hablar, es una forma de integrarse.”
Sennett, Richard. 2000. La
Corrosión del Carácter, las consecuencias personales del trabajo en el nuevo
capitalismo. Barcelona, Editorial Anagrama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario