jueves, 28 de febrero de 2013

Manuela

Por/Mónica Castillo.
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El 22 de noviembre de 2012, realice esta entrevista. Era una tarde no sé si soleada o nublada, el lugar: su casa –la de la entrevistada-. Fue una entrevista corta, de unos 30 minutos más o menos, e interrumpida por su perra, su mamá y su hermana. Para ella era la primera vez que alguien la “entrevistaba” en relación a su trabajo. También, para mí era la primera vez que realizaba una entrevista relacionada con mi proyecto de grado, aunque no la hice específicamente para mi pdg sino para una clase en la que el objetivo era entrevistar a un trabajador flexible, con pautas ya establecidas.

A ella, la llamaré Manuela. Hace años conozco a Manuela, vive en mi barrio, no recuerdo exactamente cuando la conocí pero recuerdo que fue porque me ofreció los productos que vendía. Manuela tiene 50 años, es pensionada (con un salario mínimo), ha sido trabajadora independiente toda su vida. Su pensión le permite tener cierta estabilidad económica, y su labor como vendedora le da algunos ingresos extras. Lo suyo son las ventas, ha vendido huevos, toda clase de arreglos y accesorios para el hogar y productos de belleza. Es vendedora por catálogo desde hace 15 años, empezó vinculándose como vendedora con la compañía L´Ebel y después se vinculó a Avon, hace aproximadamente 8 años. Es una mujer amable, simpática, de pocas palabras y sobre todo perseverante. De este último valor se deriva su éxito como vendedora.

Escogí a Manuela por su trabajo como vendedora por catálogo, como vendedora hace parte del sector tercerizado de la economía, su labor es la externalización de la distribución. La distribución de unos productos que ella no elabora y que no conoce como son elaborados. Es una trabajadora flexible, no sólo porque posee un empleo parcial y precario sino por que encarna las tres características que Sennet (2000) hace de la flexibilidad interna: Flexibilidad en el lugar del trabajo; en el tiempo de trabajo; y, en el contrato de trabajo.
Además desafía el esquema clásico de un trabajador de tipo fordista/taylorista, que se caracteriza por poseer formas de contratación formales (es decir, que está sujeto a seguridades sociales), sujeto a tiempos regulados, a un lugar determinado de trabajo, en el que las jornadas distinguen tiempo libre y tiempo de trabajo, con formas de organización jerárquicas y en el que permanece para el trabajador la idea de un trabajo estable y duradero. Por el  contrario, el tipo de trabajo de Manuela desafía este esquema clásico, debido a la flexibilidad y precariedad  en las condiciones, procesos y relaciones de la actividad laboral, su trabajo no está sujeto a un lugar y horario determinados, ella entrega pedidos, asiste a las reuniones y sale a cobrar en las mañanas y en las tardes a diferentes horas, en los diferentes días de la semana, se dirige a diferentes lugares (en los que viven o trabajan sus clientes) tal vez frecuentes pero nunca totalmente estables y regulares.  Manuela no tiene una forma de contratación formal, ni está vinculada al sistema de seguridades sociales, firmó un contrato en él que acepta estar vinculada a una empresa pero en el que ese vínculo sólo le asegura a ella que puede realizar pedidos, que debe recibirlos y lo más importante que debe pagar por ellos en un determinado lapso de tiempo. Su trabajo se mezcla con la vida cotidiana de tal manera que parece difícil hacer una distinción clara entre “tiempo libre” y “tiempo de trabajo”,

El sentido que le otorga Manuela a su trabajo se deriva del sustento económico que este le permite suplir, vender significa para ella “ganar plata” y premios que “sirven para la casa pues uno los vende y se gana una plata extra”. Procura hacer pedido cada campaña (es decir, cada vez que sale un catalogo nuevo). Le motivan la calidad de los productos y los premios que recibe, y al mismo tiempo le desmotivan los clientes que no pagan o se demoran en pagar. Pero también para Manuela este trabajo es una forma de entretenerse, de mantenerse ocupada, de tener algo que hacer: “a veces me da rabia y digo hasta aquí llego, no más! Pero vuelvo y digo pero yo que me quedo haciendo, no, sigamos”.
Se siente a gusto con su trabajo y se considera una “buena trabajadora” porque ella “sabe vender, llegar al cliente y sabe que necesita y por ahí se va metiendo…”
Lo más importante es que Manuela es feliz y se siente satisfecha con su labor aunque quisiera que algunas cosas cambiaran, como la estabilidad económica deriva de este trabajo y el porcentaje de las ganancias que recibe por vender. Se proyecta en el futuro como vendedora por catalogo “porque es bueno, por lo menos que uno sale aunque sea a hablar, es una forma de integrarse.”
Sennett, Richard. 2000. La Corrosión del Carácter, las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona, Editorial Anagrama.

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