Columnista Nibega.
Como no es casualidad, pero suele tomarse de tal manera. Cada fin de semana, en especial días como viernes y si es muy sociable esta casualidad inicia los jueves. ¿qué inicia? La incertidumbre suerte de que una noche o tarde el encendedor escape de tus manos o del bolsillo si éste tiende a ir en busca de aventuras.
Cada viernes es necesario entonces cargar con un estuche o dispositivo de almacenamiento capaz de albergar la cajetilla con sus respectivos cigarrillos más un encendedor y tener cuidado con esto: que aquel aparato productor del fuego para tu bienestar social no sea llamativo a las manos ajenas. Que aquel aparato cargue con su liquido inflamable, el suficiente para aguantar como mínimo ese día, tarde, noche, madrugada o como se le venga en gana.
Mantén los bolsillos bien asegurados para el caso en el que no exista la forma de guardar consigo un estuche, tener la cuenta clara sobre lo qué se lleva dentro de cada bolsillo, sin rotos, sin excesos y con un balance preciso de sus utensilios. Cada cigarrillo es una oportunidad para ver perdido tu fuego. Prestarlo es de lo más peligroso para extraviarlo, más cuando se hace caso omiso a mi aviso sobre el tipo de encendedor.
Cabe entender que los fatídicos acontecimientos de aquellos días van a atentar contra la existencia o la capacidad de mantener el fuego por esas caladas entre charlas, caminatas o en mitad de alguna fiesta en la que muy seguramente te has de cruzar.
Por lo tanto no importa la tecnología que uses para protegerlo, su capacidad de fuga superará las habilidades, el entusiasmo y la energía que se imponga, por lo tanto es siempre necesario guardar en la billetera o un billete de Jorge Eliecer Gaitán (para Colombia) o un cerillo el cual yo lo llamo el de la guerra, si eres precavido guardarás tres cerillos y los mil pesos para un encendedor.
Cada viernes es necesario entonces cargar con un estuche o dispositivo de almacenamiento capaz de albergar la cajetilla con sus respectivos cigarrillos más un encendedor y tener cuidado con esto: que aquel aparato productor del fuego para tu bienestar social no sea llamativo a las manos ajenas. Que aquel aparato cargue con su liquido inflamable, el suficiente para aguantar como mínimo ese día, tarde, noche, madrugada o como se le venga en gana.
Mantén los bolsillos bien asegurados para el caso en el que no exista la forma de guardar consigo un estuche, tener la cuenta clara sobre lo qué se lleva dentro de cada bolsillo, sin rotos, sin excesos y con un balance preciso de sus utensilios. Cada cigarrillo es una oportunidad para ver perdido tu fuego. Prestarlo es de lo más peligroso para extraviarlo, más cuando se hace caso omiso a mi aviso sobre el tipo de encendedor.
Cabe entender que los fatídicos acontecimientos de aquellos días van a atentar contra la existencia o la capacidad de mantener el fuego por esas caladas entre charlas, caminatas o en mitad de alguna fiesta en la que muy seguramente te has de cruzar.
Por lo tanto no importa la tecnología que uses para protegerlo, su capacidad de fuga superará las habilidades, el entusiasmo y la energía que se imponga, por lo tanto es siempre necesario guardar en la billetera o un billete de Jorge Eliecer Gaitán (para Colombia) o un cerillo el cual yo lo llamo el de la guerra, si eres precavido guardarás tres cerillos y los mil pesos para un encendedor.
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