¡Hola! soy yo de nuevo. La loca des-genérica quien escribió hace tiempo… ¿Noviembre? ¿Diciembre? No lo recuerdo muy bien (ver). Mi memoria varía, al igual que lo hacen mis escritos junto con mis emociones... ¿A algunos de ustedes no les ha pasado que logran escribir grandes cosas en los peores momentos? Pues ese es mi caso en concreto.
Aunque para ser sincera, esto ya no se puede catalogar como emoción, sino más bien como sentimiento. Uno que me acompaña después de que la vida en un “hogar” se convirtiera en un infierno, la cárcel donde me siento como un animal enjaluado que no hace más que “acostumbrarse” a su encierro.
Lo que encontrarán a continuación son sólo pensamientos que giran en torno a ese(os) sentimiento(s); lo titulé “Carta de una hija a su madre homofóbica”, porque es exactamente lo que sucede conmigo en esto momentos. Mi situación no es la mejor, a pesar de que ella haya querido que se volviera más llevadera y “tranquila”... digamos que sin tantos aspavientos.
Sin más rodeos, los dejo con este escrito en el que sólo reflexiono sobre la tristeza, la melancolía y mis silencios...
Y tanto tú como yo nos escondemos, nos evitamos, evadimos... No hablamos. No tenemos nada de qué hablar a pesar de que no nos hemos visto desde aquella fatídica charla en la que dijiste todo, te desahogaste, mientras yo te miraba entre callada y atónita por creerme capaz de... eso.
Somos dos desconocidas bajo el mismo techo compartiendo el mismo aire pero en mundos separados, dispersos. En este momento no existo, sólo soy un pobre holograma pútrido que te pesa en la espalda y sé que se te hace un nudo en el cuello... la garganta se te cierra, la voz se te escapa y por eso me gritas.
No te culpo. Estás presa en tus esquemas, tus bocetos de "normalidad"... de dilemas raros en donde sabes que sigo siendo yo, sólo que conociendo algo de mí que algunas/algunos conocen de antemano porque muy probablemente no me juzgarían con la vara que tú has venido a hacerlo.
Dices que le darás tiempo al tiempo... que yo diluya mi estado “transitorio” para seguir mi vida desde cero. Que me aleje de todo ese mundo cuando me siento metida de lleno. Cuando me siento mejor aquí que en otra parte. Nunca me he sentido normal, menos teniendo al ejemplo perfecto de Ella. Sé que tiene sus errores y la amo así, pero hay cosas que no se le pasan a nadie, ella es MEJOR que yo. Sí. Lo es. Así todo el mundo diga que no, que también tengo cosas buenas, que soy “buena”.
Por algo la recuerdan, por algo saben qué es lo que ella quiere. Siempre ha tenido más claro que nadie quién quiere ser, para dónde quiere ir, hacia dónde volar. Yo por mi parte, cumplo el papel de oveja negra de la familia para ti: primero, desertora de una carrera que no era la mía; segundo, soy bisexual o lesbiana (la misma mierda da, según tú y tus argumentos); tercero, no he seguido las reglas, tus reglas ni las de muchos; cuarto, a duras penas si en mi familia me extrañan o saben qué putas seré un día en la vida; quinto, ¿de quién estarás orgullosa? Claramente, de mí no será; sexto, ¿te parece poco?.
¿Sabes? debiste haberme dicho que soy una puta lacónica... empero, preferiste esconderte detrás de palabras escogidas y sutiles con las que no pretendías hacer daño. O quizás ese fue el motivo de hablarme de aquella manera. “Hacerme entrar en razón”, que lo que he hecho me enterrará en el infierno... el escarnio familiar y social... es lo que te preocupa, ¿no? Para ti estoy enferma de la cabeza, del alma, del espíritu. Solo soy una pobre drogadicta, ladrona, asesina que se merece todo tu irrespeto, tus gritos, tus gestos de asco y tristeza. Sé que piensas que no criaste a una lesbiana, bisexual o lo que sea. En tu cabeza no cabe esa idea. Y te atormentas con la noción de qué pensará la sociedad en que tú, una persona hecha y derecha en el camino de la religión, pase por esto.
Pensarás que así es como te pago por lo que has hecho; después de que has luchado contra viento marea, dolor y guerra para mantenernos. Debes verme como si yo fuera un engendro endemoniado, el que necesita tu lástima, tu compasión o tus rezos. Mi sexualidad no es una enfermedad, es una opción de vida que elegí después de hacer un examen concienzudo de mí y mis sentimientos.
No me encasillo en categorías definidas... me gustan las personas, me atraen las personas extrañas, valientes, intrépidas, divertidas. Esas personas son las que me gustan. ¿Qué sentido tiene ver si tiene vagina o pene?
Los discursos biologisistas no sirven conmigo... la anatomía no es lo importante, lo principal aquí son los sentimientos. Y si no puedes entenderlo así, pues espérame un poco, dame un pequeño plazo y me largaré sin dejarte rastro de la que un día osó llamarse hija tuya, cuando puede que hasta reniegues de eso.
A duras penas me diriges la palabra, a duras penas si puedes mirarme. Pareciera que tanto asco te doy que no sos capaz de hacerme sentir persona, sino un monstruo de esos salidos de tu Biblia. No quiero tu compasión, mucho menos tu lástima, pues no estoy enferma, enfermedad el cáncer o el sida.
No invoco tu presencia, me incomoda el simple hecho de que tu amargura se note en tu discurso o argumentos. Tampoco quiero la de Ella, por eso ni siquiera le hablo. Quizás ella te mencionó algo al respecto. Y lo siento, pero por ahora, no puedo hablarle de la misma manera, ya no la busco, por eso tampoco logro encontrarla.
Odio tanto esa sensación. Esa de que me hagan sentir como una puta descarada que... qué cosas raras habrás pensado y que tu imaginación retrógrada te dejó recrear.
Igual, eso ya no importa. ¡Me quiero largar ya! Para cualquier parte, para cualquier lugar. Prefiero estar en una pocilga, antes que aguantar que personas que consideré que me amaban por encima de todo, me traten como si fuera una puta, una extraña, una enferma moral-mental.
domingo, 24 de marzo de 2013
Carta de una hija a su madre homofóbica
Por Loca Des-genérica.
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