jueves, 24 de noviembre de 2011

La ciudadanía no se queda en la cédula

Por Alejandra Galindo.

¿Indignados?... Yo los llamaría “Movimiento de rehabilitados mentales”. Ya era hora de que por lo menos unos pocos colombianos despertáramos de ese sueño sin fin, aquel que produce más aturdimiento y Alzheimer que una borrachera; lastima el efecto retardado de esta enfermedad y las consecuencias que han traído a nuestro país. La reciente ola, cabe resaltar que es emitida desde las principales potencias mundiales, ha traído un efecto positivo a Latinoamérica. Disculpen, se me olvidaba decir: ésta no fue iniciativa de los líderes políticos, el imperio norteamericano o los grandes monstruos económicos. Fueron y son personas como tú y como yo, ¡querido lector!, aquellas que critican aquel modelo neoliberal que prometía maximizar ganancias, comercializar sin restricción, la desregulación y entre otras políticas que traería verdaderos beneficios a nuestro pueblo colombiano, caso particular aplicadas por nuestros honorables ex presidentes Samper, Pastrana y Gaviria, en fin. Por lo menos, desde mi punto de vista el empobrecimiento desmedido no es algo favorable, aunque si piensa diferente lo respeto. Solo le propongo una invitación: pase por cualquier semáforo de la República de Colombia.

Pequeño pero lo tienenSi bien, nuestra apertura económica llega en los 90', desde ahí hemos sido devorados por los grandes monopolios. Solo recientemente, gracias al surgimiento de los indignados en Madrid y decenas de personas que protestaron en Roma, New York, Canadá, Chile, México, Argentina, Brasil, Uruguay, Ecuador entre otros, el movimiento ciudadano ha empezado a difuminar aquellos límites que nuestra propia mente ha ido alimentando a través de la historia por medio de discursos hegemónicos y sin fundamentos. ¡Hoy! una nueva esperanza hace escurrir mis lágrimas. Jóvenes dispuestos a cambiar el destino de una nación, a romper los esquemas de la avaricia corporativa, y, lo más sorprendente, dispuestos a exigir una verdadera democracia que por muchos años no ha sido la tiranía de la mayoría sino la de los pocos privilegiados. Razón por la cual me quito el sombrero. Es más, con tanto regocijo, estaría dispuesta a militar en el Partido Verde así nunca llegue a tener claro el destino político de mi país. Una vez más: ¡Gracias ciudadanos!, así no tengamos un ágora, somos una sola voz.

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