miércoles, 23 de noviembre de 2011

Generalmente todo florece en primavera, incluso los cedros: el Líbano y la Primavera Árabe

Por David Muñoz Aristizabal.

La Primavera Árabe ha sido todo un fenómeno en el que Occidente ha visto a su máxima otredad manifestar su intención de cambiar. De distintas formas y desde distintos actores la cuarta ola de democratización, como se le ha asumido desde diversos sectores, plantea un cambio en el orden mundial inusitado, con profundas consecuencias para la política exterior de Occidente, e incluso replanteando las relaciones entre los mismos países árabes.

Las mencionadas formas de llamar este hecho encierran varios significados. El título de “Primavera árabe” encierra una relación, por la palabra primavera, con los hechos ocurridos en mayo de 1968, bajo el estandarte de “la imaginación al poder”, y demás representaciones que propusieran el cambio, la liberación, la igualdad, la esperanza y demás valores Occidentales, alimentado ideológicamente por escuelas teóricas del cambio como el marxismo y el anarquismo, y materializado en diversas y floridas formas de movilización contra el status quo.

flickr: Protest against Erdogan's visit to Lebanon by SakoLBOtra catalogación que se hace sobre estos hechos es la de “Cuarta ola de democratización”. Esta impone sobre todas las movilización una generalización sobre su fin, su objeto, hacia lo que están orientadas, la formación de un régimen democrático. Al igual que la anterior, este nombre también introduce una relación o conexión, en su discurso, con las olas de democratización, siendo la primera la de las revoluciones francesa y norteamericana. La segunda, ocurrió al finalizar la Segunda Guerra Mundial en Europa y en América Latina, en países como Brasil y Uruguay. La tercera ola tuvo lugar en Europa y Asia con la caída del comunismo, y en América Latina con el fin de las dictaduras (Huntington, 1994). La generalización que introduce llega incluso a adelantarse demasiado, pronosticando un resultado aún incierto para la gran mayoría de países que están en diferentes etapas del proceso, si es que van en él.

Las generalizaciones que imponen dichas etiquetas no solo invisibilizan las particularidades de los procesos que ocurre en cada país. Desde el uso de la categoría de “árabe” a la de “democratización”, los procesos de cambio o continuidad política son metidos todos dentro del mismo saco, pasando por alto incluso si son árabes dichos países hasta los resultados de sus procesos.

Pero las generalizaciones también parten de casos particulares, como en Túnez, donde la “Primavera árabe” inició en diciembre de 2011, en el que la movilización llevó a derrocar el régimen de Ben Ali, luego de gobernar por cerca de 24 años, o en Libia donde los rebeldes, con la ayuda de la OTAN, expulsaron del poder a Gadafi y actualmente gobierna el Comité Nacional de Transición.

De cualquier forma, para que una generalización pierda validez basta que no aplique para uno solo de los casos sobre los que se pretende aplicar. Esto en el rigor de las ciencias sociales es casi una ley. Desde luego los contextos de aplicación de dichas etiquetas son diferentes. Mientras en los medios de comunicación se usan indiscriminadamente, en ciencias sociales, ciencia política y relaciones internacionales principalmente, nos preguntamos ante qué fenómeno se enfrenta ahora la disciplina, y entre muchos otros debates sobre lo que ocurre en el llamado mundo árabe, sobre si estamos ante la Cuarta Ola de Democratización o si esta es la Primavera Árabe.

Este trabajo es precisamente un intento de discutir a qué nos estamos enfrentando, de cómo puede ser o no ser el inicio de la democratización del mundo árabe, su primavera, abordando el caso de Líbano, bajo la hipótesis de que éste es diferente, lo cual invalida la generalización. Más que invalidar, a lo que apunto con este ejercicio es exponer las particularidades del Líbano como parte del mundo árabe en una supuesta primavera.

Para esto iniciaré planteando dos modelos teóricos que explican la primavera árabe como cambio, es decir, como transición a la democracia, y como continuidad, a partir de la sucesión, sin querer decir que esta no pueda implicar cambios. Estos modelos son los de transición a la democracia de Przeworski y el que propone Kausch, basada en Hale, de sucesiones de presidencialismo patronal. Luego expondré las particularidades del caso del Líbano y finalmente concluiré respondiendo específicamente ¿por qué el caso del Líbano es invalida la generalización?

Los modelos

El modelo de sucesión de presidencialismo patronal de Henry E. Hale, tomado por la autora Kristina Kausch (Kausch, K. 2010. Sucesiones orquestadas y estabilidad en el mundo árabe. Madrid: FRIDE), analiza la forma en que las sucesiones no han progresado, sino que se ha expuesto a ciclos de contestación por parte de otros actores políticos. Esto se debe a la escisión de la élite, iniciándose una contienda que al finalizar produce un cambio de lealtades y expectativas con la sucesión y sus acciones antes, durante y después de la consolidación. Dichas acciones determinan las fases de los ciclos, sea de estancamiento, liberalización, sucesión, represión, etc.

Los sucesores, plantea Kristina Kausch son generalmente “jóvenes educados en Occidente quienes intentan posicionarse desde muy pronto como agentes del cambio” (2010: 3), para los actores políticos y sociales nacionales e internacionales, buscando diferenciarse del régimen anterior y mostrarse entusiasmados con la reforma, ímpetu que según Hale termina con la consolidación en el poder. Esto ocurre generalmente bajo problemas de legitimidad, que es buscada formalmente por medio de elecciones. Ya respecto a la continuidad en el poder, la autora plantea en base a Hale, que la centralización del poder en el sistema y en la autoridad del Presidente es un factor clave. Por otro lado, su principal amenaza es “la competencia de la sociedad civil y la oposición para movilizarse” (2010: 5), la cual es menguada por la forma en que el estado la contenga y contrarreste.

En Democracia y Mercado (Przeworski, Adam. Democracia y mercado. Cambridge University Press. 1995) Adam Przeworski plantea un marco de análisis para la comprensión de los procesos de transición los cuales van “de diversas formas de autoritarismo a la democracia y de unos sistemas de gestión estatal, monopolistas y protegidos, también diversos, a otros basados en los mecanismos de mercado” (Przeworski, 1995: X). El autor construye su argumento basado en los casos de Europa Oriental y el Cono Sur de América del Sur, nutriéndose constantemente de los procesos ocurridos en los países de estas regiones para ejemplificar sus afirmaciones. El proceso de la caída del comunismo en Europa Oriental se estructuró en una dinámica de dominó, en la que “con el desarrollo de los acontecimientos en un país, la población de los demás revisaba sus estimaciones sobre sus probabilidades de éxito y el cálculo se volvía progresivamente más esperanzador a medida que un país tras otro procedían a traspasar a su vez el umbral” (1995: 5).

Continua exponiendo una teoría sobre la solidez de las instituciones democráticas, en la cual afirma que la perdurabilidad de las democracias se fundamenta en el acatamiento espontaneo e interesado que suscita en las principales fuerzas políticas, el cual se logra cuando la democracia garantiza a estas fuerzas “una oportunidad equitativa de competir en el marco institucional y de lograr resultados significativos” (1995: XI), incluyendo los periodos de fuertes transformaciones económicas, que como condiciones históricas particulares, perturban la acción eficaz e imparcial de las instituciones democráticas.

Posteriormente aborda la liberalización de los regímenes autoritarios y luego en este mismo capítulo “se centra en la elección de instituciones durante la transición a la democracia” (1995: XII), siendo esto producto de una negociación, lo cual diferencia concretamente los casos de transición a partir de la participación en las negociaciones de fuerzas relacionadas con los autoritarismos o de aliados en contra de estos. La primera forma que mencioné en que ocurren las negociaciones, son llamadas de “emancipación gradual” (1995: XII), dejan rastros del antiguo autoritarismo sobre las instituciones, siendo dentro de estas relevante y común la autonomía de las fuerzas armadas. De cualquier forma, la construcción de instituciones se da progresivamente y son objeto de conflictos políticos.

A continuación, desplaza el interrogante hacia el sistema económico y la probabilidad de “fomentar el crecimiento con una distribución humana del bienestar” (1995: XIII), afirmando la irracionalidad del capitalismo basada en la imposibilidad de aprovechar plenamente el potencial productivo, asignando descentralizadamente los recursos escasos por medio de agentes económicos que promueven sus propios intereses, a menos que sus capacidades sean remuneradas plenamente; y la infactibilidad del socialismo arraigada a supuestos insostenibles sobre el comportamiento de los planificadores, trabajadores y consumidores. Teniendo en cuenta este dilema, argumenta la importancia de los mecanismos de asignación sobre las formas de propiedad, siendo así “el sistema económico más racional y humano” (1995: XIII), destacando sus efectos transitorios, produciéndose el problema de determinar la tolerabilidad de estos costes políticamente. Frente a esto demuestra que la estrategia que minimice los costos sociales no es la que tiene mayores probabilidades de avanzar ni la más preferida por los políticos, generándose conflictos alrededor de la elección de la estrategia.

Estos marcos teóricos explican los procesos de cambio de dos formas diferentes, y a partir de esto sirven para fundamentar las generalizaciones ya planteadas. Creo que ya he insistido bastante y seguiré insistiendo en que cuando un modelo no aplica para uno solo de los casos, entonces la generalización que fundamenta pierde validez, y eso es lo que a continuación abordaré, en ell caso específico del Líbano.

El Líbano

Luego de una cruenta y devastadora guerra civil (1975-90), alimentada por las tensiones entre los distintos sectores políticos y sociales, el Líbano comenzó la construcción de sus instituciones políticas bajo el Tratado de Ta’if, todo orientado a la reconciliación nacional, a partir de un sistema político más equitativo, que canalice institucionalmente las diferencias sectarias. Luego de la guerra civil la gran mayoría de los grupos armados se disolvieron, con la excepción de Hezbollah, la cual, además de la influencia de Siria, ha sido el principal factor de alteración de las elecciones que se vienen celebrando desde entonces constante y exitosamente. La intermitente intervención de Siria sobre el Líbano está arraigada al despliegue de tropas sirias, y de otros países como Israel, durante la guerra civil, las cuales luego de esta se han retirado lentamente.

flickr: Protest against Erdogan's visit to Lebanon by SakoLBA pesar de la ratificación de la retirada por parte de la comunidad internacional, Siria sigue interviniendo en los asuntos del Líbano, lo cual ha generado numerosos levantamientos de ciudadanos libaneses demandando la retirada total de sus fuerzas. Con el asesinato del Primer Ministro libanés Rafiq Hariri en 2005, esta situación se recrudeció generando una movilización masiva en contra de la presencia e influencia siria en el Líbano a la que se llamó la Revolución de los Cedros. Esto dio paso a la celebración de las primeras elecciones legislativas libres y sin intervención extranjera, después de la guerra civil, ganando la mayoría de escaños el bloque de Sa’ad Hariri, hijo del difunto PM, en 2005.

Luego de esto la tensión continuó en varias ocasiones con Israel, a partir de las acciones de Hezbollah, generando consecuencias para la población libanesa y los refugiados palestinos, este ultimo más relacionado con enfrentamientos entre Fatah y el ejército libanés. Por otro lado, en 2007 los problemas para la elección de un gobierno de unidad nacional comenzaron, llevando a una larga negociación, de la que resultó la formación de una mayoría perteneciente a la facción de Sa’ad Hariri, de nuevo.

En 2011, comenzaron las revueltas, alimentadas por las otras movilizaciones en el Mundo Árabe pero sin llegar a las mismas proporciones, en contra de las políticas sectarias, en las cuales los protestantes encuentran la causa de la debilidad del gobierno libanés.

Conclusión

En pleno flujo de la Primavera Árabe, el Líbano aparece como un caso particular en esta ola de cambio. Sus procesos políticos son diferentes, sus actores lo son también y la idea de este trabajo fue precisamente exponerlos lo suficientemente como para entender la particularidad del caso, responder a por qué es diferente y explicar cómo anula la generalización. Para esto tomé dos modelos que fundamentan la generalización y luego expuse un caso en el que estos no tienen lugar para explicarlos, al menos no en su totalidad.

El primer modelo explica una forma bajo la que el cambio está operando en el Mundo Árabe. Las sucesiones plantean un punto crítico en las relaciones de los mandatarios y sus élites, respecto a las expectativas, intereses y acciones de cada uno de estos actores, generando tensiones relacionadas con el futuro del régimen en cambio. Una vez la sucesión ya está en flujo las lealtades se reorientan durante y después de la consolidación y los ciclos que la preceden. La consolidación sube al poder, incluso legitimado por medios electorales, a un sucesor que se pavonea desde su trono como un agente del cambio, un reformista y enemigo de la tradición, abriendo la ventana a un nuevo orden social.

El Líbano, a pesar de que se puede afirmar que hay una sucesión luego de la muerte de Rafiq Hariri, es el bloque de su hijo Sa’ad el que sube al poder. Para que esto ocurriera hubo una competencia entre actores políticos, lo que ya venía ocurriendo desde antes, y en las que Rafiq Hariri fue elegido, así como otros. Esto evidencia que ha existido un cambio constante en el ejecutivo que rompe con la tendencia de un régimen tradicional con muchos años de permanencia en el poder. Así, a partir del funcionamiento de un régimen democrático como el libanés vemos que el modelo de sucesiones no aplica para este caso.

Por otro lado, el modelo de Przeworski plantea que “con el desarrollo de los acontecimientos en un país, la población de los demás revisaba sus estimaciones sobre sus probabilidades de éxito y el cálculo se volvía progresivamente más esperanzador a medida que un país tras otro procedían a traspasar a su vez el umbral” (Przeworski, 1995: 5), lo cual puede tener relación con que las movilizaciones de principios de año en el Líbano estuvieron inspiradas por las protestas en otros países. Sin embargo, esto choca con una noción fundamental del modelo, y es que los procesos de transición van “de diversas formas de autoritarismo a la democracia y de unos sistemas de gestión estatal, monopolistas y protegidos, también diversos, a otros basados en los mecanismos de mercado” (1995: X). La incompatibilidad opera a partir de que el Líbano es una democracia y no es un régimen autoritario como si lo son otros casos del Mundo Árabe donde sí podría ser más pertinente la aplicación del modelo, donde sí se cumple está condición base.

Estas son las razones fundamentales por las cuales considero estos modelos no podrían fundamentar la generalización que introducen los títulos de “Primavera Árabe” y “Cuarta Ola de Democratización”. Desde luego, el Líbano es un país con diversas complejidades como la influencia Siria, Hezbollah, los vínculos entre estos dos y la relación con Israel, problemática por las acciones de Hezbollah hacia ellos, y es precisamente frente a esto que su población se ha manifestado de forma limitada, y no contra su gobierno en sí, sino contra las externalidades que lo debilitan.

Así pues, traté de esbozar, por un lado, el caso libanés y su relación con lo que en sí significa la Primavera Árabe y la Cuarta Ola de Democratización, a partir de dos modelos que explican este proceso. Todo esto, por otro lado, orientado a exponer las particularidades del caso libanés y cómo rompe con la generalización que plantean los títulos masivamente mediatizados ya mencionados.

Bibliografía

Gonzalez-Quijano, Y. (2011). Las revueltas árabes en tiempos de transición digital. Nueva Sociedad.

Kausch, K. (2010). Sucesiones orquestadas y estabilidad en el mundo árabe. Madrid: FRIDE.

Huntington, S. P. (1994). La tercera ola: la democratización a finales del siglo XX. Barcelona: Paidós Ibérica.

Przeworski, A. (1995). Democracia y mercado. Cambridge University Press.

Recursos en línea

CIA World Factbook. Disponible en línea en https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/le.html. Consultado el 16 de noviembre de 2011.

1 comentario:

Adolfo A. Abadía dijo...

veo, entonces la diferencia con el caso Líbano radica en que este no sería una revolución en pro de un cambio estructural de las instituciones del régimen en sí, sino más bien de políticas en relación a los temas: siria y hezbolla.

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