Una de las premisas comunes de los autores entrevistados en el libro "El fin de los tiempos" (1999): Jean Claude Carrière, Jean Delumeau, Stephen Jay Gould y Umberto Eco, es sintetizada por este último: "El judeocristianismo inventó la historia como recorrido, y esta historia se centra menos en el fin de todo que en la idea de tránsitos sucesivos. Lo único que desaparecerá el día del Juicio Final será el purgatorio" (1999: 225). Esta idea de que la invención de un tiempo lineal responde a la descripción de bíblica de un principio, el Génesis, y un fin, el Apocalipsis, ya fue mencionada en una de las entradas anteriores - citada de Jean Delumeau. Sin embargo, me parece preciso hablar de los significados de esa historia.
El Apocalipsis es una historia sobre el fin de los tiempos - punto. Creo que esta forma de definir esa historia es bastante concreta y usual; en cambio, decir que esa historia no tiene como finalidad hablar simplemente del fin, sino del tránsito que le sigue, es más interesante - no novedoso, quiero aclarar. "La función del Apocalipsis no es hablar del fin del mundo. No se trata de evocar la Jerusalén terrenal, sino la celeste (...) Este texto refiere cómo acabará el mundo, pero el problema no reside ahí. Aunque se interrogue sobre el porvenir de la Jerusalén terrenal, su mensaje esencial consiste en corroborarnos que la celeste ha llegado. Siempre ha estado presente. El Apocalipsis es un libro ambiguo que puede generar a la vez desesperación y esperanza" (Eco, 1999: 227).
Ahora bien, los elementos de la desesperación y la esperanza, al igual que la función que puede tener el contenido del libro de San Juan, son importantes; sobre todo, en vista del relato del fin del mundo descrito en La conversación de Eiros y Charmion, cuento de Edgar Allan Poe publicado en 1839 en Burton´s Gentleman´s Magazine, publicación literaria estadounidense editada en Filadelfia entre 1837 y 1841. El cuento es tomado del libro "Edgar Allan Poe. Cuentos de horror y misterio", impreso en 2007 por la Editorial Claridad S.A. en Buenos Aires, Argentina (323-327).
Eiros y Charmion conversan en sus vidas después de la muerte - el segundo murió diez años antes. En medio del desconcierto de Eiros y los consejos de Charmion, este dice:
- Charmion. -Los sueños no existen más. ¿Lamentaron mucho mi muerte, Eiros?
- Eiros. -¡Oh, sí, Charmion, te lloramos profundamente! Hasta la última hora en absoluto, una melancolía y tristeza intensas reinaban en su casa.
- Charmion. -Habla, habla de esa "última hora en absoluto". Recuerda que, fuera del hecho mismo de la catástrofe, nada sé. Cuando, abandonando la Humanidad, pasé de la Tumba a la Noche, si bien recuerdo, la calamidad que tanto te ha afligido no había sido ni siquiera sospechada (...)
En adelante, comienza la descripción. Con la intención de mantener el mismo orden de la descripción que sigue Eiros, al igual que los detalles, voy a exponer algunas frases que considero que dan cuenta de lo que iría pasando - Eiros es el único que habla aquí:
"Ese desastre mismo, como tú dice, no había sido anticipado, pero los astrónomos habían estudiado la posibilidad de catástrofes similares (...) aún cuando tú nos abandonaste, los hombres habían llegado a interpretar esos pasajes de diversas escrituras sagradas en los que se habla de la destrucción final de todas las cosas por medio del fuego procedente de la Tierra misma"; "Pero los humanos se hallaban desconcertados desde que la astronomía descubrió que los cometas no ofrecían peligro de fuego y, por lo tanto, no se pudo calcular con mucha anterioridad cuándo se produciría la destrucción (...) Considerábamos esos cuerpos - los cometas - como creaciones tenues de vapor incapaces de hacer daño alguno a nuestro sólido mundo, aun en el caso de que se produjera un contacto"; "Pero, últimamente, las concepciones extrañas fueron corrientes en la Tierra y, a pesar de que ese temor reinaba entre algunos pocos ignorantes, el anuncio que hicieron los astrónomos sobre la proximidad de un cometa fue recibido con cierto desasosiego y desconfianza"; "Dos o tres astrónomos de no mucha fama declararon que el contacto era inevitable; no puedo describirle el efecto de dicha declaración sobre la gente"; "Su acercamiento, al principio, no pareció rápido ni siquiera tenía un aspecto poco común; era de color rojo oscuro y apenas tenía una pequeñísima cola. Durante siete u ocho días no notamos un aumento material en su diámetro, pero sí una alteración parcial del color. Mientras tanto, se olvidaron asuntos ordinarios y todo el interés se concentró en discusiones sobre la naturaleza del cometa"; "Se demostró que la densidad del núcleo del cometa era menor que la del gas más liviano de la Tierra; se insistió sobre el paso de un visitante similar por entre los satélites de Jupiter que no había producido ningún disturbio; eso sirvió para aquietar los temores"; "Los daños menores que podían surgir del contacto eran temas de muchas discusiones. Los sabios hablaban de pequeños disturbios geológicos, de alteraciones en el clima y, lógicamente, en la vegetación (...) Muchos sostenían que no se produciría ningún efecto visible o perceptible. Mientras las discusiones continuaban, el cometa se iba acercando, con un diámetro cada vez mayor y el color más brillante. La humanidad empalidecía a medida que se acercaba, todas las actividades se suspendieron"; "No podíamos considerar el extraño cuerpo tal cual habíamos considerado otros en ocasiones anteriores porque era distinto (...) Ya no lo veíamos como un fenómeno astronómico en el cielo, sino como una pesadilla en nuestro corazón y una sombra en nuestro cerebro. Había llegado a convertirse, con rapidez extraordinaria, en un gigantesco manto de llamas que se extendía sobre el horizonte"; "Pasó un día (...) Pasó otro día y el desastre no nos había alcanzado aún"; "Todos los hombres sufrieron grandes cambios y el primer sentido de dolor fue la señal para que comenzaran los lamentos y los terrores"; "La misma sutileza del cometa que antes nos había llenado de confianza era la causa de nuestra desesperación; veíamos en ella la consumación del Destino. Pasó otro día llevándose con él la última sombra de la Esperanza"; "Nos costaba respirar en esa atmósfera rarificada, la sangre latía a golpes en los vasos. Un delirio poseía a todos los hombres, que con los brazos rígidos, extendidos hacia el cielo, temblaban y emitían gritos desesperados"; Entonces se oyó un grito potente, como si proviniese de SU garganta. Y la masa de éter en la que existíamos se convirtió en una intensa llama de un brillo y color tales que ni los ángeles del cielo podrían describirlo con palabras. Así acabó todo" (2007: 323-327).
Después de que aparecen los lamentos y los terreros, cuando es difícil respirar el aire, se sufre de un delirio que conlleva temblores y gritos lastimeros, cuando está arrancada la última sombra de la Esperanza y en el horizonte se extiende un manto de llamas, la referencia que viene improvisamente es la del purgatorio: recuerden alguna pintura o imagen, ¿manos rígidas extendidas hacia el cielo, gritos, lamentaciones, desesperanza? Si es así, el purgatorio se acaba como Eco nos decía más arriba. Con todo, pero ¿dónde queda la ambiguedad de la esperanza y la desesperación, la función de dos partes, en una historia del fin del mundo en la que no se habla de Demonios o salvajes batallas maniqueas, sino de un cometa - "una estrella cayendo del cielo" - que señala una destrucción calurosa?
La desesperación es notable y la esperanza se pierde. ¿Acaso la esperanza frente al Apocalipsis no es la de la salvación, la Jerusalén celeste, el nuevo reino? Entonces, ¿nadie vino; no hubo ninguna Parusía? Eiros le dice a Charmion que sus sentidos se encuentran turbados ante lo nuevo (2007: 323). ¿Qué lo nuevo? ¿Dónde está?
Siguiendo a San Juan, la vida después del Apocalipsis, es la de un nuevo cielo, una nueva tierra, una ciudad santa, una nueva Jerusalén que desciende del cielo. Sin embargo, Charmion le dijo esto a Eiros: "Mas ya has padecido todo el dolor que habías de padecer en Aidenn" - Paraíso. Él le pregunta, con desconcierto: ¿En Aidenn? Después, al final de su descripción de la catástrofe, dice: "Pero el núcleo destructor - del cometa - estaba ya sobre nosotros; aun ahora, en Aidenn, me estremezco al recordarlo" (2007: 323-327). Según Charmion, no están en Aidenn; para Eiros, si lo están. "Mañana yo mismo te llevaré hacia los placeres y maravillas que te esperan en tu nueva existencia", dijo Charmion. ¿En dónde están? Eso me desconcierta.
Charmion. -(...) Cuéntame. Conversemos sobre asuntos hogareños en el lenguaje familiar de ese mundo que ha desaparecido tan espantosamente.
Eiros. -¡Espantosamente! ¡Entonces, no es un sueño!
Charmion. -Los sueños no existen más. ¿Lamentaron mucho mi muerte, Eiros?
Ante esto, cabe preguntarse dos cosas: ¿era un sueño, el último? O, ¿un sueño de un fin de los sueños?; y, ¿qué intentar hacer Poe con ese relato? Ya vimos que ni siquiera el libro de San Juan tiene la intención de hablar únicamente sobre el fin de los tiempos. Los sueños no nacen de la nada; si, en el cuento de Poe, la conversación de Eiros y Charmion es un sueño - como posibilidad ante las confusiones - entonces el sueño aquí se compara con la idea de la vida después de un fin de los tiempos: vida después de la muerte... Lo mismo que un sueño.
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