He dormido bien. Me levanto y miro por la ventana. En la calle llueve, el día esta gris y frio. El viento arremolina la lluvia y golpea con fuerza contra las ventanas, silba contra las aristas y arranca las hojas y las ramas secas que quedan del otoño, adheridas aún, a los viejos brazos de los chopos. Pienso que no estoy despierto del todo y que me invade una profunda melancolía; la luz que entra por la ventana es mortecina, tenebrosa, oculta las formas o no las muestra del todo, siento que es mas lo que se nos oculta que lo que se nos muestra, es como si el tiempo devorara el tiempo o como si se hubiera detenido sin acabar de revelarse en el presente. Es como el negativo de una fotografía en blanco y negro totalmente desenfocada que nos niega el contorno de la imagen.
Es paradójico, quizás el día sea una alegoría de Saturno, ese dios odioso, soberbio, impío y cruel, arquitecto del mundo e inventor de la agricultura y del tiempo, devorador de hijos y de Dioses, negro, siniestro y hostil a la tierra y a los hombres. La melancolía, de la cual soy preso, es el resultado de comprender que he ido de un lado a otro alimentando mi espíritu de contrastes, de correr de un extremo a otro de la realidad, de conocer que las ideas más encontradas se estrechan como polos opuestos, de buscar en las contradicciones propias o del contrario lo que nos explique los desgarros propios de la vida y sufrir con abatimientos, exaltaciones, desolaciones, depresiones y éxtasis sin terminar de entender porque otros llevan unas vidas armoniosas, unitarias y coherentes pero seguramente menos intensas y sin sobresaltos. No sé si preferir esto o aquello, de lo que si estoy cierto es que prefiero el vendaval de la vida a las aguas mansas del averno.
La prensa ya ha llegado y refleja, como un espejo, el estado general del mundo: Saturno en las alturas dirigiendo la batahola. Ojear sus páginas, sus titulares es saltar de guerra en guerra, de conflicto en conflicto, la lista es larga y no tiene desperdicio especialmente para los explotadores. Permítaseme incluir aquí algunos ejemplos y que cada uno saque conclusiones, lo que aquí se expone lo planteo en un largo informe al presidente Nixon, Henry Kissinger y lo recuerdo ahora que se debatió, en Durban, un acuerdo sobre el cambio climático.
De los procesos de negociación de cambio climático no podemos esperar un resultado que salve a la humanidad y a la Madre Tierra. Los gobiernos anteponen la economía de las transnacionales frente a la necesidad urgente de emprender un nueva forma de vida en armonía con la naturaleza. La clases dominantes no van subvertir el capitalismo que es la causa de fondo del calentamiento global. Lejos de traer el capitalismo a la naturaleza a través de la “economía verde” es necesario emprender el camino del reconocimiento y respeto a los Derechos de la Madre Tierra en lugar de mantener guerras odiosas que permitan la explotación de los recursos naturales a precios de saldo o a sangre y fuego si fuere necesario.
Les ofrezco un sucinto recorrido sobre los países sobre los cuales existen conflictos armados y sus recursos naturales como causa fundamental de sus desdichas y fundamento del fracaso tanto de la conferencia de Kioto como de la de Durban, avaladas por el Informe Kissinger, hoy plenamente vigente:
Afganistán: Gas natural, Petróleo. Posición geo estratégica que permite la construcción de gasoductos y oleoductos, a bajo coste, a través de Pakistán hacia Karachi otro de Afganistán al golfo Pérsico.
Angola: Petróleo y Diamantes.
Azerbaiyán: Las dos terceras partes de su territorio son ricas en petróleo y gas natural, además contiene oro, plata, cobre, titanio, cromo, manganeso, cobalto, molibdeno y antimonio. Las multinacionales han construido un oleoducto Azerbaiyán-Georgia-Turquía de 1700 kilómetros de longitud.
Colombia: País rico en recursos naturales, flora y fauna, Petróleo, gas natural, níquel, oro, cobre, esmeraldas, carbón, sal y recursos hídricos. Las multinacionales han construido dos oleoductos para transportar petróleo crudo, el primero de 3535 kilómetros de longitud y el segundo con 830 kilómetros. Los recursos minerales de este país son importantes y variados.
Congo: Es uno de los países más ricos del mundo y también donde su población es más miserable. Posee cobre, cobalto, manganeso, zinc, oro, carbón, petróleo, diamantes, y coltán.
Irán: Petróleo, gas natural, carbón, hierro, manganeso, cromo, níquel, oro y uranio.
Liberia: Maderas nobles, diamantes, oro, recursos hídricos.
Pakistán: Gas natural, hierro, cobre y sal.
Papúa Nueva Guinea: Oro, plata, cobre, gas natural, petróleo y maderas nobles.
Perú: Plata, oro, cobre, petróleo, hierro, carbón, maderas nobles y pesca.
Ruanda: Oro, Casiterita, Volframio, gas natural, coltán y recursos hídricos.
Sahara Occidental: Metales diversos, fosfatos, Petróleo, azufre y pesca.
Siria: Petróleo, fosfatos, cromo, manganeso, hierro, y mármol.
Somalia: Uranio, hierro, estaño, cobre, zinc, sal y gas natural.
Sudan: Petróleo, hierro, cobre, cromo, cinc, tungsteno, mica, plata, oro, recursos hídricos.
Turkmenistán: Posee el 35% del total de las reservas de gas natural del planeta.
Zimbawe: Cromo, carbón, amianto, oro, níquel, vanadio, litio, estaño y platino.
Es solo una sucinta muestra y vale la pena preguntarse: ¿Quién explota todos estos recursos? ¿Quién se beneficia de los conflictos armados que hay en cada uno de estos países? Y la respuesta es obvia. Los que se benefician son los mismos que explotan las materias primas, venden armas, crean grupos de paramilitares y facinerosos y los enfrentan con la población civil para encubrir su rapacería. Tiene razón el señor Obama al afirmar, al recibir el premio Nobel de la Paz, que existe el mal y que las guerras son necesarias para combatirlo. Lo que no nos dijo, lo que nos oculto, es que el mal son los recursos naturales de los pueblos del “tercer mundo” y las guerras la única forma de extirparlo, sin tener que pagar por ello. Este cinismo me trae a la memoria dos pequeñas anécdotas que vienen como anillo al dedo para explicar gráficamente lo inexplicable: En áfrica un misionero se esforzó para enseñarle a un grupo de negritos la diferencia entre el bien y el mal; después de muchos meses y de muchos ejemplos decide valorar los conocimientos de sus alumnos y le pregunta a uno de ellos:
-A ver tú, Kalil, ¿Qué es una obra buena Y que una obra mala?
A lo que el aludido responde:
-Una obra mala es que otro robe las vacas de mi señor.
-¡Muy bien, Kalil, y ¿una obra buena?
-¡Qué mi señor robe las vacas de otro…!
La segunda anécdota ocurre en una universidad de Derecho. El profesor de Penal examina a una alumna a quien pregunta:
-Señorita, ¿Podría usted definirme qué es el Estupro?
-Desde luego profesor.
-Díganme Usted.
-Estupro, señor, es prometer para meter y después de metido no cumplir lo prometido.
-¡Excelente, excelente, 10 aclamado!
Sin ir más lejos es como la definición de la política según la cual ella, la política, es el arte de lo posible y, parapetados en este axioma los que se dedican a este arte nunca hacen nada. Por ello poco debemos esperar de la reunión de las grandes potencias en Copenhague, el cambio climático, su deterioro, es otra guerra que ganaran los expoliadores, los que ofrecen, sin ruborizarse, un 07% del PIB para ayuda al desarrollo de los “países pobres”, mientras saquean y expolian sus recursos a sangre y fuego si es necesario...
Pero las cosas pueden cambiar, llegara el día en que las gentes salgan de la abulia, de su gélido aburrimiento y comprendan que el compromiso no es con ellos mismos sino con las generaciones futuras. Entonces, guiados por el hado de Saturno, comenzaran a dibujar un nuevo día, luminoso, guiado por la conciencia universal, allí donde los mercachifles de la política no tendrán lugar porque la verdad estará por encima de la pasión política, demostrando una vez más, que el pueblo es superior a sus dirigentes.
Ahora me siento vacio, como los templos de Grecia, he dicho lo que atosigaba mi espíritu y dirijo en paz mis pensamientos y mis votos hacia los sufrimientos de los pueblos oprimidos a quienes conmino a seguir luchando, porque la vida es corta pero digna de ser vivida, si la vivimos del todo, con total entrega y desinterés, porque vivir también es esforzarse, en el entendimiento de que todo cuanto hagamos debe ir orientado hacia el bien común.
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