Reseña de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano (1971)
Hace un año tomé un curso de historia económica. Entre las lecturas obligatorias del programa estaba el capítulo final del libro Las venas abiertas de América Latina del periodista y escritor Eduardo Galeano. Dicho capítulo estaba disponible en la fotocopiadora.
Compré el libro por recomendación de un amigo español que, aunque es técnico en telecomunicaciones, tiene más conocimiento de historia latinoamericana que yo y que cualquier americano universitario que conozca. Él no pudo ocultar su asombro cuando le dije sin asomo de pudor que no conocía a Galeano ni a su obra.
Después de un año de tener el ejemplar en mi lista de pendientes por terminar de leer, en estas vacaciones lo retomé. Su portada es negra y roja anticipándose a la historia de desangre y conspiración que cuenta. No excede esta edición las 400 páginas; uno de los conjuntos de páginas más estremecedores con que me he enfrentado.
La narración tiene un estricto órden cronológico y divide entre los diferentes capítulos las historias de despojo de los diferentes países latinoamericanos desde la conquista hasta la década de los setentas, que es cuando se terminó de escribir el libro.
Yo no sabía de Potosí, la montaña de plata en el altiplano boliviano, ni de Ouro Preto, la riquísima mina de oro del Brasil; menos sabía aun del papel que los recursos minerales de esta América jugaron en la constitución del sistema capitalista y en la actual distribución mundial de la riqueza.
Pasaban las páginas y en cada una descubrí un trocito de un pasado diferente a la nebulosa historia oficial de nuestras naciones, por supuesto escrita por los vencedores. Ahora digo nuestras porque conforme avanzaba la numeración aprendí que los americanos del sur tenemos una historia en común: saqueo y despojo.
La fórmula se repió en cada rincón del continente con variaciones según el recurso natural que proveía y los intereses mercantiles del patrón extranjero de turno. Dichos intereses impusieron a la región estructuras económicas muy benéficas para sus inversiones, pero que condenaron a los pobladores a la miseria, al trabajo servil neoesclavista, a la dependencia y al consecuente sometimiento.
Los medios utilizados para arrodillar a los pueblos fueron, primero, el cruel hierro y la pólvora y, después, para evitar de antemano las culpas, el eufemismo del colonialismo avanzado, entiéndase el sistema corporativo multinacional, que sin embargo sigue requiriendo de eventuales desembarcos de marines y de la imposición ‘democrática’ o no de gobiernos dispuestos a regalar las riquezas de sus gentes y a sus gentes mismas.
Al tiempo que Galeano avanza en la exposición de historias calcadas, cada una con sus ‘simpáticas’ singularidades, cuenta las respuestas que dio la población, principalmente campesina, india y negra, a las injusticias que se cometían. Son muchos los levantamientos armados que encabezados por caudillos nacionalistas - Túpac Amaru, José Artigas, el reino negro independiente de Palmares en Brasil, Fidel Castro, Pancho Villa, Emiliano Zapata, Manuel Marulanda, Augusto César Sandino - pelearon por que los campesinos pudieran tener o recuperar una pedazo de tierra para trabajar y no tener que ser mano de obra barata de los latifundistas o los extranjeros y condenar a sus hijos al hambre. ¡Que diferente se ven sus revoluciones desde la perspectiva que ofrece este libro! ¡Lástima que sus luchas no fueron fructíferas y los americanos no recogieron sus banderas!
Perdón la efervescencia. Las venas es un libro reivindicativo e incendiario. No escapo a su discurso. Se los recomiendo y hasta pienso comprar un ejemplar para cada uno de los miembros de mi familia.
Creo que no conocemos suficientemente nuestra historia y esta condición nos hace muy proclives a repetirla. Y, lastimosamente, lo estamos haciendo. El actual paradigma de la inversión extranjera y el neoliberalismo, inaugurado por César Gaviria y puesto en marcha rápida por los gobiernos Uribe y Santos, no es otra cosa que la continuación viva del libro. Galeano tendrá que sentarse pronto a escribir una segunda parte muy parecida a la primera si el país y el continente no cambian de rumbo.
Ahh... y con respecto al curso, el día en que se trató el tema de este texto la profesora preguntó quién se lo había leído. Mi mano se alzó sola, en medio de un desierto de desinterés.
jueves, 19 de enero de 2012
Un libro para recordar nuestras banderas
Por Ricardo Hincapié.
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