Como quiera que en el artículo anterior hiciera una mención sobre el discurso del señor Obama, quiero hoy, para que no se crea que yo haya sacado la frase de contexto, hacer una fría disección del mismo y dejarla como motivo de reflexión de mis amables lectores.
He leído con cuidado, detenimiento y fría reflexión el discurso pronunciado por el señor Obama, con motivo de la recepción del Premio Nobel de la Paz que le fuera otorgado por los miembros del Comité Nobel de Noruega. Lo primero que sorprende de la disertación no es su cinismo, que también, sino la alejada postura en relación con los principios y valores sobre los que se sustenta este galardón. Las palabras de Obama así lo confirman: “La guerra es una expresión de los sentimientos humanos”. ¡Sin complejos! Con esta frase, Obama, pretende darle un contenido moral y ético a la guerra. Desde la Antigüedad hasta nuestros días, ningún conquistador, invasor o tirano (Atila, Alejandro, Cesar, Napoleón, Hitler o Mussolini) pretendió justificar moralmente sus ambiciones de dominio, su codicia. La avaricia jamás tuvo una justificación moral fuera de aquella de satisfacer sus ansias de dominio. Obama se nos presenta como el salvador, pero también como el jefe del imperio y precursor de una nueva ideología sobre la guerra basada en que “el mal existe y hay que extirparlo” lo que no se nos dice, o se nos oculta, es quien va a calificar que es el mal ni quien lo está cometiendo.
Ahora bien, ¿qué buena intención puede tener un hombre que, sin pensarlo mucho, cita en la misma frase a Martin Luther King, Albert Schwaizer, Nelson Mandela y George Marshall? No se entiende como se puede mezclar el pensamiento de esos luchadores por la paz con el de un guerrero como fue Marshall, a quien es verdad le otorgaron el nobel de la paz por su plan Marshall para la recuperación de la Europa, destruida por la Guerra, y sin tener muy en cuenta su pasado, especialmente en la posesión y dominio de Filipinas entre 1899 y 1907 en la que participo y donde la población civil fue sujeta de todo tipo de atropellos, masacres y torturas, y luego, su participación en la guerra de Corea donde se dio más de lo mismo y Marshall era general de cinco estrellas y jefe del Pentágono.
Obama pretende justificar la guerra envolviendo en el conflicto a la sociedad de naciones, perdón, a sus amigos y marionetas dentro de la sociedad de naciones, a aquellos que comparten con el imperio la posesión, así sea a sangre y fuego, de los lugares geo estratégicos del planeta o de aquellos otros donde existan materias primas necesarias para el desarrollo industrial de los países del primer mundo, por ello afirma que: “Habrá ocasiones en que las naciones actuando -¡Cuales?- individual o conjuntamente concluirán que el uso de la fuerza no solo es necesario sino también justificado moralmente”, para afirmar a renglón seguido que, como dijo Martin Luther King, en esta misma ceremonia hace años: “La violencia nunca produce paz permanente. No resuelve los problemas sociales: Simplemente crea problemas nuevos y más complicados”. ¿Quién lo entiende?
Se ha convertido el señor Obama en un buen Sofista buscando la contradicción en el argumento del contrario y no en la esencia de las cosas, Veámoslo: “Que no quede la menor duda: la maldad existe en el mundo. Un movimiento no violento no podría haber detenido los ejércitos de Hitler, La negociación ¿…? No puede convencer a los líderes de Al Qaeda a deponer las armas. Decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamado al cinismo ¿…?; es reconocer la historia, las imperfecciones de los hombres y los límites de la razón” Con esta declaración esta todo justificado, incluso los genocidios, incluidos Hiroshima y Nagasaki, contra la población civil, Y termina confirmando su voluntad: “Hemos sobre llevado esta carga no porque queremos imponer nuestra voluntad ¿…?. Lo hemos hecho por un interés propio – al fin lo acepta- y bien informado (posiciones geo-estratégicas- recursos naturales): Porque queremos un futuro mejor para nuestros hijos y nietos, y creemos que su vida será mejor si los hijos y nietos de otras personas pueden vivir en prosperidad y libertad.” Las de sus Aliados y Amigos, ¡claro esta!
La disertación continúa citando lugares comunes, proponiendo paraísos y nirvanas, y olvidando, a propósito o por desconocimiento, que las guerras del Congo, el genocidio entre Hutus y Tutsis, el genocidio en Darfur, el conflicto Judeo-Palestino, la guerra de Irak, el conflicto en Colombia, Somalia y en muchos otros puntos del planeta está siendo avivado y sostenido por las compañías multinacionales que tienen asiento en Estados Unidos, Europa y Asia con la connivencia de sus respectivos gobiernos, cuando no, con el apoyo directo aduciendo que sus nacionales y sus intereses están en grave peligro…
Nelson Mandela, Martin Luther King, Mahatma Gandhi y Albert Shweitzer no permitirían que se usara su nombre alegremente para defender la guerra por muy “justa” que ella parezca. Dice Eduardo Galeano que, “La guerra de Irak nació de la necesidad de corregir el error que la geografía cometió cuando puso el petróleo de Occidente bajo las arenas de Oriente, pero ninguna guerra tiene la honestidad de confesar:- YO MATO PARA ROBAR-.Numerosas hazañas bélicas siguen cumpliendo la Mierda del Diablo, como las malas lenguas llaman al oro negro”.
“Una multitud perdió la vida en Sudan, entre finales del siglo XX y comienzos del XXI, en una larga guerra petrolera, que esboza Obama y que no termina de glosar, que se disfrazo de conflicto étnico y religioso. Torres y taladros, tuberías y oleoductos brotaban, por arte de magia, sobre las aldeas incendiadas y los cultivos aniquilados, el mal los poseía. Y en la región de Darfur, donde continuo la carnicería, los nativos, todos musulmanes, empezaron a “odiarse y a matarse” cuando se supo que había petróleo bajo sus pies.”
“También dijo ser guerra étnica y religiosa la matanza de las colinas de Ruanda, aunque matadores y matados eran todos católicos. El odio, herencia colonial, venia de los tiempos en que Bélgica había decidido que eran los Tutsis los que tenían vacas y los Hutus los que trabajaban la tierra y que la minoría Tutsi debía dominar a la mayoría Hutu.”
“En estos años, otra multitud perdió la vida en la Republica Democrática del Congo, al servicio de las empresas extranjeras que se disputaban el COLTAN. Este mineral raro es imprescindible para la fabricación de teléfonos celulares, computadoras, micro chips y baterías que usan los medios de comunicación, que sin embargo se olvidaron de mencionarlo.”
Por hoy, es suficiente, ahí les dejo algunos motivos de reflexión sobre el discurso del señor Barak Obama. Por mi parte me voy a descansar y nada mejor para hacerlo y olvidar, por un rato, tanta tragedia, que releer el Asno de Oro de Lucio Apuleyo.
El asno de oro (libro también conocido como La metamorfosis) es una feliz mezcla de relatos eróticos, historias fantásticas, secuencias de acción y reflexiones religiosas, en este sentido comparte varios aspectos con Las Mil y una noches. Franz Wiland llama a la estructura de este tipo de relatos La caja China: una silva de varia invención reunida bajo el marco de una historia principal que pocas veces se decide a tomar su papel rector. Como casi todos los libros estilo Caja-China, el ritmo del asno de oro es irregular, algunas historias son relatadas al detalle y con parsimonia mientras otras presentan la situación, el clímax y la resolución en un mismo párrafo. Lo mismo pasa con el ibérico Libro de buen amor, o el más célebre Viaje a varias naciones lejanas del mundo del capitán inglés Lemuel Gulliver de Swift.
El Asno de oro es un viaje por las capas bajas de la sociedad mediterránea del siglo II, aquí no hay reyes ni nobles, pero si peluqueros, cocineros, ladrones de poca monta, viejas alcahuetas, pastores y campesinos. Todos tratando de ir llevando la vida a fuerza de engaños e ingenio, todos aportando frases de sabiduría popular que no por cínicas e ingeniosas son menos ciertas. No en balde Shakespeare y Cervantes fueron agradecidos lectores de Apuleyo.
jueves, 19 de enero de 2012
Sobre el discurso de Obama, el premio nobel de la paz y de la guerra
Columnista Carlos Herrera Rozo.
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