lunes, 30 de enero de 2012

El Rasputín de la Fiscal

Por Diego Martinez Lloreda (El País.com.co).
Jueves 26 Enero 2012

Diego Martinez Lloreda: El Rasputín de la FiscalEjerció una enorme influencia sobre la mujer más importante del régimen; de hecho, tenía un enorme éxito con todas las damas, gracias, en especial, a “su verbo fácil y calculadamente ambiguo” y a su enorme carisma.

No me refiero a Carlos Alonso Lucio, el controvertido esposo de Viviane Morales, sino a Grigori Yefímovich Rasputín, el monje que se convirtió en el verdadero poder en Rusia durante los últimos años de la época zarista, gracias a la influencia que llegó a tener sobre la zarina Alejandra, esposa de Nicolás II.

Lucio es el Rasputín colombiano. Y su zarina es, para desgracia nacional, la Fiscal General de la Nación, con quien está casado por segunda vez. En realidad, al lado de Lucio, Rasputín era un boy scout que simplemente se aprovechó de las supersticiones de la zarina, para controlarla a su antojo y por ahí derecho manipular a su marido.

Pero Rasputín, a diferencia de Lucio, no fue guerrillero ni tuvo vínculos con capos de la droga, ni fue ideólogo de los grupos de autodefensa. Ni tampoco fue condenado por el delito de estafa.

Lo que sí tienen en común ambos personajes es su capacidad para manipular a la gente. En especial a las mujeres. Como Rasputín, Lucio es un tipo carismático, “de verbo fácil y calculadamente ambiguo”, cuyo prontuario con el sexo femenino es casi tan extenso como el que tiene con la justicia. Entre sus conquistas en el terreno amoroso se cuenta Ingrid Betancourt, con quien hizo pareja en el Congreso y en escenarios menos monótonos.

Otro parecido entre el Rasputín ruso y el colombiano: ambos intentaron darle un tinte místico a sus manipulaciones. Rasputín era un monje ortodoxo, mientras Lucio, como ha hecho tanto bandido para lavar sus faltas pasadas, ahora posa de pastor cristiano y, biblia en mano --como apareció Iván Moreno en la audiencia que le realizó la Procuraduría-- se dedica a pregonar la palabra de Dios.

No creo que los colombianos podamos dormir tranquilos sabiendo que nuestra Fiscal General todas las noches pernocta con la reencarnación de Rasputín. Sobre todo porque cuando a Viviane la nombraron Fiscal General de la Nación, ella estaba separada de él. Y, oh coincidencia, les revivió el amor al poco tiempo de producirse esa designación. Podría apostar a que fue Lucio quien tomó la iniciativa de reconstruir la relación.

Tampoco debe ser gratuito que ahora Lucio funja de pastor cristiano: él, que conoce a Viviane íntimamente, sabe que es una fervorosa creyente y, por ende, más vulnerable a comerse la carreta del pastor Lucio.

No es coincidencia que quienes primero cuestionaron la conveniencia de que la Fiscal General tenga semejante marido hayan sido columnistas mujeres. Ellas, más por mujeres que por columnistas, saben bien la influencia que puede ejercer sobre una dama un personaje como Lucio. Máxime si está tan enamorada como para volver a recibirlo, sabiendo los cuestionamientos que tal unión le iba a generar.

La Fiscal sólo tiene dos caminos para salir de la encrucijada en la que se metió al casarse con Lucio. O se separa o deja la Fiscalía. Y como pedirle lo primero sería una imperdonable intromisión en su vida privada, no queda sino recomendarle lo segundo.

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