Profesor del programa de Ciencia Política con énfasis en relaciones internacionales
Director del CIES
Universidad Icesi - Cali
Últimamente, nos llegan algunas noticias internacionales que nos dejan con emociones positivas. La última semana, el 02 de agosto, estuvimos con el temor de que nos íbamos a despertar en un mundo distinto al que conocemos hoy debido a los problemas de la economía estadounidense. Pero el alivio que mostraron los observadores internacionales por el logro del consenso en Washington dejó en la sombra el hecho de que continúa, sin esperanza de ser pronto resuelta, la grave crisis humanitaria, tan difícil de aceptar en pleno comienzo del siglo XXI. El nombre de la crisis es “Somalia”.
Para muchas personas las imágenes de los niños que mueren de hambre en Somalia –quizás– son más impactantes que el número concreto de las personas, en la región, afectados por la peor sequia en más de sesenta años: 11 millones de individuos. No obstante, detrás de este número hay otro problema a largo plazo. La demanda por los alimentos en África de hoy es mucho más grande que hace medio siglo: la población en esta parte del mundo ha crecido significativamente y muchas de las familias sufren, de manera constante, por las dificultades para lograr suplir sus necesidades básicas, incluso cuando no hay sequía. Como si fuera poco, hay otro problema: mientras que la ayuda internacional a Somalia sigue siendo insuficiente, la que hay, a menudo, no puede ser distribuida adecuadamente porque los grupos insurgentes vinculados con al-Qaeda están controlando los territorios más afectados la hambruna y no dejan a las agencias de ayuda internacional entrar a “su” territorio. Otra dimensión del escenario que se desarrolla en Somalia está relacionada con la migración forzada que contribuye a la internacionalización de la crisis y que afecta a los países vecinos.
Parece que no hay salida para la gente de Somalia. A pesar de que las noticias diarias desde África hacen parte de los informes de los principales canales de televisión, en todo el mundo, la población siente poco alivio. La ausencia de una solución eficaz, que tenga en cuenta varias dimensiones de la crisis, debe ser considerada como un fracaso inexcusable de la comunidad internacional. Mientras que las organizaciones internacionales, que deben preocuparse por la situación en Somalia –en primer lugar las Naciones Unidas–, están a la espera de reformas que les ayuden a convertirse en entidades más ajustadas a la realidad del sistema internacional de hoy, la población de Somalia sigue esperando. ¡Ya es hora de actuar!
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