domingo, 7 de agosto de 2011

Costumbres peligrosas

Por Vladimir Rouvinski.
Profesor del programa de Ciencia Política con énfasis en relaciones internacionales
Director del CIES
Universidad Icesi - Cali

(Ver en Unicesi)

Algunos medios de comunicación rusos informaron que su presidente conoció sobre el atentado en el aeropuerto de Moscú a través de un mensaje en Twitter.

Para un país como Rusia, el uso de una red social como instrumento del primer mandatario para obtener información de importancia vital es -por decir lo menos- inusual. Sin embargo, para Dimitri Medvedev – conocido como un amante de las nuevas tecnologías- parece ser una costumbre hacerlo.

Mientras tanto, el primer ministro Vladimir Putin, quien aseguró que ni siquiera tiene un teléfono celular, recibía los informes de sus ministros de la manera acostumbrada: llamándolos a presentarse en su oficina. La televisión rusa nunca mostró al presidente Medvedev siguiendo las noticias por Internet, pero tampoco omitió exponer el verdadero liderazgo de Putin y su costumbre de dirigir personalmente – y frente a las cámaras de televisión- la búsqueda de soluciones a las situaciones de crisis.

No obstante esto, existen en Rusia otras costumbres mucho más significativas que las del estilo de gobernar de Medvedev y Putin. Después de la explosión de la bomba en Domodedovo, ninguno de los canales de la televisión en idioma ruso, controlados por el gobierno, interrumpió su programación regular como lo hicieron CNN, BBC y TVE, sino que siguieron exhibiendo shows, programas de humor y telenovelas. Esto se puede explicar por la persistencia de viejas costumbres moscovitas: los underreportings de los eventos incómodos para las autoridades.

Sin embargo, no debe creerse que la estrategia de underrrepoting permitirá que el problema “desaparezca” o que la gente vaya a borrar de su memoria, fácilmente, esta nueva demostración del poder terrorista de los separatistas en el Cáucaso. De hecho, cada vez que los medios de comunicación actúan de este modo, disminuye, aun más, el nivel de confianza de los rusos, no solo frente a ellos sino frente al gobierno mismo

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