Me pregunto por estas generaciones que crecen en un mundo absorbido en su totalidad por una idea de libertad. Me pregunto y me cuestiono, si esa idea de libertad es la que más nos trae beneficios, cuando digo nos me refiero a la sociedad, a los grupos sociales de cada ciudad y nación. Claro que beneficia pero no precisamente nos beneficie a todos sino a un sector, a ese sector que le interesa que todo lo que se produzca sea consumido para evitar problemas de sobreproducción, a ese sector que le interesa cobrar casi un 400% del valor original del producto teniendo como excusa el valor de una marca que no es más que el símbolo de algo, no indica su verdadero valor y calidad.
Es una preocupación que me embarga de tiempo atrás y cada día confirmo la sospecha de: que somos nosotros los ciegos, los adormecidos, como tantas veces nos han nombrado, somos los que vivimos nuestras vidas, según creemos, como se nos da la gana. Pero vivimos vidas impuestas, tendencias que se venden a través de cualquier medio de comunicación. En especial, en este mundo de seguidores sin sentido, a través de las personas que resultan ser celebridades públicas sin haber contribuido en lo más mínimo al mejoramiento de nuestra existencia. Porque subimos en un pedestal no a las mentes más brillantes, no a las personas con el corazón más grande cuyas acciones han salvado a miles o millones, sino a los mejores cuerpos (pagados o no) valoramos lo que Aristóteles sostendría es la vida voluptuosa, la peor de las formas de vivir.
Me preocupa una gran masa, que con todo respeto, es ignorante de la vida que está viviendo, creen tener el rumbo de sus vidas cuando ni rumbo ni vidas tienen. Me preocupa lo que la historia dirá de nosotros cuando las futuras generaciones, si es que llegan a saber qué es historia nos lean y se pregunten por qué fuimos tan ciegos para dejar perder el planeta en el que vivimos por tener lo último en la moda, lo último en tecnología, hacer una fortuna para poder derrocharla sin sentido y con el mayor descaro posible, pensando únicamente en el bien personal sin interesarse si un igual, como cualquier ser humano, sufre o muere o siente que ha sido dejado sólo en un mundo de ciegos, de enamorados por banalidades sin sentido.
Qué dirá la historia si es que la historia alcanza a sobrevivir a este derrochamiento de recursos por el dinero. Porque vivimos creyendo que el dinero nos dará todo, que con él conseguimos nuestros sueños, sin reconocer que es la sociedad la que realiza tus sueños, es el esfuerzo personal y colectivo de cada uno de nosotros lo que nos lleva a tener una mejor vida, no el gastar ocho o más horas en un trabajo para tener una remuneración que si quiera llega a valer el tiempo invertido. Un mundo donde privilegiamos a unos y despreciamos a otros, no por la bondad o maldad en sus actos, no por las ideas que promueven, si sentimos adhesión o las contrariamos. No tenemos siquiera este nivel de discernimiento sino que juzgamos una apariencia, nos basamos en el más primitivo de nuestros instintos que nos lleva a observar las cosas, no detenidamente, sino de paso y juzgar de buenas a primeras.
Qué se puede esperar de una sociedad cuyas prioridades responden a un sistema económico que pone en sus cimientos al dinero, no a los recursos, no al ser humano. Esto hace que cada acción se vincule a obtener dinero, no a cuidar los recursos que en ultimas nos permiten vivir, no en cuidar del ser humano que somos todos nosotros. Qué se puede esperar de un grupo privilegiado de personas quienes buscan mover pasiones a través de coyunturas como la “crisis de los refugiados” la cual existe desde hace veinte años y nunca ha sido un problema, sólo para poder traer a sus empresas a esos migrantes, a los cuales puede pagarles salarios precarios sólo porque no pertenecen a ese país y tienen necesidades mayores como sobrevivir, no luchar por un mejor salario. Qué se puede esperar de personas con egos agigantados por sus cuentas bancarias abriendo la boca sin siquiera haber realizado el procedimiento básico que le permitiría caer en la cuenta del error garrafal que comente cuando dicen cosas por decir y no por construir con la palabra. Porque somos seres que creamos y amamos, pero nos enseñan a odiar y a destruir, nos enseñan de codicia, crecemos con un grupo de valores que son debilitados por comportamientos y hábitos que nos venden para hacernos vivir esa vida deseada” y adormecida. “Si consigues dinero lo tendrás todo” es casi la premisa que se vende en las familias y en el mundo desde que somos críos.
Usted querido lector que ha sabido llegar hasta acá, espero vea también el mundo desnaturalizado, porque la sociedad no se puede naturalizar, no podemos creer que hay cosas dadas que no se pueden cambiar, espero que usted lector no sea de los que dice esque-siempre-se-ha-hecho-así, porque si es así está condenado a repetir los errores de sus pasados. Espero que cada vez que mire al mundo se dé cuenta que son instituciones, que son ideas, que son símbolos, representaciones sociales e ideologías lo que se mueve en el pensamiento común, que tiene efectos de realidad, porque esto que son ideas hace al mundo, crea la realidad que vivimos y si no me cree pregúntele a la historia que ella, sabia conocedora del ser humano responderá que estamos acostumbrados a no preguntarnos por ella, a no preguntarnos qué dirán las generaciones futuras. Ella, la historia, respondería que sí, que todo lo que ustedes ven, esa ciudad, su forma de organización, el cómo se gobierna ha sido el resultado de las acciones de los seres humanos buenos y malos que han aportado con su empeño en hacernos. Porque a medida que estamos haciendo nos hacemos a nosotros mismos.
Los medios de comunicación me preocupan, la información que se mueve a través de estos no es de fiar, ni ellos se salvan de caer en esta rueda que nos arrastra, sin que lo notemos o sin que queramos notarlo, hasta el fin de la historia. Porque el fin de la historia no se dio con la caída de la unión soviética, el fin de la historia se da cuando se deja a un lado el pasado y el futuro, el fin de la historia solo responde a la decadencia que vivimos, donde somos el producto y productor de nuestros males y nuestro fin.
Cómo es posible creer en la independencia de medios de comunicación, si sus dueños, esos grandes privilegiados creen que el cambio climático no es culpa de ellos mismos. El hecho de que la gran compañía de comunicaciones FOX compre National Geographic me dice que su interés no es el conocimiento científico sino la desinformación “legítimada” por científicos que supieron venderse al peor postor. Quizá ganen dinero pero no serviría de nada tener dinero en un mundo decadente.
Qué será de nosotros que pensamos vivir en un mundo que cada año tiene avances mínimos que son vendidos a precios desbordados, todo marcado por el mercado. El valor de las cosas no es un valor monetario es un valor en sí mismo, el mercado o algo exógeno a ese objeto no puede definir su valor, ese es el problema con todo. El único valor que interesa es el que tiene el objeto per se. Claro cada cual ve ese objeto y la pone distinto valor según su interés en ese objeto.
Lo más triste es el tiempo invertido en pensar el modo de hacernos como somos ahora, seres con miedo a expresar nuestras inconformidades, satanizado ciertas ideas. Por lo tanto, pensar así no sólo es malo sino contraproducente para el estilo de vida actual, donde las mentes brillantes son relegadas a un segundo plano y así no hay muchos que deseen ser brillantes sino famosos. Donde lo importante en la vida no es aportar a su sociedad y su mundo de la mejor manera sino vivir como se nos de la gana sin importar si hacemos daño o no. El fin de la historia es a todas estas, el fin de nuestra historia.
sábado, 12 de septiembre de 2015
El fin de la Historia
Columnista Nibega.
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