Diálogo de saberes con el Consejo Comunitario La Plata, Bahía Málaga
Por Jenniffer Silva Jaramillo.
Del 15 al 20 de septiembre el laboratorio de estudios transnacionales de la Universidad Icesi, organizó una salida de campo al Consejo comunitario La Plata, en Bahía Málaga. A la convocatoria respondimos 11 estudiantes interesados en conocer las dinámicas internas de una comunidad tan autónoma.
Cuando llegamos al puerto, el calor y la humedad provocaban esa sensación fastidiosa de estar pegajoso y sin aire para respirar. Ya nos acercábamos al medio día, las expectativas de llegar a La Plata aumentaban en la misma medida que se pensaba en el almuerzo. Cuando arrancamos en la lancha el paisaje costero se confabulaba con un azul turquesa que nos dejaba absortos ante la inmensa belleza.
En el recorrido nos acompañó Ferney Valencia, líder del Consejo comunitario de La Plata, Bahía Málaga.. Un hombre pujante, sonriente y de una chispa brillante. Siempre presto a compartir el saber heredado de su comunidad y sus mayores. Poco a poco nos fue informando sobre las prácticas culturales, los conocimientos ancestrales y los problemas que hoy hacen más compleja la vida de los y las malagueñas, creando dicotomías entre la visión de conservar los recursos naturales y la necesidad de mejorar la calidad de vida de las 4 comunidades que comprende el archipiélago de La Plata.
En la primera reunión del día, líderes de la localidad nos expusieron cartografías y mapas de la zona, aquí se aseveró que La Plata, se encuentra ubicada en la parte interna de la Bahía. En ella habitan personas de ascendencia afrocolombiana, muchos de ellos colonos y otros asentados a raíz de procesos migratorios. El Consejo tiene unos 700 habitantes, que hacen parte de unas 160 familias, cuyo sentido de Territorio sobre pasa la idea de espacio físico y es pensado e interiorizado como herencia ancestral.
La biodiversidad de este inefable rincón, está dada tanto por los ecosistemas naturales, como por los ecosistemas sociales y sus prácticas culturales que intentan armonizar el dialogo con el entorno. Es así como la economía en las cuatro veredas del archipiélago, La plata, Mangaña, MiraMar y la Sierpe, se basa en la pesca artesanal, la agricultura de consumo local, el “lampareo” (como se le llama a la caza) y la extracción de madera para la construcción de viviendas y lanchas. La venta local a las comunidades vecinas ya los turistas, es otra de sus dinámicas económicas de sostenibilidad. Recientemente las comunidades han iniciado proyectos de Eco y Etno Turismo así como de recolección y procesamiento de Naidí (fruto de una palmera nativa del Pacífico Colombiano también conocida como asaí, azaí, huasaí y palma murrapo. También han desarrollado procesos de cooperación con organizaciones internacionales que los están llevando a entrar al mundo de la negociación de “bonos de carbono” (pagos de Estados, multinacionales y actores privados por la preservación y cuidado de sus bosques).
Las reglas de juego en su sistema de gobierno propio están mediadas por el Código de Régimen Interno, el reglamento para el manejo del Ecoturismo en el territorio y el Plan de Administración de los Recursos naturales. Con las normas claras, la identidad y la autonomía son pilares de su resistencia normativa ante un Estado que ha tenido una presencia diferencial en la historia de esta comunidad, como en todo el territorio de Buenaventura, tal y como mencionó uno de sus líderes.
Ya con un panorama más amplio sobre las condiciones socio-económicas y políticas del archipiélago, iniciamos los diálogos sobre el tema de reactivar el Ecoturismo autónomo y sostenible como proyecto de desarrollo para mejorar el bienestar de los malagueños. Teniendo en cuenta, primero, que este progreso al que me refiero, no se trata de explotar desmedidamente los recursos naturales de la región, sino más bien como lo dijo Ferney Valencia: “Se trata de un desarrollo sostenible con un consumo consciente y autónomo”. Segundo, teniendo presente las experiencias negativas de otras áreas cercanas, en las que su proyecto de desarrollo turístico no tuvo en cuenta aspectos de salubridad sanitaria, manejo de las basuras y tratamiento de aguas residuales. Lo cual ha provocado el deterioro de sus ecosistemas. Por último se piensa en un desarrollo que genere otras oportunidades de vida a sus habitantes, en donde la educación deje de ser una expectativa poco viable y se generen espacios de intercambio colaborativo de saberes.
De esta manera, en el corazón del pacífico los días iniciaban con el sonido del agua y las carcajadas de los nativos, mientras se descubría el sol entre los manglares y algunos rayitos lograban colarse por la rendija de la madera con la que estaba hecha la cabaña en la que nos hospedábamos. El muy buen día y las sonrisas mañaneras lograban afianzar un poco más, la confianza no sólo entre los compañeros de equipo, sino con los habitantes de la vereda. Don Pepe por ejemplo; madrugaba a contarnos sus historias de miserias y fortunas en la ficción contemporánea. Don Aladino con sus 89 años aún conserva una fuerza descomunal que pone a merced de su oficio: carpintero naval. Trabajaen sus embarcaciones, que por herencia familiar, construye desde que tenía 14 años con las maderas que se dan en la zona: Iguanegro, Chachajo Amarillo, Balano, Tangare, entre otros. Doña Nelci, sazonadora tradicional madrugaba a consentirnos con sus delicias pacíficas, que empanadas de piangua, que pescadito fresco, que agua de panela con limoncillo y otros platos típicos de la zona: “Lo principal es que la comida se haga con amor, la sazón es el corazón y por eso queda rica”, nos dijo Doña Nelci.
De relato en relato íbamos entendiendo la complejidad del día a día de los malagueños. Un recorrido en lancha por las diferentes veredas del archipiélago, nos mostró el por qué este territorio es considerado como un pulmón del mundo. La biodiversidad se encuentra entre las gigantescas y diferentes redes de manglares, que a su vez albergan más de 1700 especies entre animales y plantas. Allí conocimos la legendaria y prehistórica Samia, la famosa Palma Mil Pesos, que produce un fruto delicioso que lleva el mismo nombre, iguanas, rayas, garzas moradas, las cascadas de agua dulce de la Sierpe, delfines y ballenas, todas estas fueron algunas de las maravillas que pudimos apreciar en esta salida de campo.
Por otro lado también tuvimos la oportunidad de comprender más de cerca los procesos de resistencia y cambio que la organización Eco-manglar ha venido desarrollando a través de diferentes actividades eco y etno-turísticas tales como el avistamiento de aves y ballenas, los recorridos ecológicos por los mangles, el lampareo fotográfico, la música folklórica, entre otros. Todo lo anterior con el fin de contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de la comunidad y la protección del medio ambiente.
Sin duda alguna vivimos una de las experiencia más maravillosas, gracias no solo al equipo de trabajo sino a cada uno de los malagueños con ese don de gente, esa calidez humana con la que nos atendieron y nos abrieron no solo sus casas, sino también sus corazones. Gracias, muchas gracias Bahía Málaga por tanto. Esperamos que nuestro trabajo colectivo en las primeras iniciativas acordadas para ayudar a mejorar el bienestar de sus comunidades sea solo el principio de este trabajo mancomunado hacia una plataforma ecoturistica autónoma y sostenible que eleve las oportunidades de vida digna para todos.
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