viernes, 9 de septiembre de 2011

El don: ¿generosidad o violencia disfrazada?

Columnista Diana Henao

En Las cosas que se dan, cosas que se venden y cosas que no se dan ni se venden y que se guardan (1998) Maurice Godelier se interesa por el papel y la relevancia del don en el funcionamiento de las distintas culturas y en la constitución de las relaciones sociales. Para ello, elabora una reflexión sobre el El ensayo sobre el don de Marcel Mauss publicado en 1921. Godelier intenta descifrar el enigma del don desde una perspectiva antropológica, centrándose en el análisis de las cosas que se donan o las que se venden y de las cosas que se deben conservar, sobre todo, los objetos sagrados. Se incorpora una discusión que tiene como objeto entender “la deuda” y las cosas inalienables. Otro aspecto importante que señala Godelier en su artículo es el papel que tiene el don en las sociedades occidentales, dominadas por el mercado y el sistema capitalista. Uno de los aspectos que discutiré en este breve ensayo tiene que ver con la caridad y su relación con el don.

En primer lugar, hablaré del papel que tiene el don en las sociedades occidentales a través de la vieja práctica de la caridad. En segundo lugar, intentaré relacionar algunas de las ideas de Mauss sobre los dones como prestaciones totales y sobre la práctica del potlatch, propia de las poblaciones de la costa del Pacífico de Norteamérica y de la Polinesia, la cual da cuenta de la importancia de los regalos o dones en sociedades no europeas.

Hoy por hoy, el “sistema mundial capitalista excluye a millones de personas” (Godelier, 2000) que quedan desafiliadas, en condiciones de precariedad y marginalidad extrema. Es la era del trabajo flexible y la caída de la sociedad salarial como diría Castell, en la que las empresas para reducir costos, aumentar la productividad y bajar el coste de la mano de obra, arrastran innumerables filas de desempleados, un “desempleo que se espera sea transitorio y que para muchos, resulta permanente” (Godelier 1998: 11).

Estamos ante un mundo, en palabras de Godelier, en el que ganar dinero se convierte en la condición sine qua non de la existencia material y social de cada uno, en donde las solidaridades familiares o comunitarias se reducen o desaparecen” (Godelier 2000: 176). En efecto, prevalece el individualismo del que habla Richard Sennett(1978) en El declive del Hombre Público.

El trabajo históricamente ha sido un factor de integración social lo que hace que cuando un individuo se queda desempleado, pierde más que un empleo, queda desafiado del sistema, pierde su capacidad de integración social. En este contexto, el Estado está tan ocupado por velar por los intereses de la economía, que no puede cubrir ampliamente con estas contradicciones estructurales. Entonces, el Estado convoca al don apelando a la “solidaridad” y propagándola como un valor obligatorio de todo ser humano. También aparecen las organizaciones caritativas y lo social “se vuelve un negocio”, la pobreza se vuelve “rentable”. El don “se ha modernizado”, se ha secularizado, se vuelve mediático y burocratizado. Los medios de comunicación difunden la idea de ser solidario, de luchar contra las enfermedades que aquejan el mundo (el cáncer y el sida, etc.) contra la hambruna en África, y en los países del tercer mundo. Este sentido de solidaridad se vuelve transnacional. Hoy, donar va más allá de nuestro contexto local, gracias a las nuevas tecnologías de la información, donar se ha convertido en una cuestión glonal. La persona que recibe, no sabe nada del donador que se encuentra al otro lado del mundo. Pareciera que ya no existiera ese intercambio de dones entre amigos o familiares, producto de las relaciones que los unían, ese donar sin esperar recompensa alguna, esos dones, como dice Godelier, que se hacían sin esperar su retorno y que suponían relaciones de igualdad (prestaciones totales no antagónicas).

En su ensayo sobre el don Mauss señala que “el don no es un acto que pueda estudiarse aisladamente, sino que nace del encadenamiento de tres obligaciones, la de dar, la de aceptar el don, y la de devolver cuando uno aceptó” (Mauss en Godelier, 2000:177). El autor se centró sobre todo en “el devolver”. Utilizaré algunas ideas de Mauss que señala Godelier en su artículo sobre los dones como prestaciones totales y sobre la práctica del potlatch. Además trataré de pensarlas en el marco del contexto anteriormente mencionado.

Mauss llamó -prestaciones totales- “a los dones que no son individuales sino que implican grupos o personas en cuanto representantes de esos grupos” (Mauss en Godelier 2000: 178). A Mauss “le interesan los dones que son totalmente necesarios para producir y reproducir las relaciones sociales, el tejido de la sociedad, las condiciones sociales de la existencia de cada uno en una sociedad determinada” (Mauss en Godelier 2000: 178). Estos dones totales son muldimensionales, de manera que son de carácter económico, político, religioso, artístico, es decir que tienen la capacidad “de condensar muchos aspectos de la sociedad” (Godelier 2000:178). El autor distingue dos tipos de prestaciones totales: “no antagonísticas” y “antagonísticas”.

Donar supone una doble relación entre el que dona y el que recibe: una relación de solidaridad y una relación de superioridadentre los dos actores. Suponiendo que los dos, primero, están en igualdad de estatus, luego el que dona adquiere un estatus de superioridad y el otro contrae una deuda, y se encontrará en un estado de “inferioridad" al menos, hasta que no salde su deuda. En esta medida, donar pareciera instaurar una desigualdad entre el que dona y el que recibe. Godelier dirá que esa desigualdad puede expresarse en jerarquía legitimada, si ya hubo antes una relación de superioridad/inferioridad: “El don puede ser acto de generosidad o de violencia, pero una violencia disfrazada de gesto desinteresado ya que se ejerce por medio y bajo la forma de un reparto” (Godelier 1998: 28). Si pensamos en esto hoy, el donar al “desvalido” o al “necesitado” puede considerarse también como un acto de “violencia disfrazada” en el que el donante que está en Estados-Unidos confirma su posición de superioridad frente al receptor que está en África. En este sentido, lo único que salda esa relación jerárquica es el acto de devolver (prestaciones totales no antagonisticas) entonces, la persona que está en África, difícilmente, podrá devolver algo al donante Americano. La práctica del potlatch permite acceder y conservar el poder, y el medio para acceder es la acumulación y la redistribución de bienes de subsistencia” (Godelier 2000: 181). Mauss plantea que “varios clanes y varios jefes compiten para dar o devolver mayores cantidades, pero al final sólo uno es el vencedor, al menos provisoriamente, hasta que el otro lo desafía con otro potlatch mayor (Godelier 2000: 181). En la actualidad, esta misma dinámica pasa con las empresas, que viven en una constante competencia por ser las más "generosas", entre más donaciones se hagan, más se incrementará su “superioridad” ante las otras. Todo está inmerso en un sistema de acumulación que le confiere al vencedor un cierto “status mayor”.

Entonces, ¿estaríamos hablando de una verdadera generosidad? ¿De un donar por nada a cambio? La caridad se ha transformado, pero sigue conservando su esencia. Si antes se donaba sin esperar nada a cambio pero a la vez se esperaba “la salvación del alma", ahora estamos ante una caridad más moderna, secular, mediatizada y burocratizada, pero seguimos en la misma lógica de dones y contradones antagonísticos que señala Mauss. Se trata de una “verdadera guerra por la riqueza, para conquistar títulos, estatus, poder, y en la que la rivalidad sobrepasa la generosidad” (Mauss en Gaudelier 1998: 181).

Finalmente, no podremos hablar de una verdadera generosidad porque siempre esperamos algo a cambio, una remuneración simbólica, al menos. Tampoco podemos olvidar que los Estados, las fundaciones, ONGs, organismos internacionales, empresas, se han preocupado, ahora más que antes (Responsabilidad Social Empresarial) como si fuera una moda, de ese “otro” olvidado y excluido, enfermo y pobre para convertir lo social en un negocio.

Ésta parece una posición muy pesimista del asunto y tampoco podemos negar los grandes aportes han hecho muchas organizaciones de filantropía, de caridad, de acción social y de asistencia pública que existen en el mundo, en la vida de esos “otros”. Sin embargo, ningún modo de atención de lo social ha logrado superar los problemas estructurales que agobian a los “más necesitados”. Queramos o no, seguimos presenciando una “economía y una moral del don” basada en la generosidad interesada.

Bibliografía

GODELIER, Maurice. “De las cosas que se dan, de cosas que se venden y de cosas que no hay que dar ni vender, sino guardar”. En: El enigma del don. Paidos, 1998.

GODELIER, Maurice. “Las cosas que se dan, cosas que se venden y cosas que no se dan ni se venden y que se guardan”. En: Cuerpo, parentesco y poder. Pontifica Universidad Católica del Ecuador, 2000. P 173-190.

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