El pensamiento administrativo y la administración como campos de saber se han desarrollado en el marco de dos campos predominantes, diferenciados analíticamente: el sector privado empresarial y el sector público. En medio de estos dos polos surge un tercer campo de acción no sólo para la economía, el desarrollo productivo, y la organización social sino también para la administración y la gerencia: el denominado Tercer sector. Este se desarrolla en el escenario de las organizaciones sociales, solidarias, cooperativas y voluntarias que son privadas pero que no se rigen por la misma normatividad, valores e intereses de la empresa privada y que también son públicas en la medida en que actúan en función de problemáticas de orden social y global que han estado tradicionalmente vinculadas con lo Estatal.
Hoy se hace más amplio el campo laboral de los científicos sociales y profesionales que han encontrado nuevos horizontes en las organizaciones sin ánimo de lucro, que se rigen desde un modo específico de gerencia: la gerencia social.
En este breve ensayo me propongo identificar cuál es el aporte y relación de los conceptos del pensamiento administrativo y la gerencial social en la formación de científicos sociales.
Las organizaciones sociales o las también denominadas organizaciones sin ánimo de lucro hoy se han convertido en amplios campos de acción laboral para los científicos sociales. En efecto, hoy nuestro conocimiento teórico-metodológico se impone en el mercado como un elemento distintivo que nos diferencia de otro tipo de profesionales a la hora de intervenir y pensar lo social. Por esta razón, conceptos propios del campo administrativo y la administración se configuran como conocimientos útiles para los científicos sociales a la hora de insertarse en el mercado laboral de lo público y lo privado.
La administración y la gestión en torno a la identificación de oportunidades y desarrollo de negocios productivos y rentables son prácticas que tradicionalmente han recaído sobre las empresas del sector privado de la economía que se han caracterizado por establecer como objetivo principal la maximización de la ganancia en el marco de una racionalidad económica instrumental propia de los sistemas capitalistas de mercado. En este sentido, la administración como disciplina “establece la naturaleza de las organizaciones sobre las cuales recaen las prácticas administrativas y gerenciales y se interroga sobre sus características y dinámicas, en breve, se determinan sus propias especificidades” (Chanlat y Seguin en Roldan, 1999).
Un científico social que se enmarca en los terrenos del tercer sector debe entonces ser muy flexible a la hora de insertarse e intervenir en lo social, pues aunque las organizaciones sin ánimo de lucro tengan una naturaleza diferente a la de la empresa privada, estas se rigen igualmente bajo los mismos principios de la administración tradicional. Por esto, la flexibilidad del científico social debe apuntar a la capacidad de gerenciar, administrar, dirigir. Esto corresponde a lo que alguna vez Fayol definió como la habilidad de “arreglar, disponer, cuidar de, conducir, gobernar[1], manejar. Aquí se encuentra el núcleo integrador del trabajo del dirigente establecido por Fayol en 1916 y vigente con mayores y diversos matices hasta nuestros días” (Roldan 1999: 4). En otras palabras, administrar o gerenciar es una acción que se traduce en “garantizar que las cosas se hagan; es encuadrar y motivar a los otros de modo que realicen lo que deben hacer” (Aktouf en Roldan 1999: 5).
El mercado laboral no solo exige destrezas a nivel profesional sino sujetos capaces de adaptarse a nuevos ámbitos de desarrollo profesional. En la era del trabajo flexible, se exigen profesionales flexibles, aunque esto lastimosamente deje fuera del sistema a muchos que no poseen el capital intelectual, económico y social para insertarse.
Es por esto que la función de administrar no solo debe corresponder a la cabeza de la organización sino también al resto de los miembros de la organización dentro de sus respectivos campos de acción. El científico social inmerso en el tercer sector, no solo debe ser alguien que sea capaz de gerenciar y administrar, sino también alguien que pueda reinventar el mundo laboral desde su propio campo de acción, adaptarse a nuevos entornos laborales y hacer de su profesión una necesidad para el mercado. Esto hará que sus posibilidades laborales sean cada vez mayores y necesarias en cualquier campo laboral.
Por otro lado, el rol del trabajador o en este caso del científico social que trabaje en estas organizaciones es, desde mi punto de vista, retador. En efecto, el pensamiento administrativo tradicional es, según Roldan, la única herramienta existente para gobernarlas y evaluar su gestión y desempeño. El problema radica en que la esencia del saber administrativo es la maximización de las utilidades para los propios beneficios de la empresa. Prima entonces el enfoque económico donde la responsabilidad social no le corresponde sino a los individuos, así como lo señala Roldan parafraseando a Friedman “sin enunciar una noción precisa sobre cuáles son los aspectos que comprenden la responsabilidad, con énfasis renovado asevera que no es de la incumbencia de la empresa ni de sus directores gastar utilidades en necesidades sociales. Además de ser una equivocación, ello sería una penalización bajo la forma de impuestos para la actividad de la empresa y para quienes la conforman” (Roldan 1999: 8). En este sentido, el científico social debe tener en cuenta esta contradicción ya que el objeto de las organizaciones sin ánimo de lucro es lo social. Como gerente y gestor éste debe actuar de acuerdo con estrategias que permitan, a mi parecer, superar esta brecha entre el pensamiento administrativo con un enfoque netamente económico donde los recursos se reinvierten en la empresa y no en otros asuntos externos como lo social.
Las organizaciones del tercer sector se han caracterizado por conseguir recursos para causas sociales. Algunos teóricos hacen énfasis en el papel que estas desempeñan como integrantes de la sociedad civil, supliendo demandas de la población que antes eran responsabilidad del Estado. Creo que el científico social como gerente y gestor debe velar porque su trabajo no se quede en tareas meramente administrativas como las que anteriormente hemos mencionado. Su rol, también debe centrarse en generar proyectos que de verdad beneficien a la comunidad ya que no se trata de concebir la organización desde un enfoque meramente económico. Lastimosamente, muchas organizaciones sociales se constituyen de acuerdo a ese fin, el de generar ingresos únicamente para beneficio del empleador y de la organización. En esta medida, no solo se trata de verla como una mera generadora de ingresos sino también, de velar por que los programas y los recursos que se obtengan, lleguen y se inviertan de manera responsable y consecuente con las necesidades de las comunidades beneficiaras. De igual modo, creo que la clave del éxito de este tipo de organizaciones es generar programas que puedan diferenciarse en el mercado de lo social. Además, los programas y servicios que se brinden deben estar enfocados en generar autonomía en sus beneficiarios de tal manera que estos no se conviertan en simples receptores de proyectos, y la organización en una generadora de proyectos asistencialistas que no brinden soluciones estructurales a las problemáticas de los sujetos con los que trabajan.
Una de las limitaciones que se presentan en este tipo de organizaciones es que muchas veces terminan produciendo sujetos pasivos, irreflexivos sin capacidad de decisión, ni de participación y selección de los mismos proyectos de los que se “benefician”. El tema de la intervención social con responsabilidad y respeto debe estar en la mira de los gerentes y gestores sociales que establecen relaciones de dominación con los sujetos y terminan viéndolos como seres a los que hay que “educar”, “capacitar” “intervenir” lo cual genera relaciones demasiado irrespetuosas. Creo que el rol del gerente va más allá de “administrar, ordenar, coordinar”, etc. El éxito también está en la calidad del servicio que se preste, en la confianza y el respeto que la organización genere en sus beneficiarios, en sus profesionales y en la sociedad en general. Este tipo de organizaciones, desde mi punto de vista, solo sobreviven en la medida en que logren ganar la legitimidad de las comunidades a las que intervienen.
Reflexiones finales
En este ensayo, he tomado los retos que nos plantea el pensamiento administrativo a los científicos sociales en el marco de las organizaciones del tercer sector, como los aportes. Me refiero a que estar insertados en este campo laboral, significa no solo complementar nuestra formación con los conceptos que plantea el pensamiento administrativo clásico sino también deconstruirlos. En otras palabras, se trata de luchar contra las contradicciones que surgen en las organizaciones del tercer sector, que plantean conflictos conceptuales e ideológicos entre los principios clásicos de la administración y su objetivo social, entre las ciencias sociales y la administración, entre lo público y lo privado.
Por otro lado, la responsabilidad y la legitimidad que se gane con las comunidades garantizan el éxito y supervivencia económica y social de este tipo de organizaciones.
En nuestro país, por ejemplo, no existe una entidad que verifique y controle las acciones de las organizaciones del tercer sector, lo cual constituye un reto para el científico social y para el profesional que se inserte en este campo, y es, velar por que la intervención social en el marco de estas organizaciones se dé en medio de relaciones sociales transparentes, respetuosas y no de dominación, con sus propios profesionales y con las comunidades beneficiarias.
Bibliografia
SÁNCHEZ DE ROLDÁN, Karem. Desarrollo de habilidades gerenciales para el tercer sector; un marco conceptual y una metodología. Universidad del Valle, Fundación Carvajal. Cali, 1999.
[1] Fayol establece una diferencia entre “administrar y gobernar”; esta última noción se asemeja al termino moderno “gerenciar”. En su texto clásico Fayol enuncia y señala las operaciones que realiza una empresa: técnicas, comerciales, financieras, contabilidad, administrativas. Estas se encuentran en consonancia con las áreas funcionales o departamentos de empresa. La administración es una de las operaciones empresariales, se define como proveer, organizar, mandar, coordinar y controlar. El autor aclara que, así definida, la administración no es un privilegio exclusivo ni una carga personal del jefe o de los dirigentes de la empresa; es una función que se reparte, como las otras funciones esenciales entre la cabeza y los miembros del medio social. La función administrativa se distingue de las otras funciones esenciales y no debe confundirse con la noción de gobierno. Gobernar es conducir la empresa hacia el fin propuesto, tratando de obtener el mayor provecho posible de todos los recursos de que ella dispone; es asegurar la marcha de las seis funciones esenciales (Fayol en Roldan 1999: 4-5).
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