Hace un par de días hablaba con alguien que me decía: "y ¿cómo sabemos si los sueños que queremos cumplir, no son los de otras personas?". Me recordó esa vieja conversación conmigo mismo hace años: ¿era mi vida una repetición de voluntades heredades de familiares, amigos o desconocidos que influyeron en mi personalidad débil y facilitaron un camino ajeno a lo que realmente quería? Había dejado el tema abandonado porque creía hasta ese momento que con seguridad, mis sueños hacían parte realmente de mí... pero tuve que pensarlo. Luego, la duda era porque no lo tenía tan seguro, o porque simplemente es de carácter humano el someter seguridades a la duda y por supuesto, los resultados de lo que se crean saber o tener, podrían variar en el autoexamen.
Pensé en todo lo que tengo planeado y estoy construyendo para mi corto y mediano plazo, porque el largo plazo no es más que el puerto de llegada de estos dos primeros. En general, mis sueños, parecían haber sido sometidos en mi cabeza por otras personas.
Pero analizando cuidadosamente, pude ver que por más que quisiera no haber tenido incidencia de sueños de otras personas en los míos, era imposible, puesto que las relaciones interpersonales y sociales son tan complejas, que tan solo un gesto, una señal, una palabra escrita o hablada, puede cambiar el curso de las cosas y dejar una huella o una marca en nosotros; por supuesto, nuestro destino depende en gran medida de la determinación que tomemos en ese tipo de momentos.
Parecía que mi destino había sido influido de manera brutal por muchas personas que han tenido personalidades fuertes, sin embargo, hubo un rompimiento: hallé un abandono a las seguridades con el paso del tiempo y lo que parecía ser el sueño de otra persona en mi vida, comenzó a tener argumentos propios para ser cumplidos como mis propios objetivos.
No es malo pensar, como tampoco lo es solo actuar sin reflexionar; creo que cada persona debe darse la oportunidad de encontrar entre ambas formas, cómo enriquecer su vida y sacar sus propias conclusiones; no hay recetas para la vida. Y según las circunstancias, un modo de decidir o actuar o pensar depende de lo que queramos; o también de dejarnos llevar por la esa corazonada, la intuición, la voz, por lo que nos mueve desde adentro...
Decía Carl Jung en su documental El mundo interior, que la construcción de la realidad había comenzado a partir de fantasías o sueños de cada ser humano, que con el paso del tiempo y la voluntad de cada uno, se fue plasmando de manera material; por ejemplo, a través de las casas y su necesidad de forjar un lugar para cuidarse de los peligros exteriores. Por tanto, las fantasías no es solamente aquello despojado de valor: "la fantasía, nos dice Lacan, es una construcción de la realidad desde el deseo. Es decir, que la fantasía no es una forma de escapar a la realidad, sino, por el contrario, una forma de posibilitarla" (ver más).
Podríamos empezar a reflexionar cuáles de nuestros sueños, imaginación y fantasías corresponden solamente a nuestra verdadera voluntad, guiada por nuestra conciencia y no hacen parte de miedos, culpas y auto castigos inconscientes para repetir cadenas o patrones de traumas que habremos vivido en otro momento. Nuestros sueños que quisiéramos realizar para nuestras vidas, bien pudieran ser enmascarados con estas culpas y remordimientos como forma de expiar nuestro dolor...actuando así, solo estaremos existiendo y no viviendo... seríamos el personaje de un guion escrito por otra persona. Simples autómatas.
Un ejemplo: Leonard Zelig, el protagonista de la película Zelig de Woody Allen (ver película) tiene una crisis de identidad. Se tocan ambientes como: la Gran Depresión de Estados Unidos en 1920, la Alemania Nazi, la Segunda Guerra Mundial, etc... y Zelig, aparece en todos los escenarios en momentos totalmente distintos como si los hubiera vivido en carne propia.
"La doctora Eudora Nesbitt Fletcher (Mia Farrow), la profesional que arriesga toda su carrera por solucionar el problema de Leonard Zelig (Woody Allen), a quien la prensa llama el camaleón humano por su propensión a transformar su personalidad según las personas que tiene al lado. La doctora aplica técnicas psicoanalíticas en contra de la opinión de sus colegas, que defienden la procedencia orgánica de su dolencia hasta el punto de atribuirla a una ‘indigestión de comida mexicana o a un tumor cerebral’ (ver más). De manera graciosa pero no por ello menos intensa y compleja, Allen parece denunciar y a la vez reírse sobre situaciones de política: la locura del nazismo y las crisis económicas, y cómo el individuo, no exento a dichos problemas, se sumerge obediente en los ires y venires del mundo, donde es más fácil seguir los sucesos que hacer un alto en el camino y preguntarse un por qué. En el caso de Zelig, es de tal manera su vida una mera existencia; un vivir por vivir, que es un muerto en vida, como lo evidencia una de sus frases: "Porque es seguro. Es seguro ser como los demás. Quiero gustarle a la gente" (ampliar).
El caso de Zelig, es apenas un caso dentro del cine, pero este funciona como representación de la realidad. Si bien no todos los casos tienen una incidencia solamente psicológica, puesto que también hay gran influencia del desarrollo orgánico del cerebro en las personas, lo que a veces impide el funcionamiento normal de actividades o del reconocimiento del sí mismo y del cuerpo que se tiene como un organismo propio; me parece que para muchos de los que nos consideramos afortunados por tener un cuerpo desarrollado dentro de lo normal, es prudente con nosotros mismos, empezar a pensar sobre esto: ¿son mis sueños, mis sueños? ¿o son de Otros? Un Otro que se dirige dos vías: aquel que vive en nosotros y no hemos despertado y aceptado; y también aquel que vive en las demás personas, y que estando despierto o no, también nos complica las cosas. Lo importante es saber cómo complicarnos la vida a conciencia.
lunes, 16 de junio de 2014
Los sueños del Otro
Columnista Hugo Andrés Arévalo González.
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