jueves, 3 de marzo de 2011

MEMORIAS DEL OLVIDO

Por Natalia López Cerquera.

…(El asesinato- masivo no es lo nuevo) “Sino la eliminación continua de seres humanos, practicada durante años y décadas de forma metódica, y convertida así en sistema mientras transcurren a su lado la vida normal y cotidiana, la educación de los hijos, los paseos amorosos, la hora con el médico, las ambiciones profesionales y otros deseos, los anhelos civiles, las melancolías crepusculares, el crecimiento, los éxitos o los fracasos, etc. Esto sumado al hecho de habituarse a la situación, acostumbrarse al miedo, junto con la resignación, la indiferencia y hasta el aburrimiento, es un invento nuevo e incluso muy reciente. Lo nuevo en él para ser concreto, es lo siguiente: está aceptado”

Imre Kertész

Ese día sentía como el todo atravesaba cada uno de mis sentidos, cuando logro tal conexión me siento lo suficientemente mundana como para volar. Pero aquella mañana fue diferente, eran punzadas, puñaladas, mis alas se aturdían. Diminuta, ante voces que me apabullaban, por una sinestesia irremediable, me pedían que las recordase. Y si, ahí reafirme que el silencio, los silencios son una potente arma, una bomba que invisibiliza, que hiere, que mata y remata, a su vez precursor del olvido, con todo lo que puede connotar el olvidar.

¿Alguna vez han escuchado de proyectos sobre memoria histórica?, pues la experiencia que deseo compartir el día de hoy es la muestra de los resultados de un proyecto de este orden, por agruparlo en una categoría. Porque en esencia esta iniciativa es mucho más que eso. Hablo de la exposición que toma lugar en el museo La Tertulia, “La guerra que no hemos visto” y “Réquiem NN”. La primera como la evidencia de años de trabajo de la fundación Puntos de Encuentro, con soldados rasos hoy desmovilizados, ya fuera por la ley de Justicia y Paz, por haber desertado o haber sido heridos en combate. Quienes a lo largo de dos años pintaron sus experiencias personales e ilustraron la tragedia del desarraigo, y son precisamente una selección de estas pinturas las que se encuentran expuestas en el museo, colmadas de sufrimiento, sangre, desilusión, pero también de esperanza y sentido para quienes fueron sus autores que intentan hacerle frente a un nuevo momento de sus vidas.

“Réquiem NN”, con otra línea de expresión más no con otra temática, juega con la forma para involucrar al espectador en su contenido, contenido que nos compete y que a veces con el afán de de las cotidianidades nos hacemos al margen. Es una inmersión creativa hacia el recordar, una exaltación de la reminiscencia colectiva que nos atañe como colombianos, pero más allá de la pertenencia al país nos corresponde como seres humanos. De esta audaz exposición resalto un fenómeno impactante que se encuentra ilustrado por medio de fotografías con efectos bidimensionales. Acontece en la población de Puerto Berrío a orillas del río Magdalena. “Allí se ha erigido con el paso del tiempo uno de los monumentos que señalan la desaparición, violencia y muerte como síntomas y testimonios del conflicto colombiano. Se trata de tumbas donde descansan desconocidos, cuyos cadáveres flotantes aparecen en este recodo del caudaloso río. Cuerpos que son arrojados para que desaparezcan por descomposición o sean consumidos por aves carroñeras o peces hambrientos. Las personas no sólo son rescatadas y enterradas sino que sus lapidas se ornamentan con nombres supuestos, letreros alusivos, ofrendas florales naturalmente signos religiosos. Se establece una relación directa y dijéramos que casi mágica. Las almas de los difuntos están dispuestas a conceder dones y prerrogativas y así se establece un culto particular donde los milagros son posibles”. Es en otras palabras un frente simbólico contra la violencia y el sufrimiento.

Este tipo de exposiciones son un acercamiento con conciencia a lo que han atravesado cientos de personas afectadas por el conflicto armado y político. Un ungimiento desde una perspectiva distinta a la que nos presentan los medios, a veces exaltadores del morbo y el exhibicionismo insensible. Es así pues, como esta labor social como deseo llamarle hace honor a uno de sus nombres “La Guerra que no hemos visto”. Al tiempo una confrontación de la que todos deberíamos ser participes, independientemente del estrato socioeconómico o posición social, con lo que hago referencia directa a que este tipo de expresiones no están lo suficientemente difundidas e interiorizadas en nuestra sociedad.

Para finalizar resalto la importancia de iniciativas como esta en nuestra comunidad, porque la reparación a las victimas va mucho más lejos que una indemnización monetaria, es necesaria una indemnización del alma; y son precisamente este tipo de proyectos que las propician. Ya que el recordar con conciencia las cicatrices también forma parte de las reivindicaciones.

1 comentario:

Adolfo A. Abadía dijo...

¿cómo se puede reparar el alma cuando existen experiencias que no sólo transforman tu realidad sino que también tu estabilidad emocional al cambiarte abruptamente tu percepción frente a las cosas comunes y banales de la vida? La reparación económica puede facilitar la existencia y muy posiblemente satisfacer la necesidades de la parte material/física/biológicas de cada personas. Todo lo demás necesita más tiempo para sanar. Me parece importante no dejar caer estos episodios reprochables e inhumanos en el olvido, sino tendríamos que reconocer que no fuimos lo suficientemente inteligentes, como seres humanos, para aprender que lo ocurrido no debe volver a pasar.

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