Es temprana la noche y ella duerme apacible en su lecho. Duerme sin esperar que la realidad alterna de los sueños la sorprenda esta vez. A medida que cierra sus ojos su mente se nubla, se inquieta… ve algo venir pero no sabe que es…
Pasan un poco más de dos horas de descanso y ella solo ve algunas figuras dispersas e incoherentes. Una silueta femenina empieza a acompañar su sueño y se apodera de su curiosidad.
Las primeras noches aquella fémina sacia sus curiosos labios plantando besos implacables que incluso despierta, ella, la soñadora, no puede dejar de pensar. Aprieta sus labios, arranca su piel… Cega y guarda sus dolores, sus credos… su día, sus apegos…
Durante su mañana académica ella muerde la goma de su lápiz con los ojos cerrados, deseando, anhelando el calor de su ilusión, de su fémina soñada…
Calcula sus labios con sus dedos, aquella fémina soñada provoca su furia, su desespero… baja su mirada contemplando el cuerpo de la soñadora… baja su lengua y poco a poco alcanza sus senos con besos sutiles y efímeros, chupando el frío de los días anteriores… chupa sus latidos, lame sus pezones hechizados por la delicadeza de su mano bajando por entrepierna…. La soñadora despierta.
Transcurren los días, pasan las noches. Las horas no existen sino para marcar el momento en que la soñadora caerá en trance, pues en el sueño aquellas horas ni se sienten ni se ven, ni se palpan… ni se desean. Nuevos sueños, nuevos besos… algunos suaves algunos duros… solo besos, algunas noches la lengua de la soñada se atreve a ir un poco mas debajo del cuello de la soñadora y da vuelta en sus senos, pero nada más de allí.
Madrugada. La soñadora enfrenta su día y como cualquier otro, palabras van, palabras vienen. Saludos, señas, risas, suspiros. La soñadora aguarda paciente mientras finaliza sus deberes en su escritorio a que llegue el momento de soñar. Se recoge el cabello, desliza su blusón por sus piernas y este cae a un lado de su cama. Arropa su inquietud y cierra sus ojos…
… Se acerca de nuevo su fémina soñada. Esta vez como una musa enloquecida por llenar de inspiración… por captar la atención, por seducir la mente. Rasga sus brazos mientras muerde el cuello de la soñadora vorazmente. Acaricia su mejilla y baja poco a poco sus manos, una tras otra por el vientre de la soñadora… acariciando primero sus senos y después penetrando su vientre con las uñas. Estira su cuerpo hasta alcanzar su entrepierna… la recorre lentamente con su lengua, humedeciéndola de a pocos y haciendo pequeñas presiones sobre su piel … la soñadora, en el lecho de su embelezo, cierra sus ojos visualizando cada paso que antecede y se deviene de cada acción de la soñada. La soñada posa su boca en el sexo de la soñadora. Mide con su apertura aquel sexo y despacio muerde el clítoris que saborea su boca… un pequeño grito se desprende de la boca de la soñada, postergando el silencio, llenándolo de los sonidos de aquella escena donde flores devoran flores, mezclando nuevos aromas, extasiando a cualquier testigo del acto caníbal. La lengua de la soñada penetra la vagina de la soñadora, sueño y soñadora forman un entretejido fantasioso, un sentir “real”, afanoso, desesperante, hipnotizante. La soñada penetra con ímpetu la ansiedad de la soñadora, penetra su alma, penetra su cárcel diaria de modales. Mientras que con su otra mano acaricia aquel cuerpo que lleva encima el estrés del día a día, de las personas, el tráfico… los tantos recuerdos los tantos deberes… pasa sus uñas rasgando sus muslos… diseña todo un desliz de lujuria en su espalda, penetra sus sentidos, su más álgido pensamiento de que aquello solo es un sueño….
Esa fue la ultima noche de la soñada. Aquella la ultima noche para la soñadora de calidas flores que devoran flores.
Mirando hacia el tablero mientras un monto exagerado de palabras rompen con todo rincón de su atención entra en lapsus, recuerda como aquellos sueños penetraron su cénit de emociones, de sensaciones de necesidades, de quereres, recuerda el húmedo flagelo del olvido, de la perdición, de la plena satisfacción… recuerda con nostalgia y esboza una sonrisa, mientras que escribe, en las ultimas páginas de su agenda: “enamorada de una ilusión… aquí es donde hice realidad mi sueño”
miércoles, 23 de marzo de 2011
Aquí es donde hice realidad mi sueño
Columnista Pandora.
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