Reseña de La opinión teledirigida. Videopolítica de Giovanni Sartori (1998)
Giovanni Sartori (1998) muestra las transformaciones de las medios informativos que se han ido moldeando a su público y al mismo tiempo ha ido cambiando su forma de mostrar contenido. Esto debido a que “informarse exige una inversión de tiempo y de atención que gratifica (es un precio que compensa) sólo cuando la información almacenada llega a una masa crítica preparada para recibirla […] Pero quien no dispone de un "almacén" informativo debe hacer un esfuerzo, no comprende de la misma manera, y por tanto se aburre” (Sartori, 1998:4). En este caso, el autor centra su análisis al medio televisivo, específicamente, al contenido informativo relacionado a uno de los campos que condiciona nuestro vivir y nuestro convivir: la política, en otras palabras, a lo que el autor denomina: Videopolítica: concepto que “comprende sólo uno de los múltiples aspectos del poder del video: su incidencia en los procesos políticos mediante una transformación radical del "ser político" y de la "administración de la política" (ibíd., 1998:1).
El autor no desconoce el hecho que “la televisión informa más que la radio puesto que llega a una audiencia más amplia –la tesis del autor es que, a pesar de eso– la televisión da menos información que cualquier otro medio de comunicación” (ibíd., 1998:4). A razón de lo anterior, vemos que para el autor información e informar guarda diferencias. Esta diferencia radica, como sostiene el autor, que “información no es conocimiento, (tampoco) es comprensión: se puede estar muy informado sobre muchas cosas y, al mismo tiempo, no entenderlas (ibíd., 1998:3). Ahora, la televisión ha logrado informar, indiscutiblemente, a un mayor número de personas que las formas preexistentes, pero la importancia de su información es variable. Aquí, el autor distingue dos grados de importancia de la información (ibíd., 1998:3):
Informaciones frívolas: estas están desprovistas de cualquier valor o relevancia “significante”.
Informaciones objetivas: estas crean una opinión pública sobre problemas públicos sobre problemas de interés público y tratan temas de “relevancia pública”. Y son latentes a caer en la
Subinformación: que es la información insuficiente que es producto de una reducción excesiva de la noticia sobre la que se informa lo que empobrece la noticia misma.
Desinformación: es una forma dela manipulación de la información que se manifiesta como una distorsión dela información que induce a engaño al receptor de la misma.
Por otra parte, la televisión se destaca por cultivar el Homo Ludens que es el hombre que demanda entretenimiento, distracción y diversión (ibíd., 1998:1) pero al mismo tiempo y casi en contraposición al espíritu lúdico que pueda irradiar la televisión, ésta funciona como una “fuente importante de creación de opinión. En la actualidad, el pueblo soberano "opina" sobre todo de acuerdo con la forma con la que la televisión le induce a opinar […] (especialmente) por su capacidad de orientar la opinión” (ibíd., 1998:1), en otras palabras, la televisión logra poner los parámetros de un gobierno en relación a la toma de decisiones vinculantes. Con la televisión como fuente de información “la autoridad reside en la visión misma: […] la imagen” (ibíd., 1998:3) acorde a la premisa: ver para creer, es decir, “lo que se ve parece "real", (luego,) puede ser considerado como verdad” (ibíd., 1998:3). En este sentido, se desplaza la descripción de un evento noticioso por la presentación de una imagen debido a la idea ampliamente difundida de que la imagen habla por sí sola o una imagen vale más que mil palabras, pero esto para el autor no es válido, según él “los problemas no son "visibles" y la imagen que privilegia la televisión es la que "conmueve" a nivel de sentimientos y emociones” (ibíd., 1998:5). Hasta ahora hemos analizado manipulaciones que son fruto de un mundo visto parcialmente y que son, por lo tanto, manipulaciones de lo no visto las manipulaciones informativas más relevantes, y empezaré por las estadísticas falsas y por las entrevistas casuales. Por estadísticas falsas, entiende el autor, los resultados estadísticos falsamente interpretados (ibíd., 1998:6); y por entrevista casual entiende el fenómeno donde un entrevistador es mandado a rellenar un acontecimiento con imágenes a la calle y entrevistando a transeúntes intentando capturar “la voz del pueblo” pero esto no es más que un engaño el “transeúnte no representa nada y a nadie: es sólo su punto de vista” (ibíd., 1998:7). Hasta hace un par de décadas atrás, los “telediarios fueron sobre todo lecturas de noticias hechas en el estudio. Posteriormente, alguien descubrió que la misión, el deber de la televisión era "mostrar" las cosas de las que se hablaba” (ibíd., 1998:4). A partir de ese momento, es que inicia el proceso de empoderamiento de la imagen como significativo de autoridad y verdad. Sin embargo, afirma el autor, olvidamos que una fotografía miente, sencillamente, si es producto de un fotomontaje. Y la “televisión de los acontecimientos, cuando llega al espectador, es siempre un fotomontaje” (ibíd., 1998:8). En este sentido, la “visión en video siempre falsea un poco porque descontextualiza, porque está basada en primeros planos fuera de contexto” (ibíd., 1998:9). Esto responde a la perspectiva que, generalmente recoge la información televisiva: la voz de quien ataca. Pero “si quien ataca sale en pantalla, también debe salir el atacado” (ibíd., 1998:7). Como reflexión final, es importante resaltar lo que dice el autor sobre la opinión: “Opinión es Doxa, no es Episteme, no es saber y ciencia; es sencillamente un "parecer", una opinión subjetiva que no necesita ser demostrada […] las opiniones son convicciones débiles y variables” (ibíd., 1998:2). Esto es importante, porque si pretendemos apoyar la noción de que en la democracia se debe promover el Estado de opinión, entonces debemos tener en cuenta qué fuentes de información tomamos de referente para construir una opinión pública que sea “pública no sólo porque es del público sino también porque incluye la res publica, la cosa pública, es decir, los argumentos que son de naturaleza pública: el interés general, el bien común, los problemas colectivos” (ibíd., 1998:2).
Bibliografía
SARTORI, Giovanni (1998). “La opinión teledirigida. Videopolítica” [traducción al español por Valentina Valverde] en Claves de Razón Práctica, enero-febrero 1998, núm. 79.
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