P.E. Fundación Proyecto COMUNA
La marginalidad –o exclusión social, como algunos sectores han dado en llamar a esta dinámica– ha crecido sensiblemente desde el inicio de la década de los años 90’s y afecta a grandes masas poblacionales de América Latina.
Al menos para el caso colombiano la marginalidad, que está presente en casi todas las poblacionales del país, ha prefigurado una crisis social de proporciones desmesuradas. Todo parece indicar que ante el surgimiento de dos grupos poblacionales claramente diferenciados y antagónicos –los marginados y los no marginados–, la crisis de la sociedad colombiana habrá de desembocar en un escenario de guerra acéfala en el que no podrá prevalecer ni siquiera quien mayor capacidad de fuerza pueda ostentar.
Y aunque ese escenario pareciera apocalíptico, no está muy lejos de llegarse a él, pues ante el crecimiento del número de personas en condición de marginalidad en el país, se va profundizando una ruptura entre esos dos grupos antagónicos, mediante una dinámica que la CEPAL describe en los términos siguientes:
La creciente homogeneización de las condiciones de precariedad entre los hogares que conviven en un mismo asentamiento, el débil y muchas veces conflictivo contacto con personas de distinta condición; la ausencia en el entorno inmediato de autoridades morales que puedan sancionar las conductas que se desvían de lo que prescriben los valores más generales de la sociedad y la percepción de inaccesibilidad de las vías legítimas que permitan alcanzar las metas que la sociedad propone a través de diversos medios, son todos factores que contribuyen a un vaciamiento progresivo del contenido de normas y valores. Ese vacío normativo puede favorecer la emergencia de liderazgos que proponen un orden social enmarcado en una subcultura de la marginalidad y que legitima patrones de conducta distintos, y muchas veces opuesto, al de la sociedad global”[1] |
Desde diferentes sectores se han ensayado y se ensayan mecanismos para dar respuesta a esta dinámica de marginalidad. No obstante, muchos de esos mecanismos, diseñados por grandes expertos en temas sociales, parecen no estar dando una respuesta verdaderamente efectiva al problema para el cual han sido diseñados.
En un contexto como el descrito, ante la aparente falta de efectividad de los modelos de intervención diseñados por grandes expertos en temas sociales, surge la pregunta en cuanto a ¿qué tan efectiva sería la respuesta al crecimiento de la dinámica de marginalidad si se aplicara un modelo de intervención construido por y desde las propias comunidades marginadas? nos atrevemos a afirmar que esa respuesta sería mucho más efectiva que la que se ha logrado hasta ahora mediante la implementación de modelos que se han ensayado hasta ahora.
El caso de la comunidad de San Jorge en el corregimiento de Villagorgona, es el que nos da la pauta para lanzar aquella afirmación y nos permite retar a la sociedad colombiana a que participe de manera comprometida en la construcción de este modelo que desde el seno de la marginalidad se está estructurando para darle respuesta a la dinámica de la marginalidad.
San Jorge es una comunidad con una dinámica socioeconómica crítica. La tasa de desempleo supera el 50% y la de informalidad llega hasta el 22%. El analfabetismo afecta a más del 30% de la población adulta, mientras que tres (03) de cada diez (10) niños y niñas no están asistiendo a la escuela regular[2]. Entre tanto, San Jorge tiene alrededor de 120 años como asentamiento humano[3] y a pesar de ello, la comunidad no cuenta con una infraestructura básica de saneamiento y agua potable, además que las explotaciones porcícolas que existen en la zona y que no tienen la más mínima infraestructura para la preservación del medio ambiente, son fuente permanente y constante de contaminación, amén de que generan “empleo” para muchos de los niños que no asisten a la escuela y para algunos otros que aun asistiendo a clases, prefieren ausentarse de ellas con tal de obtener algún pequeño ingreso mediante el cuidado de los cerdos y las labores de aseo de las porquerizas.
La presencia del Estado en San Jorge es casi inexistente. La única vez que acudió a la comunidad la alcaldesa de Candelaria –durante los cuatro años que duró su administración que culmina el próximo 31 de diciembre de 2011–, lo hizo en compañía de un destacado grupo de sus colaboradores con el exclusivo propósito de explicarles a los habitantes del sector “la imposibilidad técnica” de construcción de un sistema de alcantarillado para la zona.
A pesar de esas características socioeconómicas y de la invisibilización de que la ha hecho objeto el Estado, la comunidad de San Jorge está aún libre de un proceso de deterioro social y mantiene incólumes sus valores de respeto y solidaridad. Además, aunque desde algunos sectores –especialmente políticos y religiosos– se han desarrollado incipientes acciones asistenciales, la comunidad ha tenido siempre claro que la única posibilidad de superar sus carencias está en el propio esfuerzo.
De esta manera, la comunidad de San Jorge, jalonada por un pequeño grupo de sus integrantes, se dio a la tarea de buscar un derrotero que le permita superar sus carencias y proyectarse como una comunidad en desarrollo. Se instituyó como norma básica de esa búsqueda una estrategia fundamental e indeclinable: “LA COMUNIDAD COMO AUTOGESTORA DE SU PROPIO DESARROLLO”.
El siguiente paso fue generar una ruta metodológica que permitiera empezar a implementar la estrategia prefigurada. Surgió así la necesidad de Convocar, para enseguida Organizar y Movilizar a la comunidad con una Unidad de propósito, generando una red tejida a través de Nodos con los que habrán de construirse Acciones de desarrollo integral y sostenible. De todo ello surgió COMUNA, como una respuesta al problema de la marginalidad de San Jorge, pero teniendo siempre presente que esa respuesta debía estar estructurada desde las propias especificidades de la comunidad.
Se dio inicio entonces a la fase de Convocatoria, que fue ante todo un reto lanzado a la propia comunidad y al resto de la sociedad, con el propósito de allegar un capital social inicial y necesario para empezar el proceso de construcción de ese modelo que sería COMUNA.
Los niños y las niñas de la comunidad fueron quienes primero decidieron aceptar el reto. Luego llegaron también algunos adultos de la comunidad –con alma de niño– y se comprometieron de manera clara con el reto que se les planteaba. Entre todos generaron una incipiente estructura básica para la acción inicial, consistente en una “casa” prestada por uno de esos niños de más de 40 años que decidió desprenderse de la parte más substancial de su patrimonio para que los niños y las niñas de menos de 18 años tuvieran un lugar en donde reunirse a estudiar acompañados.
Enseguida se lanzó el reto al entorno de la comunidad. Y la respuesta fue sorprendente. Aceptaron ese reto actores sociales de tanta relevancia y de tanta presencia social, académica y empresarial como Alexander Martínez Álvarez (candidato a doctor en robótica y profesor de la Universidad Javeriana), Eliana Villota (ejecutiva de Sucromiles), Germán Feijoo Martínez (profesor del Departamento de Historia de la Universidad del Valle), Diego Alonso García Bonilla (economista y profesor de la Universidad del Valle y director de la organización Fortalecerse), Framuel Cifuentes Orozco (sub-intendente de la Policía Nacional), María del Carmen Gómez Grajales (Ama de Casa en Villagorgona), entre otros.
Hoy, la implementación de COMUNA por parte de la comunidad de San Jorge cuenta con un cuerpo de voluntariado integrado por diecinueve eximios profesionales en diferentes áreas, que ante todo son seres humanos respetuosos, solidarios y con una visión de futuro que los guía hacia la estructuración de un modelo que realmente le dé respuesta efectiva al problema de la marginalidad y contribuya a la superación de la crisis de la sociedad colombiana.
Así, desde diversas miradas, desde variadas tendencias ideológicas, desde muchos saberes y fundamentalmente desde sus propias especificidades, la comunidad de San Jorge, con el acompañamiento de todos los voluntarios, se ha planteado una visión clara de futuro mediato y la ha definido dela siguiente forma:
Al término de los próximos cinco años, soñamos a San Jorge como una Comunidad en movimiento, con una infraestructura integral que permita tanto el afianzamiento de su identidad como la sostenibilidad a través de la autogestión” |
Y sin haber cerrado pero habiendo llegado a un culmen de la fase de Convocatoria, empezando a trabajar para el logro de la visión que se ha planteado, la comunidad de San Jorge está decantando el trabajo de los últimos dos años en la Organización de tres líneas básica de acción: 1) Mi Panita; 2) Memoria y 3) Amarte.
Mi Panita tiene como antecedentes los programas «Estudiando Acompañados» y «Cine en la COMUNA», llevados a cabo durante 2009. Esta línea de acción integra la Biblioteca Comunitaria, el Grupo de Teatro Infantil «Los Renacuajitos Paseadores» y una larga lista de actividades lúdicas. En la actualidad, estudiantes y profesionales de la Universidad del Valle están estructurando un proyecto que fundamente el mejoramiento de las competencias lectoras de los infantes de San Jorge y les permita la aprehensión de sus deberes y derechos, todo ello en el contexto de un escenario lúdico. Mi Panita le apunta al afianzamiento de la identidad de la comunidad a través del fortalecimiento de su capital humano.
Memoria tiene como antecedente la conmemoración del bicentenario de la independencia, el 20 de julio de 2010. Inicia formalmente desde marzo de 2011, implementado por el Colectivo de Historia Oral «Tachinave» de la Universidad del Valle y coordinado por el profesor Germán Feijoo Martínez. Además de propender por el rescate de la memoria de la comunidad, Memoria le apunta al fortalecimiento de la capacidad organizativa de San Jorge, al mismo tiempo que propende por el afianzamiento de su identidad. Desde Memoria se busca el reconocimiento de San Jorge como sitio de interés histórico y étnico y la conformación de un Consejo Ancestral Comunitario. Además de ello, al menos cuatro estudiantes del Departamento de Historia de la Universidad del Valle inician sus tesis de grado en torno a estos propósitos.
Amarte inicia en el año 2009 y su objetivo actual es contribuir al establecimiento de una infraestructura integral en San Jorge, mediante un espacio de generación de ingresos y de fortalecimiento del capital humano y de la capacidad organizativa de la Comunidad. En octubre de 2011 Amarte ha culminado con rutilante éxito su primera experiencia productiva, generando y fortaleciendo 15 empleos directos y 10 empleos indirectos. Amarte está pensado para constituirse en una Empresa Social, que en el mediano plazo genere al menos 100 empleos permanentes, logrando además que la Comunidad de San Jorge se convierta en pionera a nivel latinoamericano en este tipo de negocios. Amarte no es solamente un espacio económico, es sobre todo un espacio para el renacer de la esperanza.
Así las cosas, desde los sorprendentes avances logrados, la comunidad de San Jorge lanza a la sociedad colombiana el reto de participar en la construcción de COMUNA, de tal manera que se logre estructurar un modelo que siendo coherente con las especificidades de cada comunidad y privilegiando la autogestión como ruta de acción sine qua non, se convierta en una matriz estructurante desde la cual se puedan plantear derroteros para enfrentar la marginalidad y caminar hacia el logro de una sociedad equilibrada, equitativa, justa, humanizante y verdaderamente participativa.
[1] COMISIÓN ECONÓMICA PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE – CEPAL (1996). Marginalidad e integración social en Uruguay. Primera Edición. Montevideo, Octubre de 1996.
[2] Datos obtenidos del auto – diagnóstico hecho por la Comunidad de San Jorge en Septiembre de 2009.
[3] Colectivo de Historia Oral: TACHINAVE. Germán Feijoo Martínez, profesor del Departamento de Historia de la Universidad del Valle – Coordinador del Proyecto MEMORIA: Rescate de la Memoria de la Comunidad de San Jorge a través de la Oralidad.
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