domingo, 30 de enero de 2011

Hannah Arendt: ¿Qué queda? Queda la lengua Materna

Hannah Arendt, nacida como Johanna Arendt, (Linden-Limmer, hoy barrio de Hanóver, Alemania, 14 de octubre de 1906 – Nueva York, Estados Unidos, 4 de diciembre de 1975) fue una filósofa política alemana de origen judío, una de las más influyentes del siglo XX.

La privación de derechos y persecución en Alemania de personas de origen judío a partir de 1933, así como su breve encarcelamiento ese mismo año, contribuyeron a que decidiera emigrar. El régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad en 1937, por lo que fue apátrida hasta que consiguió la nacionalidad estadounidense en 1951.

Hannah Arendt Trabajó, entre otras cosas, como periodista y maestra de escuela superior y publicó obras importantes sobre filosofía política. Sin embargo, rechazaba ser clasificada como «filósofa» y también se distanciaba del término «filosofía política»; prefería que sus publicaciones fueran clasificadas dentro de la «teoría política».

Arendt defendía un concepto de «pluralismo» en el ámbito político. Gracias al pluralismo, se generaría el potencial de una libertad e igualdad políticas entre las personas. Importante es la perspectiva de la inclusión del Otro. En acuerdos políticos, convenios y leyes deben trabajar a niveles prácticos personas adecuadas y dispuestas. Como fruto de estos pensamientos, Arendt se situaba de forma crítica frente a la democracia representativa y prefería un sistema de consejos o formas de democracia directa.

Sin embargo, a menudo continúa siendo estudiada como filósofa, en gran parte debido a sus discusiones críticas de filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Immanuel Kant, Martin Heidegger y Karl Jaspers, además de representantes importantes de la filosofía política moderna como Maquiavelo y Montesquieu. Precisamente gracias a su pensamiento independiente, la teoría del totalitarismo (Theorie der totalen Herrschaft), sus trabajos sobre filosofía existencial y su reivindicación de la discusión política libre, tiene Arendt un papel central en los debates contemporáneos.

Como fuentes de sus disquisiciones Arendt emplea, además de documentos filosóficos, políticos e históricos, biografías y obras literarias. Estos textos son interpretados de forma literal y confrontados con el pensamiento de Arendt. Su sistema de análisis -parcialmente influenciado por Heidegger- la convierte en una pensadora original situada entre diferentes campos de conocimiento y especialidades universitarias. Su devenir personal y el de su pensamiento muestran un importante grado de coincidencia.







miércoles, 5 de enero de 2011

El legado de la revolución francesa

Reconstrucción de una línea de tiempo de los procesos históricos claves para el desarrollo de la revolución francesa

Durante el «Reinado del Terror» se articulan los difernetes «actores» que influirían de manera directa la revolución en Francia. El reinado del terror duro de septiembre de 1793 a la primavera de 1794 y empezó cuando la «Convención de Salvación Pública»[1] votó en favor de instrumentar las medidas de terror para reprimir las actividades contrarrevolucionarias.

De los eventos primordiales que dieron pie a este periodo terror en Francia cuentan el asalto a la Bastilla y el palacio de la Tullerías por parte de un movimiento revolucionaria llamado «Sans-Culottes»[2]. Los Sans-Culottes eran, por un lado, un grupo de personas que no se identificaban con lo más pobres ni con la burguesía, ellos conformaban una clase social integrada por trabajadores independientes, pequeños comerciantes, artesanos, carpinteros, sastres, entre otros. Por el otro lado, por su elevado número de simpatizantes, constituían una población significativa e importante del «Tercer Estado»[3] en Paris. Por años fueron víctimas de injusticias y continuos maltratos por parte de los estamentos privilegiados, hasta tal punto que fueron acumulando csierto odio y rencor con la minoría de la población que disfrutaba de todos los lujos. Con el inicio de la revolución despertó en ellos el sentimiento de venganza y, a continuación, se convirtieron en una fuerza de choque popular protagonizando varias revueltas en la escena política revolucionaria. Políticamente, apoyaban a los representantes más radicales, a los llamados jacobinos.

La muerte de «Jean-Paul Marat» engrandeció su imagen entre sus seguidores. La población más pobre de la sociedad lo identificó como el mártir de la Revolución. Cuando los Jacobinos iniciaron la etapa de descristianización, éste fue casi santificado y, muchas veces, su busto sustituía crucifijos en antiguas iglesias. Marat se identifico con los sectores más desposeídos de la sociedad y apoyo el ala izquierda de la Revolución. Del mismo modo, fue detestado por los aristócratas y burgueses. Estuvo a favor de las medidas radicales con las masacres a los llamados «Enemigos de la Revolución»[4]. Ayudo a consolidar el Reinado del Terror elaborando «Listas Negras». El 13 de julio de 1793 fue apuñalado en su bañera por la girondina «Charlotte Corday».

MarianneEl abuso de poder por parte de «Maximilien de Robespierre» corroboró, en una magnitud incalculable, a los eventos violentos sucedidos durante el Reinado del Terror. Robespierre fue también conocido como «El Incorruptible» por su apatía y resistencia a los sobornos. A pesar de haber sido un firme partidario de la abolición de la pena de muerte llego a justificarla siempre y cuando el ejecutado fuese un enemigo. Cuando le preguntaron el porqué de su cambio de percepción frente al tema, él respondió, sencillamente, “los tiempo cambian”. Sentenció a la guillotina a miles de personas, muchas de ellas obreros y campesinos.

Robespierre fue símbolo de ruptura con el pasado absolutista y la monarquía. Lideró al Comité de Salvación Publica junto a otros líderes jacobinos como «Georges Danton». Durante la descristianización apoyó la noción de cambio del calendario gregoriano por uno llamado el «Calendario Republicano». Éste fue abolido, posteriormente, en 1805 por Napoleón.

Durante su liderazgo político, Robespierre usó el terror como mecanismo de poder y unión del Estado. Él aspiraba a formar un «Estado de virtud», pero asoció la virtud con el terror. También decidió que la unidad del gobierno sólo podía mantenerse eliminando tanto a los radicales como a los indulgentes, entre ellos Danton. Danton después de estas acusaciones fue juzgado por el «Tribunal Revolucionario» y sentenciado a la guillotina. Robespierre fue acusado de dictadura y fue guillotinado junto a 21 de sus colaboradores. La muerte de Robespierre significo el fin del Reinado del terror, pero no el fin de la Revolución.

Legado: político, económico, ideológico o una combinación de los tres.

A mi parecer, el legado de la Revolución Francesa es de carácter, meramente, «ideológico». Esta argumentación la apoyaré a partir del texto de Immanuel Wallerstein llamado Impensar las Ciencias Sociales, limites de los paradigmas decimonónicos. Es decir, el legado de la Revolución francesa no fue de carácter político ni económico.

No es político, pues después del Rey Luis XVI, un monarca absolutista, se vivieron unos tiempos déspotas, de violencia y de tiranía, que fueron perpetuados por el emperador Napoleón I. En estos tiempos, la «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano» fue solo una formalidad como respuesta a un golpe revolucionario en un estado de transición. Tampoco su legado se puede caracterizar como Económico, pues desde antes, “el comportamiento de la clase dominante era capitalista. En ese sentido, […] no tenían necesidad de revolución […] con el fin de obtener o buscar sus intereses fundamentales” (WALLERSTEIN, 1993:11).

Si no tomamos la revolución francesa como un evento aislado, sino como una consecuencia lógica, y casi natural, de la revolución intelectual, también conocida como «La Ilustración» o «Siglo de las Luces», entonces deberíamos lograr entender la Revolución francesa como la personificación de la libertad de pensamiento, opinión y expresión profetizada en la ilustración. Por eso vemos surgir, a partir de la revolución francesa hasta la primera mitad del siglo XIX, las ideologías que marcarían el desarrollo ideológico sistemático del mundo. Éstas son el conservadurismo, el liberalismo y el marxismo (WALLERSTEIN, 1993:19).

Cada uno de estos ideales representa una expresión y una respuesta a esta normalidad del cambio. En primera instancia, fueron las instituciones ideológicas, las ciencias sociales y los movimientos intelectual-culturales de la época. Más adelante, resultaron útiles para constituir objetivos políticos que normalizasen y concienticen la «idea del progreso» (WALLERSTEIN, 1993:18).

La Ilustración, como triunfo de la razón sobre el escepticismo y la fe, sembró en los franceses lo que en la Revolución brotó, es decir, el deseo de libertad, justicia e igualdad social y de oportunidades. Esta pasión por el cambio y progreso se idealizó y fue exportada a Europa y al resto del mundo. Y este es el legado de la Revolución Francesa.


[1] Comité de Salvación Pública, órgano ejecutivo creado en abril de 1793 para apoyar y reforzar la acción del Comité de Seguridad General que existía desde 1792. El Comité de Salvación Pública era un cuerpo colegiado de diez o doce integrantes, según las épocas, encabezado por Maximilien Robespierre. Éste Comité se asemejó a una dictadura colectiva.
[2] Traduce literalmente «sin calzones».
[3] El tercer estado es uno de los tres estamentos sociales situado en el último puesto de una jerarquía establecida en los Estados Generales franceses de la edad media. Las otras dos distinciones, superpuestas, eran el clero, nobleza respectivamente. El tercer estado proporcionaba toda la riqueza y talento de la nación.
[4] Como enemigos de la revolución se hace referencia a movimiento contrarrevolucionario clerical y monárquico, así como el movimiento político del sector republicano moderado de la Revolución, conocido como los Girondinos, el cual fue eliminado, violentamente, por los jacobinos.

Bibliografía

MICROSOFT ENCARTA 2007. 1993-2006 Microsoft Corporation.

WALLERSTEIN, Immanuel (1991). Impensar las ciencias sociales, límites de los paradigmas decimonónicos; La revolución francesa como suceso histórico mundial. México: Siglo veintiuno editores, S. A.

La locura y el progreso

Columnista Adolfo A. Abadía.

En el trascurso de este trabajo trataré de desarrollar una respuesta a esta pregunta ¿Por qué parece ser que la locura es parte indispensable en los seres humanos, como lo es también la razón, para el progreso de la raza humana? No está de más aclarar, que no haré énfasis en lo que denominaré «locura mental», ya que ésta es vista y tratada, directamente, como una enfermedad y por ende, se aleja del propósito central de este texto. No cabe duda en afirmar, que las expresiones de la locura que aquí hablaré, corren, contingentemente, con el riesgo de acabar, y de hecho ha pasado, como una locura mental. Yo canalizaré el desarrollo de este trabajo a un tipo de locura diferente a la mental que llamaré, «locura social».

De niños, cuando un adulto nos advertía de la presencia de un loco diciendo, ―cuidado, ahí viene el loco―, inocentemente, empezamos a estigmatizar la imagen y el aspecto del loco e, indirectamente, idealizamos los efectos de la locura en el humano. Pero ¿Cuáles son estos rasgos del loco? A esa edad, generalmente, veíamos al loco como aquella persona que vive en la calle, su apariencia es sucia, desordenada y desagradable, deambular por las calles sin rumbo ni destino parece ser su única filosofía, que en vez de hablar, grita, y que por si fuera poco, su dentadura revive la peor pesadilla para cada odontólogo. Por mucho tiempo, esta será la imagen que nos acompañará por varios años como la representación del loco que vive, plenamente, su locura. Para otros, esta imagen, posiblemente, no ha tenido algún cambio significativo.

A medida que crecemos y vamos acumulando más conocimientos, diversificamos nuestra percepción de la locura. Por un lado, aprendemos una nueva palabra: «indigente». Desde ese momento, entendemos que el loco de nuestra niñez, es realmente un indigente o, posiblemente, ambos. En otras palabras, nuestra imagen del loco se va haciendo más amplia y precisa a medida que vamos creciendo. Así, empezamos a reflexionar, inconscientemente, sobre otras clasificaciones de locura. Por ejemplo, también le decimos loco a la persona que, a nuestro parecer, van más allá de nuestro propio entendimiento y lógica. Esta evolución de la visión de la locura, es lo que denomino como «locura social». Social, ya que ésta presenta indicios de una interdependencia con nuestros valores culturales, históricos, económicos y sociales. De aquí, diferenciaré dos tipos de locura social las cuales llamaré «locura humilde» y «locura arrogante».

En Elogio de la Locura encontramos un ejemplo de lo que clasificaré como locura humilde. Erasmo de Rotterdam (1993:23-24) lo expresa de esta manera ―¿O qué mujer se entregaría a un varón si conociera o pensara de antemano en los dolores de parto o en las molestias de la crianza de los hijos? […] éste se lo debéis a mi acompañante Anoia[1] , la Demencia― más adelante retomaría esta misma idea, ―¿Y qué mujer que haya experimentado ya una vez esto, volvería a repetirlo sin la ayuda de Lethe[2], el Olvido?―. Así como el olvido y la demencia parecen ser cómplices y fieles compañeras de la Moría[3] y sus locuras, la Estulticia parece ser acompañante del «amor», pues de qué otra manera se explicarían las «locuras del amor» o el «amor ciego», de no ser, precisamente, la locura el motor principal que nos motiva y aferra a la luchar por nuestro ideal [Enlaces; s.f.].

genialidad y locura Pero ¿aferrarse a una idea y defenderla a toda costa no es, precisamente, lo que los científicos, exploradores, inventores, sabios y hasta conquistadores han venido haciendo durante décadas, siglos, sin cesar? No por otra razón, muchos de ellos han pasado a la historia y son recordados por sus logros y, además, como «científicos locos» o «genios locos». Ellos, simplemente, se mantuvieron firmes a su causa y no dejaron que ninguna valoración, falsa o débil, influyera y repercutiera, drásticamente, en su razonar y logrado sembrar duda en la veracidad y viabilidad de sus proyectos.

Por ejemplo en el campo de la aviación, el multifacético Leonardo da Vinci, hizo varios bosquejos de posibles formas de volar[4]. Él, desde principios del siglo XVI y a partir de su propio análisis sobre el vuelo de las aves, empezó a visualizar, que el hombre en un futuro, iba a lograr hacer posible su sueño de poder volar. Para que esto empezase a hacerse realidad, fue necesario que la tierra girase trescientas veces alrededor del sol. Y que en el siglo XIX, George Cayley, lograría diseñar y desarrollar planeadores capaces de transportar a un humano. George Cayley fue, asimismo, reconocido por sus ideas y diseños futuristas. Como él, muchos otros persistieron en su lucha de hacer realidad esfuerzos, y no dejaron de cavilar y experimentar sobre las posibles formas del arte de volar (Microsoft Encarta; 2007:Aviación). Si no hubiesen vivido estas mentes prodigiosas, seguramente, nuestro progreso en el campo de medios de transporte, de carga y personas, sería muy diferente a la realidad que vivimos y vemos todos los días cruzando el cielo azul.

Otro ejemplo que ilustra la presencia asidua de la locura en el obrar de los humanos, se presenta en la literatura por medio de Alonso Quijano[5] y su afán de alcanzar, luchar y defender los principios de su utópica idea de justicia ubicua entre los humanos. Según Juan Ramón de la Fuente (2005:4), “don Quijote, […] está loco por creer, como caballero andante, que la justicia es su deber y que la justicia es posible”. Si Don Quijote estuviese vivo, él no sería más loco que cualquier otra persona, que por creerse justiciero, héroe de los débiles, luche fervorosamente por la equidad y ecuanimidad.

La locura arrogante, la definiré como esa impresión, pensamiento, del «si mismo» que nos hace suponer una superioridad, congruente, frente a los demás. En otras palabras, la prepotencia que nos hace creer ser más, mejores, que los demás. Para hacer alusión a este tipo de locura, citaré, brevemente y textualmente, una idea de René Descartes (2002:125) al respecto: “a menos que compare ciertos insensatos cuyo cerebro esta perturbado y ofuscado […] que aseguran, constantemente, que son reyes cuando son muy pobres, que están vestidos de oro y purpura cuando están desnudos, […] o tener un cuerpo de vidrio”. Si desde un principio, al relacionarnos con otras personas tomamos una actitud de indiferencia, recelo e intolerancia, entonces estaríamos dando hincapié a creer que tenemos un ego muy grande. Además, estaríamos mostrando que éste ya se nos ha subido a la cabeza, de tal manera, que nos sentimos a la altura de los dioses, o como en este caso, solo podemos ser comparados con los reyes. Michel Foucault (1973:22) retoma esta idea y dice: “―creerse rey― o suponerse poseedor de ―un cuerpo de vidrio― eran sencillamente señales de la locura como error. […] significaba, en el fondo, querer imponer esa certeza como una especie de tiranía a todos los que lo rodeaban”.

Una pregunta nos salta de todo esto ¿Qué diferencia, real, existe entre «creerse rey» o «creerse sabio»? A simple vista, no se ve una diferencia relevante. Empero, distinguimos, en efecto, a diferentes actores del progreso mundial por sus resultados alcanzados y sus repercusiones en la prosperidad de la sociedad mundial. Encontramos una sutil y, al mismo tiempo, importante diferencia entre la locura humilde y la locura arrogante. Por un lado, si vemos la historia y el progreso del género humano, podemos observar una constante: —los hombres y mujeres están en perenne estado de perfección—. Esto se lo podemos atribuir a la locura humilde que vive y que se manifiesta en cada uno de nosotros, claro, en unos más que en otros. Además, si evaluamos el grado de dependencia de la sociedad frente a muchos de estos logros, podemos concluir, que, sin lugar a duda, este tipo de locura ha traído, consigo, progreso en el mundo y para todos los que vivimos en él. Si nos centramos en unos pocos inventos y descubrimientos, como la rueda, la imprenta, la bombilla, teléfono, carro, aviones, computadores, entre otros, implícitamente, aludimos a cada uno de estos artefactos una persona o un grupo de personas pensantes, creativas y futuristas, en otras palabras, locas para su época.

No me gustaría creer, pero parece ser, que la locura arrogante no trae consigo ningún tipo de progreso para la humanidad. Posiblemente, porque esta locura solo hace referencia a una persona y ésta repercute y afecta, exclusivamente, en sí misma. Este tipo de locura, egocéntrica y egoísta, no propone ningún progreso para la sociedad, aparte de auto afirmarse: “que se es el rey”.

[1] Erasmo presenta un colaborador de la locura, que no es más que una cualidad que va de la mano con la locura. Sobre Anoia dice Erasmo (1993:22): “[…] Anioa: Demencia, es la de los ojos esquivos y mirada huidiza”.
[2] Erasmo (1993:21) presenta otro colaborador de la locura, Lethe. Sobre Lethe dice: “[…] Esta que veis semiinsome y como dormitando se llama la Lethe: Olvido” . En la Real Academia Española se encuentra la palabra leteo, del latín Lethaeus, y este del griego ληθαῖος; y existen dos definiciones, primero como adjetivo: “perteneciente o relativo al Lete o Leteo, río del olvido”. Y segundo: “que participa de alguna de las cualidades que a este río atribuye la mitología.” [Microsoft Encarta; 2007: leteo]. Cabe resaltar, de la primera definición, la alusión de la palabra leteo con el río del olvido, Lete. En la mitología griega, Lete, el río del olvido, del mundo subterráneo. Del cual los espíritus de los muertos bebían de sus aguas para olvidar los pesares de su vida en la tierra antes de entrar en el Elíseo, paraíso prehelénico, una tierra de paz y felicidad plenas [Microsoft Encarta; 2007: Lete].
[3] Interpretaré la palabra Moría como lo hace Erasmo (1993:15), que le da un sentido análogo a la acepción del vocablo en latín stultitĭa, que significa estulticia, tontería, insensatez, necedad, locura.
[4] Leonardo da Vinci diseñó varias máquinas voladoras, una resultaron ser inviables otras si contribuyeron al desarrollo de la aviación, como el tornillo aéreo o hélice y el paracaídas [Microsoft Encarta; 2007: Leonardo Da Vinci].
[5] Personaje ficticio y celebre de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616). Mayormente reconocido como Don Quijote de la Mancha.


Bibliografía

Anónimo, (s.f.). La locura y el amor. Enlaces, expresiones de la sociedad civil. http://www.organizacionessociales.segob.gob.mx/UAOS-Rev3/revista1_tema13.pdf

CABRUJA, Teresa (s.f.). La Imagen Popular de la Locura. en IBAÑEZ, Tomás (1988) “Ideologías De la Vida Cotidiana”. Barcelona: Sendai Ediciones.

CALASSO, Roberto (2004). La locura que viene de las ninfas y otros ensayos. Traducción del italiano por Teresa Ramírez Vadillo. México: Editorial Sexto Piso, S.A.

DE LA FUENTE, Juan Ramón (2005). El Quijote y el conocimiento de lo humano. Vol. VI, No. 21-22. Sep-Dic 2005; Universidad Nacional Autónoma de México. http://www.medtrad.org/panacea.html

DE ROTTERDAM, Erasmo (1993). Elogio a la locura. (Colección Grandes obras del pensamiento). Traducción del griego y notas por Pedro Rodríguez Santidrián. Barcelona, España: Ediciones Altaya, S.A.

DESCARTES, René (2002). Discurso del Método-Meditaciones Metafísicas. (Colección Grandes Pensadores). Madrid, España: Editorial Libsa. [El Discurso del Método se publicó por primera vez en 1637 y Meditaciones Metafísicas se público por primera vez en 1647].

DREAM THEATER (2002). Album: Six Degrees of Inner Turbulence, Canción: Six Degrees of Inner Turbulence. Nueva York, USA: Discográfica Elektra Records.

FOUCAULT, Michel (1973). El Poder Psicológico. Madrid-España: Ediciones Akal S.A.

LIBRADEN B., Liliana, Severo Conde R. y Andrés Acosta P. (1997). Casos y cosas de locos. Cali, Colombia: Universidad Icesi

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ZÖLLNER, Frank, Johannes Nathan (2003). Leonardo da Vinci: obra pictórica completa y obra grafica. Traducción del alemán por Pablo A. Ellacuria, Lidia A. Grifoll y Ambrosio Berasasin. Köln, Alemania: Taschen GmbH.

La II Guerra Mundial

Columnista Adolfo A. Abadía.

trabajo y pan, vota NSDAP-Lista 1 Las crisis económicas, políticas y sociales del periodo entreguerras fue la plataforma sobre la cual se levantó el «Partido Nazi» en Alemania, luego la segunda guerra mundial. La inestabilidad política de Europa en esta época se refleja con los eventos que permitieron el nacimiento, la consolidación y la elección del Partido Nazi como gobierno alemán. Por un lado, la Sociedad de las Naciones se mostró incapaz de dar respuesta, afianzar y “asegurar un sistema de seguridad colectiva” (2001:290) internacional. Por el otro lado, la actitud “humillante” de los nacionalistas franceses, que exigían el pago de reparaciones de guerra, llego a tal punto que Hitler despertó en los alemanes una actitud nacionalista al no pago de las reparaciones. Nacionalista en la medida en que el pueblo legitimaba el no pago de las mismas[1]. Esta discrepancia reforzó el “enfrentamiento entre los nacionalismo francés y alemán” (2001:290).

Por su parte, Italia conquistó nuevos territorios amenazando paz con los países colonos y de influencia en África. Hecho que fue descalificado, sancionado y “condenado por la Sociedad de Naciones” (2001:294). La rebeldía de los dos regímenes fascistas frente a la Sociedad de Naciones su raíz, el Tratado de Versalles, favoreció la colaboración entre ellos. A pesar de los diferentes objetivos del fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán, en octubre de 1936 se firma el “pacto, el eje Berlín-Roma, ampliado posteriormente a Japón por el pacto anti-Komintern en noviembre de 1936” (2001:294).

Hitler a la cabeza A partir de este momento, la política alemana, con Hitler a la cabeza, cambia sus intenciones. Con el apoyo de los países del “Eje”, Alemania se siente respaldad y da inicio a su «política expansionista». “A partir de 1937 la intensificación del rearme alemán es un hecho. […] 1938 Hitler se nombró a si mismo comandante en jefe del ejércitos” (2001:295); además, la reincorporación de Austria al territorio alemán[2] el 13 de marzo de 1938, como la “incorporación a Alemania de todas las regiones checas pobladas al menos con un 50 por ciento de alemanes” (2001:196), acción legitimada entre el 29 y 30 de septiembre de 1938 por Francia y Gran Bretaña, son eventos confirman la tendencia expansionista alemana[3]. De la misma manera, Japón manifiesta sus intenciones expansionistas, en el continente asiático próximo, con la invasión de Manchuria en China el año 1932. Como Alemania, Japón renunciaría también a su participación en la Sociedad de Naciones y en 1933 se liberó de la limitación a la construcción de una fuerte y “potente flota naval” (2001:298).

Día del partido NSDAP Sin embargo, la carrera armamentista de los países del eje y su política expansionista se enfrento a una contraposición cuando el 1 de septiembre de 1939 Alemania invade a Polonia. Este evento fue la gota que colmó al vaso de la diplomacia de Gran Bretaña y Francia que, tajantemente, el “2 y el 3 de septiembre declararon la guerra a Alemania” (2001:298). Al otro lado del mundo, cuando Japón se atreve a atacar a Pearl Habor en diciembre de 1941, la indiferencia norte americana frente a la guerra llega a su fin. Al bombardeo sorpresa japonés le sigue la entrada y “declaración de guerra a Japón y por extensión a los demás países del Eje” (2001:308).

Una de las grandes características de la II Guerra Mundial, es el hecho de que fue “el primer gran conflicto planificado científicamente, […] pusieron la ciencia, la técnica y la economía al servicio de la guerra” (2001:299); desde las estrategias de ataque, como la Blitzkrieg[4] hasta los nuevos recursos armamentistas, como los portaaviones, submarinos, tanques, el radar, la energía atómica.

la imagen internacional de Hitler La derrota de las tropas alemanas en Stalingrado “cambio la orientación de la guerra en Europa” (2001:309). La estrategia de guerra relámpago ya no fue suficiente para “la inmensidad del territorio, el durísimo invierno y la resistencia de la población soviética” (2001:309). Este golpe debilito el ejército alemán, pues el ataque le costó la vida de muchos soldados y recursos militares. La entrada del ejército anglo-americano en Normandía reforzó la amenaza de los Aliados[5] al territorio Alemán.

Lo que Hitler una vez celebrara como victorias, como la ocupación de Dinamarca y Noruega en abril, de Holanda y de Bélgica en mayo, como de Paris en junio de 1940, así mismo tuvo que presenciar su perdida. Posiblemente, la frustración de Hitler frente a este hecho, lo llevo a tomar la decisión de suicidarse. Dos días después de la muerte del Führer, el 2 de mayo, “el último gobierno del Reich, presidido por el almirante Doenitz” (2001:311), declara la capitulación de Berlín y el “general Alfred Jodl, firmó la rendición incondicional de todas las Fuerzas Armadas alemanas el 7 de mayo de 1945” (Enciclopedia Microsoft Encarta 2007, Definición: Segunda Guerra Mundial, la rendición de Alemania).

De los legados de la II Guerra Mundial, cuenta “los nuevos postulados del pensamiento científico y los avances técnicos” (2001:312). En lo político, los sistemas de gobierno “emergentes se fueron convirtiendo paulatinamente en democracias sociales” (2001:313). E internacionalmente, “el 26 de junio de 1945, […] nació la Organización de las Naciones Unidas”[6] (2001:314).


[1] De hecho, uno de los argumentos del Nacionalsocialismo era su rechazo y “no reconocimiento de las clausulas del Versalles” (Villares, 2001:292). El Partido Nazi vendía la imagen del «Tratado de Versalles» al nacionalismo alemán en general, como el «Diktat de Versalles».
[2] Villares usa el término alemán Anschluss para significar la incorporación de Austria al territorio del III Reich.
[3] Las intenciones expansionista hitlerianas se argumenta con el discurso Nazi a favor de la expansión del Lebensraum, espacio vital.
[4] Término alemán usado para hacer alusión a el modelo de “guerra relámpago” aplicado por la fuerza militar Nazi como ataque sorpresa en el frente.
[5] El bloque Aliado quedaría configurado desde el fin de la I Guerra Mundial. A Francia y Gran Bretaña se le sumaron, en 1941, la Unión Soviética y los Estados Unidos, así como también países como Australia y Canadá (Enciclopedia Microsoft Encarta 2007, Definición: Aliados).
[6] La ONU nace como una “organización supranacional cuyos principios básicos eran la preservación de la paz mundial, la defensa de los derechos humanos y el reconocimiento de la igualdad de derechos para todos los pueblos del planeta” (Villares, 2001:314).


Bibliografía

ENCICLOPEDIA: MICROSOFT ENCARTA 2007. 1993-2006 Microsoft Corporation.

VILLARES, Ramón y Ángel Bahamonde (2001). El mundo contemporáneo, siglos XIX y XX. Madrid: Grupo Santillana de Ediciones, S.A.

Primera Guerra Mundial: Las luces apagadas de Europa

Por Adolfo A. Abadía.
Equilibio Europeo 1914

El texto El mundo contemporáneo, siglos XIX y XX de Ramón Villares y Ángel Bahamonde presenta la primera guerra mundial como la consecuencia lógica de una serie de silogismos que fortalecerían el desequilibrio de poder y quebrantarían la paz europea basada en la armonía y diplomacia política. Esta idea está apoya en el texto cuando los autores afirman que “a pesar de la aparente sorpresa, el conflicto bélico no puede decirse que fuera del todo inesperado. […] una progresiva disociación entre los dirigentes políticos […] europeos explican los acontecimientos desencadenados a partir de 1914” (Villares, 2001, p.178).

La victoria de Prusia sobre Francia en 1870 y, como acto humillante, la proclamación del II Reich alemán en suelo francés, sembraron los comienzos de la ruptura del «equilibrio de poder» europeo, que durante el siglo XVIII constituyó la paz entre las potencias de Austria, Francia, Gran Bretaña, Prusia y Rusia. La preponderancia alemana y transformación como el poder hegemónico en Europa, amenazaría la diplomacia y las relaciones internacionales del continente.

La «Realpolitik»[1], como método de “defensa del interés nacional como objetivo prioritario […] en la política exterior” [2] (Villares, 2001, p.179), se convirtió en el principio de alianza alemán, en la medida que se aliaba, únicamente, con estados sin intenciones de participar en «coaliciones anti-alemanas»[3]. El imperio Austro-Húngaro, Italia y, la recién unificada, Alemania se consolidaron como potencias por medio de la formación de la coalición conocida como la «Triple Alianza». Más adelante, la rivalidad de Italia y el imperio Austro-Húngaro por los territorios irredentos[4] del norte. De ahí el retiro de Italia de la Alianza, llegando a tal punto que durante la guerra tomas las armas contra la Triple Alianza en 1915. Por otro lado, naciones como Bulgaria y el imperio Otomano en Turquía se alinearían en el frente al lado de las potencias de la Triple Alianza.

Paralelamente, los países de Rusia y Francia acordaron ayudarse, mutuamente, en caso de cualquier acto bélico por parte de la Triple Alianza. Más adelante, el Reino Unido se incorporó a este acuerdo político y militar y en 1907 nace la alianza llamada «Triple Entente». Grecia y Rumania integrarían la Entente en 1916. Del mismo modo, naciones como Japón en 1914 y Estados Unidos en 1917, le declararon la guerra a Alemania.

Así como existían dos bloques activos en el conflicto de potencias, en Europa existió otro bloque de carácter pasivo y neutral frente a las disputas de los países de la Alianza y los países de la Entente. Este bloque estuvo conformado por España, Holanda, los países escandinavos y Suiza.

Esto es lo que enmarca al periodo de preguerra, afirman Villares y Bahamonde, cuando declaran que “La formación de bloques dos opuestos en los que estaban involucradas las principales potencias europeas es el rasgo más importante del periodo de preguerra” (Villares, 2001:182). El «statu quo»[5] europeo de la época era muy frágil y cualquier altercado que modificara, directa o indirecta, la estabilidad de los bloques o expresara alguna “acción expansionista o de ruptura de este sistema” (Villares, 2001:184), podrían a prueba la lealtad de los países aliados frente la potencial amenaza.

Otro punto clave que corroboró al estallido de la primera guerra mundial, fue, primero que todo, la «legitimación ideológica» que adquirió el rearme europeo. Por un lado, el «rearme material» que se ve reflejado en los grandes gastos que tuvo “la carrera armamentista […] de las principales potencias” (Villares, 2001:186). Por el otro lado, el «rearme moral» en forma de «propagandismo bélico» en los discursos y gestos jingoísta[6] por parte de políticos, y por la literatura marcial por parte de la prensa de masas. Segundo, la nueva forma de «patriotismo» inculcó nuevos valores frente a los habitantes de países contrarios, de esta manera, que un ingles matase a un alemán, o viceversa, era celebrado como un acto patriota de haber servido bien a su país y no era juzgado como era usual (Villares, 2001:187).

El inicio de la guerra estuvo impregnado de diversos factores, así como por «motivos objetivos» y a largo plazo, también hubieron «motivos subjetivos» y casi individuales. Por un lado, los motivos objetivos de la guerra fue la reacción en defensa de los espacios territoriales con fines de preservación de los principios ideológicos y morales de cada nación. Por el otro lado, los motivos subjetivos del poder militar tuvo mucho que ver, que el poder político, con la decisión de decretar la movilización general. Los dirigentes recibieron información ambigua y las decisiones de movilización eran ocultas a la opinión pública (Villares, 2001:189-190).

La primera guerra mundial duró mucho más que lo se pronosticó, además de ser la primera guerra en masas, se emplearon adelantos tecnológicos (submarinos, aviones de combates, gases, tanques) que reflejaría, directamente, un espeluznante número de millones de bajas humanas (Villares, 2001:190).

Durante la guerra, el ideal económico fue el «capitalista liberal», que se quebrantó en el momento en que “el estado debía intervenir activamente en la dirección de la economía, fijando precios, orientando la producción, regulando los mercados” (Villares, 2001:186). La guerra influyó y fortaleció las economías de países ajenos al conflicto bélico. Tal es el caso de España, en donde el proceso de transformación de la industria se vio estimulado por los avances que presentaba la guerra. Y el caso de los Estados Unidos, donde la economía nacional sirvió de abastecimiento a las naciones en guerra. El final de la guerra está, por un lado, muy relacionado con la progresiva aparición de movimientos civiles que rechazaban y criticaban la guerra, reflejo directo del “descontento y desmoralización de la población respecto a la guerra”. Sin embargo, aunque la solicitud de armisticio[7] haya sido declarada por los militares, los gobernantes influyeron, significativamente, en pro de esta declaración, calificándolos casi como los verdaderos traidores de la nación. Por eso, el ejército alemán negaba la derrota en el campo de batalla y hablaba de una «puñalada por la espalda» por parte del gobierno. Por el otro lado, la entrada de los Estados Unidos a la guerra, proporcionó “no solo recursos bélicos, sino un inmenso arsenal de recursos procedentes de su boyante potencia económica” (Villares, 2001:198)

1935-Adolf streicht den Versailler Vertrag La firma de paz acabaría, por completo, con el poderío bélico alemán. Alemania accedió a “entregar la marina de guerra, aviación y armamento pesado” (Villares, 2001:198). La presencia, por un lado, de los «cuatro grandes»[8] países vencedores liderados por el presidente Thomas Woodrow Wilson (Estados Unidos), el primer ministro David Lloyd George (Gran Bretaña), el primer ministro Georges Clemenceau (Francia) y Vittorio Emanuele Orlando (Italia), que aspiraban a satisfacer intereses territoriales y ambiciones políticas muy distintas. Y por el otro lado, la ausencia de los líderes políticos de los países vendidos, sobre todo del presidente de la «Weimarer Republik»[9] Friedrich Ebert (Alemania), dificultó ―como diría el Presidente Wilson― “la organización de la paz, más que hacer la guerra”.

Discursos como “Alemania pagará” marcarían desde un comienzo el fracaso de Los «14 puntos de Wilson» y el «tratado de Versalles». La clasificación del tratado como el «Diktat[10] de Versalles» reflejó la amargura en la paz de los alemanes. Hecho que condenaría, desde un principio, al tratado y sembraría la semilla de la II Guerra Mundial (Villares, 2001:201).


[1] Traduce «política real» en el sentido de «política pragmatica». Es un estilo de hacer política que combina el empleo de la diplomacia y la política de alianzas como el recurso a la guerra y a la demostración de fuerza (Villares, 2001, p.180).
[2] En el ámbito económico, esta doctrina es conocida como el Proteccionismo.
[3] Las Coaliciones anti-alemanas fueron la forma en que se pretendió estabilizar la hegemonía alemana entorna a Europa. Originadas, especialmente, a partir de las aspiraciones revanchistas de Francia por la pérdida territoriales de Elsass-Lothringen (Alsacia y Lorena). (Villares, 2001, p.179). Anexión de territorio que haría parte de las condiciones del tratado de Frankfurt am Main del 10 de mayo de 1871 que puso fin a la Guerra franco-prusiana (Enciclopedia Microsoft Encarta 2007, Definición: Guerra Franco-prusiana).
[4] Territorio que una nación pretende anexionarse por razones históricas, de lengua, raza, etc.
[5] Expresión del latín y traduce, literalmente, «estado en que». Esta expresión es muy usada en la diplomacia para significar el estado de las cosas en un determinado momento.
[6] Patriotería exaltada que propugna la agresión contra otras naciones.
[7] Suspensión de hostilidades pactada entre pueblos o ejércitos beligerantes.
[8] Congregación también conocida como los Big Four.
[9] Republica de Weimar (1918-1033).
[10] Relativo a dictadura, imposición.


Bibliografía

ENCICLOPEDIA: MICROSOFT ENCARTA (2007). 1993-2006 Microsoft Corporation.

VILLARES, Ramón y Ángel Bahamonde (2001). El mundo contemporáneo, siglos XIX y XX. Capitulo 6, Las luces apagadas de Europa. Madrid: Grupo Santillana de ediciones, S.A.

Peter Wade: Raza y etnicidad (TALLER)

Por Adolfo Abadía y Julián Lasprilla.

1. Realice un mapa conceptual de la trayectoria de la idea raza donde se evidencia por qué el concepto raza es una construcción social

RAZA

Hasta 1800
Raza como linaje

Linaje: vínculos de descendientes a un ancestro en común.
Los rasgos culturales y la apariencia física no eran vistos, necesariamente, como indicadores de diferencia.
Existió la distinción: «civilizado-superior» (europeos blancos) y «salvaje-inferior» (africanos, nativos americanos).

Siglo XIX
Raza como tipo/diferencia biológica

La noción raza se pensó como cualidades permanentes, separables y heredables de los seres humanos.
Nace el «racismo científic»o a partir de teorías que demostraba la inferioridad permanente e innata de los negros como justificación para su esclavización.
Existió la distinción: racionales (colonizadores blancos) y menos racionales(negros colonizados)

Siglo XX
Raza como construcción social

Declaración de la «UNESCO» sobre la raza: los humanos son fundamentalmente iguales y las diferencias de apariencia no implican diferencia intelectual.
Biológicamente, la raza no existe pues la variación genética existente no logra definir una raza en particular.
Psicológicamente, los humanos tienen las mismas capacidades metales y las variaciones existentes no corresponden a categorías de raciales determinadas.
La distinción racial es una construcción social a partir de la variación fenotípica de las personas como el color de la piel, tipo de pelo, rasgos faciales, etc.

Cabe destacar como constante el hecho de que el concepto «raza» no ha sido tomado como un elemento de carácter neutral a través de su trayectoria. Lo que se advierte su significado, es un valor que indica diferencia que clasifica y jerarquiza a personas de alguna descendencia determinada o con ciertos rasgos fenotípicos, frente a otras. En otras palabras, la raza incide como elemento clave en la clasificación social. No hay que pasar por alto que esta diferenciación parte del hecho de que han sido los Europeos, la raza blanca, los que inventaron este concepto para comprender la diferencia de los Otros en comparación con Ellos. Diferencia que se construye desde el argumento por medio del cual los Europeos se atribuyeron un valor de superioridad natural que justificaba el poderío, dominio, esclavización de todas las otras razas.

2. ¿Qué es raza y cómo se diferencia de la idea de racismo?

Como podemos observar, para definir el concepto «raza» ha sido necesario recurrir a la historia y sus dinámicas socioculturales y científicas, lo que muestra que esta categoría es relacional y se ha transformado con el paso del tiempo, esto es: el término «raza» se ha construido de acuerdo a las demandas y proceso claves que ocurren en cierto momentos de la historia. Así, en el siglo XVII tuvo un significado particular asociado a la idea de linaje y a la necesidad colonial de identificar las descendencias comunes de las culturas y grupos poblacionales para dominarlos, donde el concepto de «hombre civilizado» frente a «salvajes» fue determinantes.

Luego vemos que en el siglo XIX el termino se define en función del auge científico de la época, pues se establecen las diferencias fenotípicas entre humanos, hecho que es aprovechado por los movimientos antisemitas, utilizando la categoría de «raza», para llevar a cabo sus proyectos políticos y sociales (eugenesia). Es en este contexto que toma fuerza la idea de racismo y para justificarlo utilizar argumentos científicos para explicar la inferioridad de las razas negras y mixtas, incluyente sus culturas, frete a la superioridad de la raza blanca o aria.

Posteriormente, en el siglo XX, encontramos que la razas se comprende como una construcción social y establece, en términos de igualdad, genéticamente al ser humano como especia igual y que, psicológicamente, posee las mismas capacidades. No obstante, la carga moral de diferencias para dominar y segregar en la sociedad contemporánea sigue en pie, y la raza, continua siendo un elemento diferenciador con connotación negativa.

Ahora, la distinción entre raza y racismo es compleja pues tiene que ver con los imaginarios culturales y el contexto donde toma fuerza. Poe ejemplo, la categoría raza en los pueblos africano no se utiliza para distinguir una cultura de otra mientras que en el occidente si, ¿cómo si hablar de racismo en esos pueblos? El racismo se convierte entonces en una idea que se sustenta en categorías morales hoy en día.


Bibliografía

WADE, Peter (2000). Raza y Etnicidad en Latinoamérica. Quito: Ediciones Abya-Yala.

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