El texto El mundo contemporáneo, siglos XIX y XX de Ramón Villares y Ángel Bahamonde presenta la primera guerra mundial como la consecuencia lógica de una serie de silogismos que fortalecerían el desequilibrio de poder y quebrantarían la paz europea basada en la armonía y diplomacia política. Esta idea está apoya en el texto cuando los autores afirman que “a pesar de la aparente sorpresa, el conflicto bélico no puede decirse que fuera del todo inesperado. […] una progresiva disociación entre los dirigentes políticos […] europeos explican los acontecimientos desencadenados a partir de 1914” (Villares, 2001, p.178).
La victoria de Prusia sobre Francia en 1870 y, como acto humillante, la proclamación del II Reich alemán en suelo francés, sembraron los comienzos de la ruptura del «equilibrio de poder» europeo, que durante el siglo XVIII constituyó la paz entre las potencias de Austria, Francia, Gran Bretaña, Prusia y Rusia. La preponderancia alemana y transformación como el poder hegemónico en Europa, amenazaría la diplomacia y las relaciones internacionales del continente.
La «Realpolitik»[1], como método de “defensa del interés nacional como objetivo prioritario […] en la política exterior” [2] (Villares, 2001, p.179), se convirtió en el principio de alianza alemán, en la medida que se aliaba, únicamente, con estados sin intenciones de participar en «coaliciones anti-alemanas»[3]. El imperio Austro-Húngaro, Italia y, la recién unificada, Alemania se consolidaron como potencias por medio de la formación de la coalición conocida como la «Triple Alianza». Más adelante, la rivalidad de Italia y el imperio Austro-Húngaro por los territorios irredentos[4] del norte. De ahí el retiro de Italia de la Alianza, llegando a tal punto que durante la guerra tomas las armas contra la Triple Alianza en 1915. Por otro lado, naciones como Bulgaria y el imperio Otomano en Turquía se alinearían en el frente al lado de las potencias de la Triple Alianza.
Paralelamente, los países de Rusia y Francia acordaron ayudarse, mutuamente, en caso de cualquier acto bélico por parte de la Triple Alianza. Más adelante, el Reino Unido se incorporó a este acuerdo político y militar y en 1907 nace la alianza llamada «Triple Entente». Grecia y Rumania integrarían la Entente en 1916. Del mismo modo, naciones como Japón en 1914 y Estados Unidos en 1917, le declararon la guerra a Alemania.
Así como existían dos bloques activos en el conflicto de potencias, en Europa existió otro bloque de carácter pasivo y neutral frente a las disputas de los países de la Alianza y los países de la Entente. Este bloque estuvo conformado por España, Holanda, los países escandinavos y Suiza.
Esto es lo que enmarca al periodo de preguerra, afirman Villares y Bahamonde, cuando declaran que “La formación de bloques dos opuestos en los que estaban involucradas las principales potencias europeas es el rasgo más importante del periodo de preguerra” (Villares, 2001:182). El «statu quo»[5] europeo de la época era muy frágil y cualquier altercado que modificara, directa o indirecta, la estabilidad de los bloques o expresara alguna “acción expansionista o de ruptura de este sistema” (Villares, 2001:184), podrían a prueba la lealtad de los países aliados frente la potencial amenaza.
Otro punto clave que corroboró al estallido de la primera guerra mundial, fue, primero que todo, la «legitimación ideológica» que adquirió el rearme europeo. Por un lado, el «rearme material» que se ve reflejado en los grandes gastos que tuvo “la carrera armamentista […] de las principales potencias” (Villares, 2001:186). Por el otro lado, el «rearme moral» en forma de «propagandismo bélico» en los discursos y gestos jingoísta[6] por parte de políticos, y por la literatura marcial por parte de la prensa de masas. Segundo, la nueva forma de «patriotismo» inculcó nuevos valores frente a los habitantes de países contrarios, de esta manera, que un ingles matase a un alemán, o viceversa, era celebrado como un acto patriota de haber servido bien a su país y no era juzgado como era usual (Villares, 2001:187).
El inicio de la guerra estuvo impregnado de diversos factores, así como por «motivos objetivos» y a largo plazo, también hubieron «motivos subjetivos» y casi individuales. Por un lado, los motivos objetivos de la guerra fue la reacción en defensa de los espacios territoriales con fines de preservación de los principios ideológicos y morales de cada nación. Por el otro lado, los motivos subjetivos del poder militar tuvo mucho que ver, que el poder político, con la decisión de decretar la movilización general. Los dirigentes recibieron información ambigua y las decisiones de movilización eran ocultas a la opinión pública (Villares, 2001:189-190).
La primera guerra mundial duró mucho más que lo se pronosticó, además de ser la primera guerra en masas, se emplearon adelantos tecnológicos (submarinos, aviones de combates, gases, tanques) que reflejaría, directamente, un espeluznante número de millones de bajas humanas (Villares, 2001:190).
Durante la guerra, el ideal económico fue el «capitalista liberal», que se quebrantó en el momento en que “el estado debía intervenir activamente en la dirección de la economía, fijando precios, orientando la producción, regulando los mercados” (Villares, 2001:186). La guerra influyó y fortaleció las economías de países ajenos al conflicto bélico. Tal es el caso de España, en donde el proceso de transformación de la industria se vio estimulado por los avances que presentaba la guerra. Y el caso de los Estados Unidos, donde la economía nacional sirvió de abastecimiento a las naciones en guerra. El final de la guerra está, por un lado, muy relacionado con la progresiva aparición de movimientos civiles que rechazaban y criticaban la guerra, reflejo directo del “descontento y desmoralización de la población respecto a la guerra”. Sin embargo, aunque la solicitud de armisticio[7] haya sido declarada por los militares, los gobernantes influyeron, significativamente, en pro de esta declaración, calificándolos casi como los verdaderos traidores de la nación. Por eso, el ejército alemán negaba la derrota en el campo de batalla y hablaba de una «puñalada por la espalda» por parte del gobierno. Por el otro lado, la entrada de los Estados Unidos a la guerra, proporcionó “no solo recursos bélicos, sino un inmenso arsenal de recursos procedentes de su boyante potencia económica” (Villares, 2001:198)
La firma de paz acabaría, por completo, con el poderío bélico alemán. Alemania accedió a “entregar la marina de guerra, aviación y armamento pesado” (Villares, 2001:198). La presencia, por un lado, de los «cuatro grandes»[8] países vencedores liderados por el presidente Thomas Woodrow Wilson (Estados Unidos), el primer ministro David Lloyd George (Gran Bretaña), el primer ministro Georges Clemenceau (Francia) y Vittorio Emanuele Orlando (Italia), que aspiraban a satisfacer intereses territoriales y ambiciones políticas muy distintas. Y por el otro lado, la ausencia de los líderes políticos de los países vendidos, sobre todo del presidente de la «Weimarer Republik»[9] Friedrich Ebert (Alemania), dificultó ―como diría el Presidente Wilson― “la organización de la paz, más que hacer la guerra”.
Discursos como “Alemania pagará” marcarían desde un comienzo el fracaso de Los «14 puntos de Wilson» y el «tratado de Versalles». La clasificación del tratado como el «Diktat[10] de Versalles» reflejó la amargura en la paz de los alemanes. Hecho que condenaría, desde un principio, al tratado y sembraría la semilla de la II Guerra Mundial (Villares, 2001:201).
[1] Traduce «política real» en el sentido de «política pragmatica». Es un estilo de hacer política que combina el empleo de la diplomacia y la política de alianzas como el recurso a la guerra y a la demostración de fuerza (Villares, 2001, p.180).
[2] En el ámbito económico, esta doctrina es conocida como el Proteccionismo.
[3] Las Coaliciones anti-alemanas fueron la forma en que se pretendió estabilizar la hegemonía alemana entorna a Europa. Originadas, especialmente, a partir de las aspiraciones revanchistas de Francia por la pérdida territoriales de Elsass-Lothringen (Alsacia y Lorena). (Villares, 2001, p.179). Anexión de territorio que haría parte de las condiciones del tratado de Frankfurt am Main del 10 de mayo de 1871 que puso fin a la Guerra franco-prusiana (Enciclopedia Microsoft Encarta 2007, Definición: Guerra Franco-prusiana).
[4] Territorio que una nación pretende anexionarse por razones históricas, de lengua, raza, etc.
[5] Expresión del latín y traduce, literalmente, «estado en que». Esta expresión es muy usada en la diplomacia para significar el estado de las cosas en un determinado momento.
[6] Patriotería exaltada que propugna la agresión contra otras naciones.
[7] Suspensión de hostilidades pactada entre pueblos o ejércitos beligerantes.
[8] Congregación también conocida como los Big Four.
[9] Republica de Weimar (1918-1033).
[10] Relativo a dictadura, imposición.
Bibliografía
ENCICLOPEDIA: MICROSOFT ENCARTA (2007). 1993-2006 Microsoft Corporation.
VILLARES, Ramón y Ángel Bahamonde (2001). El mundo contemporáneo, siglos XIX y XX. Capitulo 6, Las luces apagadas de Europa. Madrid: Grupo Santillana de ediciones, S.A.
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