miércoles, 5 de enero de 2011

La locura y el progreso

Columnista Adolfo A. Abadía.

En el trascurso de este trabajo trataré de desarrollar una respuesta a esta pregunta ¿Por qué parece ser que la locura es parte indispensable en los seres humanos, como lo es también la razón, para el progreso de la raza humana? No está de más aclarar, que no haré énfasis en lo que denominaré «locura mental», ya que ésta es vista y tratada, directamente, como una enfermedad y por ende, se aleja del propósito central de este texto. No cabe duda en afirmar, que las expresiones de la locura que aquí hablaré, corren, contingentemente, con el riesgo de acabar, y de hecho ha pasado, como una locura mental. Yo canalizaré el desarrollo de este trabajo a un tipo de locura diferente a la mental que llamaré, «locura social».

De niños, cuando un adulto nos advertía de la presencia de un loco diciendo, ―cuidado, ahí viene el loco―, inocentemente, empezamos a estigmatizar la imagen y el aspecto del loco e, indirectamente, idealizamos los efectos de la locura en el humano. Pero ¿Cuáles son estos rasgos del loco? A esa edad, generalmente, veíamos al loco como aquella persona que vive en la calle, su apariencia es sucia, desordenada y desagradable, deambular por las calles sin rumbo ni destino parece ser su única filosofía, que en vez de hablar, grita, y que por si fuera poco, su dentadura revive la peor pesadilla para cada odontólogo. Por mucho tiempo, esta será la imagen que nos acompañará por varios años como la representación del loco que vive, plenamente, su locura. Para otros, esta imagen, posiblemente, no ha tenido algún cambio significativo.

A medida que crecemos y vamos acumulando más conocimientos, diversificamos nuestra percepción de la locura. Por un lado, aprendemos una nueva palabra: «indigente». Desde ese momento, entendemos que el loco de nuestra niñez, es realmente un indigente o, posiblemente, ambos. En otras palabras, nuestra imagen del loco se va haciendo más amplia y precisa a medida que vamos creciendo. Así, empezamos a reflexionar, inconscientemente, sobre otras clasificaciones de locura. Por ejemplo, también le decimos loco a la persona que, a nuestro parecer, van más allá de nuestro propio entendimiento y lógica. Esta evolución de la visión de la locura, es lo que denomino como «locura social». Social, ya que ésta presenta indicios de una interdependencia con nuestros valores culturales, históricos, económicos y sociales. De aquí, diferenciaré dos tipos de locura social las cuales llamaré «locura humilde» y «locura arrogante».

En Elogio de la Locura encontramos un ejemplo de lo que clasificaré como locura humilde. Erasmo de Rotterdam (1993:23-24) lo expresa de esta manera ―¿O qué mujer se entregaría a un varón si conociera o pensara de antemano en los dolores de parto o en las molestias de la crianza de los hijos? […] éste se lo debéis a mi acompañante Anoia[1] , la Demencia― más adelante retomaría esta misma idea, ―¿Y qué mujer que haya experimentado ya una vez esto, volvería a repetirlo sin la ayuda de Lethe[2], el Olvido?―. Así como el olvido y la demencia parecen ser cómplices y fieles compañeras de la Moría[3] y sus locuras, la Estulticia parece ser acompañante del «amor», pues de qué otra manera se explicarían las «locuras del amor» o el «amor ciego», de no ser, precisamente, la locura el motor principal que nos motiva y aferra a la luchar por nuestro ideal [Enlaces; s.f.].

genialidad y locura Pero ¿aferrarse a una idea y defenderla a toda costa no es, precisamente, lo que los científicos, exploradores, inventores, sabios y hasta conquistadores han venido haciendo durante décadas, siglos, sin cesar? No por otra razón, muchos de ellos han pasado a la historia y son recordados por sus logros y, además, como «científicos locos» o «genios locos». Ellos, simplemente, se mantuvieron firmes a su causa y no dejaron que ninguna valoración, falsa o débil, influyera y repercutiera, drásticamente, en su razonar y logrado sembrar duda en la veracidad y viabilidad de sus proyectos.

Por ejemplo en el campo de la aviación, el multifacético Leonardo da Vinci, hizo varios bosquejos de posibles formas de volar[4]. Él, desde principios del siglo XVI y a partir de su propio análisis sobre el vuelo de las aves, empezó a visualizar, que el hombre en un futuro, iba a lograr hacer posible su sueño de poder volar. Para que esto empezase a hacerse realidad, fue necesario que la tierra girase trescientas veces alrededor del sol. Y que en el siglo XIX, George Cayley, lograría diseñar y desarrollar planeadores capaces de transportar a un humano. George Cayley fue, asimismo, reconocido por sus ideas y diseños futuristas. Como él, muchos otros persistieron en su lucha de hacer realidad esfuerzos, y no dejaron de cavilar y experimentar sobre las posibles formas del arte de volar (Microsoft Encarta; 2007:Aviación). Si no hubiesen vivido estas mentes prodigiosas, seguramente, nuestro progreso en el campo de medios de transporte, de carga y personas, sería muy diferente a la realidad que vivimos y vemos todos los días cruzando el cielo azul.

Otro ejemplo que ilustra la presencia asidua de la locura en el obrar de los humanos, se presenta en la literatura por medio de Alonso Quijano[5] y su afán de alcanzar, luchar y defender los principios de su utópica idea de justicia ubicua entre los humanos. Según Juan Ramón de la Fuente (2005:4), “don Quijote, […] está loco por creer, como caballero andante, que la justicia es su deber y que la justicia es posible”. Si Don Quijote estuviese vivo, él no sería más loco que cualquier otra persona, que por creerse justiciero, héroe de los débiles, luche fervorosamente por la equidad y ecuanimidad.

La locura arrogante, la definiré como esa impresión, pensamiento, del «si mismo» que nos hace suponer una superioridad, congruente, frente a los demás. En otras palabras, la prepotencia que nos hace creer ser más, mejores, que los demás. Para hacer alusión a este tipo de locura, citaré, brevemente y textualmente, una idea de René Descartes (2002:125) al respecto: “a menos que compare ciertos insensatos cuyo cerebro esta perturbado y ofuscado […] que aseguran, constantemente, que son reyes cuando son muy pobres, que están vestidos de oro y purpura cuando están desnudos, […] o tener un cuerpo de vidrio”. Si desde un principio, al relacionarnos con otras personas tomamos una actitud de indiferencia, recelo e intolerancia, entonces estaríamos dando hincapié a creer que tenemos un ego muy grande. Además, estaríamos mostrando que éste ya se nos ha subido a la cabeza, de tal manera, que nos sentimos a la altura de los dioses, o como en este caso, solo podemos ser comparados con los reyes. Michel Foucault (1973:22) retoma esta idea y dice: “―creerse rey― o suponerse poseedor de ―un cuerpo de vidrio― eran sencillamente señales de la locura como error. […] significaba, en el fondo, querer imponer esa certeza como una especie de tiranía a todos los que lo rodeaban”.

Una pregunta nos salta de todo esto ¿Qué diferencia, real, existe entre «creerse rey» o «creerse sabio»? A simple vista, no se ve una diferencia relevante. Empero, distinguimos, en efecto, a diferentes actores del progreso mundial por sus resultados alcanzados y sus repercusiones en la prosperidad de la sociedad mundial. Encontramos una sutil y, al mismo tiempo, importante diferencia entre la locura humilde y la locura arrogante. Por un lado, si vemos la historia y el progreso del género humano, podemos observar una constante: —los hombres y mujeres están en perenne estado de perfección—. Esto se lo podemos atribuir a la locura humilde que vive y que se manifiesta en cada uno de nosotros, claro, en unos más que en otros. Además, si evaluamos el grado de dependencia de la sociedad frente a muchos de estos logros, podemos concluir, que, sin lugar a duda, este tipo de locura ha traído, consigo, progreso en el mundo y para todos los que vivimos en él. Si nos centramos en unos pocos inventos y descubrimientos, como la rueda, la imprenta, la bombilla, teléfono, carro, aviones, computadores, entre otros, implícitamente, aludimos a cada uno de estos artefactos una persona o un grupo de personas pensantes, creativas y futuristas, en otras palabras, locas para su época.

No me gustaría creer, pero parece ser, que la locura arrogante no trae consigo ningún tipo de progreso para la humanidad. Posiblemente, porque esta locura solo hace referencia a una persona y ésta repercute y afecta, exclusivamente, en sí misma. Este tipo de locura, egocéntrica y egoísta, no propone ningún progreso para la sociedad, aparte de auto afirmarse: “que se es el rey”.

[1] Erasmo presenta un colaborador de la locura, que no es más que una cualidad que va de la mano con la locura. Sobre Anoia dice Erasmo (1993:22): “[…] Anioa: Demencia, es la de los ojos esquivos y mirada huidiza”.
[2] Erasmo (1993:21) presenta otro colaborador de la locura, Lethe. Sobre Lethe dice: “[…] Esta que veis semiinsome y como dormitando se llama la Lethe: Olvido” . En la Real Academia Española se encuentra la palabra leteo, del latín Lethaeus, y este del griego ληθαῖος; y existen dos definiciones, primero como adjetivo: “perteneciente o relativo al Lete o Leteo, río del olvido”. Y segundo: “que participa de alguna de las cualidades que a este río atribuye la mitología.” [Microsoft Encarta; 2007: leteo]. Cabe resaltar, de la primera definición, la alusión de la palabra leteo con el río del olvido, Lete. En la mitología griega, Lete, el río del olvido, del mundo subterráneo. Del cual los espíritus de los muertos bebían de sus aguas para olvidar los pesares de su vida en la tierra antes de entrar en el Elíseo, paraíso prehelénico, una tierra de paz y felicidad plenas [Microsoft Encarta; 2007: Lete].
[3] Interpretaré la palabra Moría como lo hace Erasmo (1993:15), que le da un sentido análogo a la acepción del vocablo en latín stultitĭa, que significa estulticia, tontería, insensatez, necedad, locura.
[4] Leonardo da Vinci diseñó varias máquinas voladoras, una resultaron ser inviables otras si contribuyeron al desarrollo de la aviación, como el tornillo aéreo o hélice y el paracaídas [Microsoft Encarta; 2007: Leonardo Da Vinci].
[5] Personaje ficticio y celebre de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616). Mayormente reconocido como Don Quijote de la Mancha.


Bibliografía

Anónimo, (s.f.). La locura y el amor. Enlaces, expresiones de la sociedad civil. http://www.organizacionessociales.segob.gob.mx/UAOS-Rev3/revista1_tema13.pdf

CABRUJA, Teresa (s.f.). La Imagen Popular de la Locura. en IBAÑEZ, Tomás (1988) “Ideologías De la Vida Cotidiana”. Barcelona: Sendai Ediciones.

CALASSO, Roberto (2004). La locura que viene de las ninfas y otros ensayos. Traducción del italiano por Teresa Ramírez Vadillo. México: Editorial Sexto Piso, S.A.

DE LA FUENTE, Juan Ramón (2005). El Quijote y el conocimiento de lo humano. Vol. VI, No. 21-22. Sep-Dic 2005; Universidad Nacional Autónoma de México. http://www.medtrad.org/panacea.html

DE ROTTERDAM, Erasmo (1993). Elogio a la locura. (Colección Grandes obras del pensamiento). Traducción del griego y notas por Pedro Rodríguez Santidrián. Barcelona, España: Ediciones Altaya, S.A.

DESCARTES, René (2002). Discurso del Método-Meditaciones Metafísicas. (Colección Grandes Pensadores). Madrid, España: Editorial Libsa. [El Discurso del Método se publicó por primera vez en 1637 y Meditaciones Metafísicas se público por primera vez en 1647].

DREAM THEATER (2002). Album: Six Degrees of Inner Turbulence, Canción: Six Degrees of Inner Turbulence. Nueva York, USA: Discográfica Elektra Records.

FOUCAULT, Michel (1973). El Poder Psicológico. Madrid-España: Ediciones Akal S.A.

LIBRADEN B., Liliana, Severo Conde R. y Andrés Acosta P. (1997). Casos y cosas de locos. Cali, Colombia: Universidad Icesi

Microsoft Encarta (2007). 1993-2006 Microsoft Corporation.

ZÖLLNER, Frank, Johannes Nathan (2003). Leonardo da Vinci: obra pictórica completa y obra grafica. Traducción del alemán por Pablo A. Ellacuria, Lidia A. Grifoll y Ambrosio Berasasin. Köln, Alemania: Taschen GmbH.

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