"La guerra es un medio natural y justo para someter a quienes,
nacidos para ser mandados, se niegan a someterse"
Aristóteles de Estagira
El 4 de enero se cumplieron cincuenta años de la trágica desaparición de Albert Camus en un lamentable accidente de tránsito. Recordarlo es a la vez traer a la memoria la atemporalidad de su obra, su compromiso social, su filosofía, su afirmación humanística de la vida y el augurio del renacimiento del hombre en un mundo donde la paz, la justicia social y un gobierno universal. Se levantarían sobre las ruinas y desolación que mentes criminales han ido dejando a lo largo de la historia, sus palabras golpean el yunque donde se atenaza la libertad del hombre, escuchémosle: “A la mujer que ha sido esterilizada por los SS, al hombre a quien han obligado a acostarse con su hermana, a la madre que apretaba contra su pecho al hijo mientras le golpeaban la cabeza, a la mujer a quien han obligado a presenciar la ejecución de su marido, a los que han logrado escapar de los hornos de gas y a todos los que han estado temblando día tras día durante largos años, a quienes no encuentran casa en ninguna parte y a quienes se les ha hablado de una tierra de promisión cubierta de lagos y naranjos donde nadie les escupirá la cara, y a todos esos se les ha golpeado porque los asuntos de nuestros genios políticos estaban arreglados de tal manera que no había medio de no golpearles. Y todo ello en medio de un gran silencio o del charlatanismo farisaico de quienes detentan el poder. En suma que han ajusticiado a Cristo efectivamente y lo siguen zahiriendo, y ese es el resumen de la historia universal”.
Camus nos invita a la rebelión: Me rebelo luego existo, resistir es la consigna, pero no resistir de cualquier forma y manera sino enfrentándose al legítimo contradictor. ¿Qué es la rebelión para Camus? Es el hombre que dice “No”. Pero si niega no renuncia; es también un hombre que dice “Si”, desde su primer movimiento. Es el hombre sometido, el esclavo que en un momento determinado de su vida juzga inaceptable seguir recibiendo ordenes que coarten su libertad y sus sentimientos. Es una toma de conciencia sobre su propia realidad y el mundo que le rodea. Es aprender a no callar y expresar a voz en cuello que no aceptara bajo ningún concepto el sometimiento y la degradación.
La rebelión para Albert Camus no es una relación a un ideal, a una idea, a un concepto abstracto, se refiere a algo más cercano: “Se exige que sea considerado lo que, en el hombre, no puede reducirse a la idea, esa parte cálida que no puede servir para ninguna otra cosa que para existir”. El mismo Camus nos cuenta que, en Cumbres Borrascosas, Hesthcliff prefiere su amor a Dios y pide el infierno para estar reunido con la que ama, no es solamente su juventud humillada la que habla sino la experiencia ardiente de toda su vida siempre sometida. La rebeldía es una pulsión positiva puesto que revela lo que en el hombre hay que defender siempre.
Hoy más que nunca la vigencia de Camus no se agota. Vivimos un final y un comienzo de siglo signados por el “Miedo” y el “Terror”. El siglo XX corto termino, como afirma Hobsbawm, con una guerra, exactamente como comenzó, con la catástrofe de la primera guerra mundial. Y detrás de las guerras los señores de la guerra el miedo y el terror. Lo que más nos sorprende de este siglo que comienza, no para mí ni para los que son mis contemporáneos, es que las nuevas generaciones de ciudadanos están privadas de porvenir muy a pesar de los avances científicos y técnicos, y, a veces, también por ellos. La vida para que tenga un sentido tiene y debe tener una proyección valedera: La juventud, los recién egresados de las universidades, tienen el futuro cerrado. Sus conocimientos, el estar altamente preparados, no les ha valido de nada, se han encontrado frente al muro de unos políticos venales y una patronal codiciosa y voraz que les cierran el paso a sus dignas aspiraciones. La Gente Joven tiene que pensar, yo la invito a ello, que solo la palabra, el grito muchas veces, la organización y la protesta, la exigencia de los derechos y libertades podrán romper los muros. El silencio, la protesta pasiva, solo es la aceptación del sometimiento y, el partido de futbol, el circo donde desfogar las frustraciones.
Entre el miedo general que nos inculcan: miedo al terror, miedo a la muerte, miedo al vecino, miedo a las ideologías, miedo a quien piensa diferente, miedo al color de la piel, miedo al que tiene un Dios diferente al nuestro, miedo al extranjero, sin comprender que a lo que ciertamente debemos tener miedo es al pensamiento único, a los que se creen dueños de la razón absoluta, a las mentalidades mesiánicas donde siempre se engendra la tiranía. El hombre que siempre ha deseado la convivencia amable, el diálogo, la dialéctica en la discusión ideológica, el pragmatismo en las decisiones políticas, la amistad con sus congéneres, el silencio impuesto por la censura, el sometimiento a la disciplina de partido, la injusticia social y el amordazamiento intelectual le cercenan, no solamente las posibilidades de una vida digna y un mundo mejor, sino que le condenan a morir en vida: a la esclavitud moral, el mayor crimen que pueda cometerse, al considerar la vida humana como algo fútil y despreciable.
Estas pocas letras quieren exaltar la memoria de Albert Camus e invitar especialmente a los jóvenes a leer “La peste”, “El Hombre Rebelde”, “El Extranjero”, “El Mito de Sísifo”, “El Exilio y el Reino” etc. Etc. Y comprender a través de estos textos que a pesar de haber transcurrido más de cincuenta años desde su publicación es muy poco o nada lo que ha cambiado para el hombre desde el punto de vista de sus libertades y la justicia social. Parafraseando a Eduardo Galeano tenemos que afirmar que, El siglo XX se inicio con la primera guerra mundial. A mediados del siglo XX ocurrió la segunda guerra mundial. Pero esta guerra mortal para los ciudadanos del mundo no ha sido tan mortal para los dueños del mundo. A finales del siglo XX y a principios del siglo XXI las guerras son incontables. Las guerras multiplican el miedo y el terror, y el miedo convierte la injusticia en fatalidad y destino; las guerras multiplican la pobreza, y la pobreza termina ofreciendo brazos que trabajan por poco o por nada ; las guerras expulsan a los campesinos de sus tierras, y las tierras terminan siendo vendidas por poco o por nada; la guerra enriquece a los fabricantes de armas, a los expoliadores de las riquezas naturales y a los apátridas que se venden por un plato de lentejas; en la guerra las familias pobres ponen los muertos y los ricos los bolsillos; la guerra asesina a los que denuncian la guerra y las causas de la guerra, convirtiendo la guerra en necesaria e inexplicable. El mejor ejemplo lo tenemos en las guerras genocidas de Ruanda e Irak, en las guerras larvadas de Colombia, Sudan, Etiopia, Afganistán, Palestina, Nigeria, El Congo etc., etc.: El mejor ejemplo de los amos de la guerra son George Bush, Tony Blair y José María Aznar, los tres de las Azores.
Hay una relación entre democracia, conflictos armados y paz. En las sociedades donde rigen las libertades públicas, los derechos humanos y los derechos civiles, existen más posibilidades de que los conflictos se resuelvan sin el uso de la violencia.
Para reflexionar
De todos los enemigos de las libertades públicas, la guerra es quizá el más temible, porque contiene y desarrolla el germen de todos los demás. Como padre de los ejércitos, la guerra fomenta las deudas y los impuestos, que son los instrumentos conocidos para someter a la mayoría a la dominación de unos pocos. En la guerra se amplía asimismo el poder discrecional del ejecutivo (...) y todos los medios de seducir a las mentes se suman a las formas de sojuzgar la fuerza del pueblo...
James Madison
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