La corrupción política y administrativa, no es como suele creerse, una manifestación de algunas personas o grupos de desaprensivos sino el reflejo del orden capitalista actual representada en los sectores económicos y financieros, que hacen su agosto en las actividades financieras paralelas, es decir, la economía ilícita y la economía delictiva, practicadas, sin reservas, por los grupos de poder sean estos criminales o, en su defecto, de cuello blanco. Donde con más fuerza ha demostrado su influencia la primera, es en el fraude y la evasión fiscal, últimamente puestos a descubierto, con la colaboración, a regaña dientes, de los paraísos fiscales; La segunda, la criminal, abarca un amplio espectro, que va desde los más bajos fondos del crimen hasta las más elevadas esferas de guante blanco.
La compleja ingeniería financiera y contable, la libertad total de las empresas multinacionales y capitales financieros para el intercambio de bienes, servicios y movilización de capitales; el control, cada vez más acusado, del gasto público; la desreglamentación de la vida económica y privatización generalizada de las empresas públicas han generado toda clase de irregularidades ilícitas, públicas y privadas, con que nos encontramos los ciudadanos diariamente en los medios de comunicación. Escándalos que sonrojan a propios y extraños menos a sus autores que se sienten arropados por el Estado que tiene la capacidad de enunciar la norma, pero también de transgredirla. Las denuncias impuestas al respecto por los organismos internacionales: el Banco Mundial, el FMI, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, la ONU no han tenido la repercusión esperada en los medios de comunicación, ni la intervención judicial respectiva, ni las medidas administrativas y gubernamentales que impidan los desmanes. No quiere ello decir que no se hayan sancionado algunos de estos delitos y que sus responsables no estén en la cárcel, lo que quiero afirmar es que se siguen cometiendo sin que se tomen las medidas conducentes para impedirlo.
No es extraño, por ello, encontrarnos, en nuestro propio terruño, con la corrupción en el manejo de las arcas públicas. Los escándalos se multiplican y la actitud de los responsables políticos de los partidos son un claro ejemplo de lo que se expone en esta nota. Los dirigentes, de algunas empresas saquearon las arcas públicas y ahora ninguno de sus superiores jerárquicos los conoce ni se hacen responsables de lo que ha ocurrido. Otros se dedicaron a la violación de los derechos humanos. El mejor ejemplo de estas atrocidades lo tenemos en el gobierno anterior. EL SEÑOR URIBE, entonces Presidente del Gobierno, AUN NO SE DA POR ENTERADO y no le ofrece a la ciudadanía una explicación satisfactoria de sus actos ni la de sus funcionarios inmediatos. Todos deben responder políticamente por sus acciones y no afirmar de forma irresponsable “que no han hecho nada”, ofendiendo con su actitud a todos los colombianos que creyeron en ellos de buena fe.
Quiero creer que la deshonestidad de algunos no puede ensuciar a la mayoría de los miembros de un Partido político. Pero también debe quedar claro que el silencio de los responsables políticos los convierte en cómplices por acción o por omisión. ¡La impunidad es hija del olvido!... Y no estamos dispuestos a olvidar. Todos los seres humanos tenemos una debilidad que nos hace vulnerables, un punto débil. Esa debilidad suele ser una necesidad incontrolable, o un placer secreto, o una emoción que nos supera. Sea como fuere, una vez que ha sido encontrada, quien lo hace, la explota sin medida en su propio beneficio, llevando a quien la padece a los más oscuros extremos de la criminalidad y la demencia...
lunes, 13 de febrero de 2012
La corrupción política y administrativa una consecuencia más del sistema neo-capitalista vigente
Columnista Carlos Herrera Rozo.
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