lunes, 12 de septiembre de 2011

Me acuerdo que no recuerdo

Por Daniella Trujillo.

No me acuerdo de algunas fechas especiales. No sé cuando cumple años mi hermano. Tampoco sé a qué edad hice mi primera comunión. No recuerdo el nombre de mi primera profesora. No sé cuando es el día de la madre. No estoy segura de lo que almorcé anteayer. Recuerdo unas cuantas fechas históricas, pero sólo debido a que me he visto en la obligación de hacerlo y además sería inaceptable para mi familia no poder nombrar algunos momentos mundiales memorables. Sé que Isabel Allende nació en 1942 y que el descubrimiento de América fue en 1492; esto lo puedo recordar puesto que sólo necesito cambiar el orden de los números. Todo lo que aprendo lo tengo anotado en varios cuadernos y cuando se me olvida alguna teoría puedo acordarme muy bien en qué lado de la página lo dejé escrito. Calle 13 nació el 23 de Febrero; lo sé porque empieza una de sus canciones diciendo: “nací mirando para arriba un 23 de Febrero” y yo, siempre la canto con mi fecha de nacimiento, un 4 de Febrero.

Ya darán cuenta pues, que no soy buena recordando algunas cosas. En mi mente tengo grabados sólo los momentos, lugares, palabras y situaciones más especiales e inusuales. Pero todo lo contrario le pasa a Ireneo Funes el memorioso. Este personaje, que hace parte de un pequeño cuento de Jorge Luis Borges, recordaba cada imagen que había visto y la diferenciaba de las muchas otras que iba conociendo. Para él no existían las generalizaciones ni las abstracciones. Cada frase, objeto, animal o persona era detalladamente memorizado por dicho individuo; incluyendo también el número de veces que los había recordado u observado.

FunesDe esta manera, en este escrito hay un sujeto que nos relata su visita hacia la ciudad de Fray Bentos, Uruguay. De ahí en adelante, él empieza a describir el paisaje que lo rodea y algunos callejones; hasta que llega el momento en que conoce a Funes. Desde ahí, el cuento se centra en mencionar y admirar las capacidades que Ireneo adquirió -luego del accidente- para memorizar todo lo que estaba a su vista. El percibir e imaginar eran dos actividades esenciales en la vida de este joven que, increíblemente diseñó todo un sistema de numeración; permitiéndole recordar así todo con mayor facilidad.

Para mí este hecho resulta más bien ficticio. Es ahí cuando recurro a los planteamientos del antropólogo colombiano Guillermo Páramo cuando realiza una discusión sobre la lógica de los mitos. En esta ponencia, Páramo llega a hablar de la ficción y, se refiere a ésta como “un discurso que describe mundos diferentes del real”[1] . Agrega también que, esos mundos están constituidos por leyes, que permiten vislumbrar lo que es posible y lo que no es admisible dentro de estos. Así es pues como, según Páramo, aquellos escenarios pueden estar llenos de contradicciones y ser al mismo tiempo no-triviales. Pero lo que más me llamó la atención en las afirmaciones de este antropólogo, fue poder entender que los mitos y las ficciones muestran, ante todo, cómo es el mundo para una comunidad o para el hablante. Luego, es a partir de sus relatos podemos darnos cuenta de la manera como los sujetos perciben lo que les rodea y empiezan a orientarse a través de esa forma como entienden su mundo. De esta manera, estos individuos pueden encontrar para ellos un lugar en aquel mito o ficción e igualmente pueden vivir aquello que se narra y se describe ahí.

Con el cuento de Borges, podemos hacernos una idea del paisaje y de la geografía allí especificada por el narrador. Sin duda está cargada de “contenidos reales” logrando así que cada lector pueda tener un punto de referencia en el que se vislumbran ciertas verdades. Los callejones, la tormenta o la descripción que hace de Funes la primera vez de su encuentro, resultan hechos y nociones próximos a nuestra realidad. Pero cuando continúa con su relato, empieza a desdibujarse lo no-ficticio de lo ficticio. La impresionante memoria de Funes resulta –a mi modo de ver– una cualidad casi sobrenatural, pues excede las capacidades de cualquier ser humano común. Creo que soy la antítesis de Funes. No tengo la esperanza de recordar cada hoja de cada árbol de cada monte. Por ahora me conformo con recordar que tengo que entregar próximamente este ensayo. No soy Funes, yo simplemente me acuerdo de que no recuerdo.

Bibliografía

Borges, Jorge Luis. Funes el memorioso En: Ficciones, 1944


[1] Páramo, G. (1989) “Lógica de los mitos: Lógica paraconsistente. Una alternativa en la discusiónsobre la lógica de los mitos” Ideas y Valores. Nº79, (abril de 1989), pp. 57.

2 comentarios:

Yi Trujillo dijo...

La memoria como un cuento infinito hecho de experiencias, colores y canciones. Funes sí que sabía cómo recordar, no regresaba para quedarse atrás, iba y volvía, hilando viejos retazos con pinceladas del presente. Hacía de cada parpadeo, im...agen o palabra toda una hazaña. Trastornaba ese todo con el que no hemos hermanado y hacía que apareciera como extraño, no para juzgarle sino para hacerle memorable. Y es que hermanarse no es malo, ¡No! Pero a veces hermanarnos hace que creamos que somos genios invisibles que piensan eso que es visto como: verde, cuadrado, blanco o triangular. Pero si pudiéramos decir Acua, Bongur, Imonar, Latur. Ahh, sería distinto. Cuando somos bebés cuestionamos y lo novedoso aparece, existe. Luego, simplemente olvidamos –olvidamos lo nuevo-. Funes sabe que aquello que se presenta cada día, no puede aparecer dos veces ¡imposible! Sería igual de traumático que toparnos sólo con ecos vacíos y reflejos de espejos rotos.

Viviam Unás dijo...

Prótesis de memoria. Memorias portátiles. Memorias en nube. El memorioso tendría el don inútil de recordarlo todo y el don indispensable de establecer las conexiones.

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