jueves, 17 de septiembre de 2015

¿Puede hablar el subalterno?

Por Laura Torres.
Estudiante de la Maestría en Estudios Sociales y Políticos

Reflexión del texto: Spivak, Gayatri (2003). ¿Puede hablar el subalterno?. Revista Colombiana de Antropología, vol. 39, pp. 297-364. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Bogotá, Colombia.

Esta pregunta que se hace la autora a mediados de la década de los 80, expresa las transformaciones epistemológicas que atravesaban las ciencias sociales cuando algunas décadas atrás, había iniciado un fuerte cuestionamiento por la producción de conocimiento y los sujetos que lo permitían. Spivak, nacida en la India y partiendo desde ese lugar de enunciación, emprende una labor en la teoría contemporánea para cuestionarse las narrativas hegemónicas que categorizan el mundo en opciones binarias y condicionan las maneras de entenderlo. La creación de un sujeto occidental, etnocéntrico, ha impedido dimensionar las determinaciones geopolíticas y concebir epistemologías fuera de lo establecido. Para Spivak, lo más preocupante de ese hecho, es la forma en que los investigadores sociales y miembros de las diferentes disciplinas sociales, han contribuido a la reproducción de esa hegemonía mediante las prácticas discursivas de las que se valen para explicar la realidad social, afirmando que esta no es predefinida y se constituye como proceso histórico. En ese sentido el llamado tercer mundo, ha sido incapaz de darle voz a los sujetos que lo componen y su historia ha sido definida en el marco de las narrativas colonialistas, desde donde le dan sentido a su existencia.

En la mayoría de trabajos de Spivak, se podría identificar una corriente posestructuralista, que cuestiona los esencialismos y fundamentalismos en los principios explicativos de las sociedades, defendiendo que la producción de conocimiento tiene efecto constitutivo sobre los sujetos. Aunque ejerza una crítica contundente hacia la hegemonía de occidente y quienes producen teoría a partir de allí, la autora tampoco es partidaria de volver sobre las raíces tradicionales como una forma alternativa de explicación. Lo que sugiere su postulado es la necesidad de descentrar los sujetos, desnaturalizando las ideologías que configuran sus narrativas. Para aquel propósito se verá marcada por la influencia de Jacques Derrida, Michael Foucault, Félix Guattari y Gilles Deleuze, aunque siempre manteniendo una posición crítica y reflexiva hacia el contexto de producción de los mismos. Aunque, dado el contexto, suele ser incluida en la corriente teórica de los estudios subalternos, Spivak presenta fuertes críticas a los procedimientos metodológicos y conceptuales de este grupo.

El artículo a discutir fue emitido en 1985 y su principal objetivo es problematizar los diferentes mecanismos mediante los cuales los sujetos del tercer mundo, son representados en el discurso hegemónico de occidente. A partir de esta premisa explorará si el subalterno, aquel sujeto desprovisto de narrativas para contar su propia historia, puede hablar, pero sobre todo si puede ser escuchado. Para analizarlo establece dos temáticas de abordaje, y dedicará dos acápites del texto a cada uno de ellos. En el primer eje problematiza cómo la producción intelectual es cómplice de los intereses económicos internacionales occidentales. En el segundo eje, analiza de forma alternativa los discursos occidentales en relación a la posición de la mujer (subalterna).

Cómo punto de partida para discutir el primer eje, Spivak señala las principales contribuciones de la teoría posestructuralista francesa a partir de un diálogo entre Foucault y Deleuze, destacando a partir de allí que: las redes de poder son heterogéneas, y por tanto es necesario una crítica de la forma en que esa perspectiva se reduce; y que el papel de los intelectuales debe propiciar el conocimiento y visibilización del Otro de la sociedad. No obstante la autora señala que estas propuestas son limitadas a la hora de pensar la ideología y sus implicaciones en la historia, pues por un lado amerita hablar más allá de lo concreto y por el otro, el hecho de concebir la ideología como falsa conciencia, impide analizar otras esferas de poder, afirmación sustentada en Althusser. Siguiendo esa vía explora cómo la noción de clase propuesta por Marx, y discutida por otros autores, involucra el uso de un concepto sociológico para reducir la explicación de dinámicas relacionadas con el capital y la ideología, y su forma de entendimiento en los sujetos. Así, esas propuestas posestructurales, si bien le ayudan a comprender las posibilidades del discurso, los elementos de poder insertos en él y el descentramiento de los sujetos, no contribuyen a la creación de una ideología contra-hegemónica y por el contrario algunos llegan a propiciar un empirismo positivista. De esta forma, señala Spivak, aquellos intelectuales no son críticos frente a su rol histórico a la hora de producir conocimiento. Para ello se debe reflexionar sobre la forma en que los sujetos subalternos son representados en un doble sentido: como hablar en favor de algo/alguien o como re-presentación (Spivak, 2003: 308), pues la labor intelectual no se reduce a la descripción de la vida social, sino a la forma en que se construye conocimiento sobre ésta.

Como la construcción intelectual del Otro no puede ser entendida como una sombra de quien enuncia, la autora se pregunta cómo dicho ejercicio puede ser posible sin que sea comprendido como una narrativa más de occidente y termine por reproducir un sentido hegemónico. Para evitar esto como una pretensión de reconocer al subyugado o de intentar narrar la verdad auténtica de las cosas - esa no es la idea, afirma que el intelectual debe “ofrecer una relación de cómo una explicación y una narrativa de la realidad fueron establecidas como las normativas” (Spivak, 2003: 317). Para ejemplificar ese postulado, se remite a la codificación de ley hindú explicando su constitución como una violencia epistémica por la forma en que ha sido entendida, en tanto no se hace comprensible en los cánones de las estructuras legales.

Habiendo discutido sobre la división internacional del trabajo, el capital socializado y las violencias epistémicas, la autora se pregunta si es posible que en estas condiciones pueda hablar el subalterno, develando la dimensión de su cuestionamiento. A dicha complejidad le suma un factor que teje el objetivo de este primer eje de análisis: la voz del subalterno se ve confrontada al grupo de intelectuales que hablan de él. Y es aquí donde es llamativo el ejercicio de la crítica hacia los estudios subalternos, los cuales buscan repensar la historiografía colonialista de India, con una fuerte influencia de Foucault. Spivak afirma que el problema de dicho proyecto epistemológico, es lo que su colega Ranajit Guha denomina “El permiso para narrar”, es decir la forma en que la historiografía es denominada y establecida por élites, ya sean de corte internacional (colonialistas) o nacional (nacionalistas). A partir de allí concluye que el subalterno, aquel que se ubica en la última jerarquía y cuya identidad es el que hace la diferencia, no puede hablar porque siempre está mediado por colectivos que lo representan, ceñidos a su vez a intereses de grupos de poder, ubicados en la parte más alta de la jerarquía[1]. Nos advierte, sin embargo, que la salida de esta complejidad no es demonizar la representación en el análisis, sino reconocer que esta resulta problemática porque “el itinerario del sujeto no ha sido trazado como para ofrecer un objeto de seducción al intelectual representante” (Spivak, 2003: 324). En esa medida es relevante el descentramiento del sujeto, producto de intereses económicos internacionales occidentales, con el fin de configurar el entendimiento de su conciencia como tal, pues Spivak nos recuerda que no es solo comprenderla como conocimiento, sino como herramienta de producción ideológica.

En el segundo eje de análisis, la autora hace énfasis en la posición de la mujer en toda su discusión previa, afirmando que si se tiene en cuenta la condición de género, raza y clase, la mujer tiende a comprenderse como una subalterna múltiple, y es mucho menos factible que su voz se enuncie. Para desarrollar esa idea teóricamente, explica que el énfasis en su propio contexto de enunciación no obedece a una nostalgia por los orígenes, y expone algunas ideas de Derrida como discusiones de orientación para quienes no son del primer mundo: en la tendencia del sujeto Europeo/occidental a constituir el Otro bajo una posición inferior, resulta útil pensarse esos mecanismos de constitución.

A partir de esta reflexión sugerida explicará la relación discursiva de occidente con la mujer India, bajo la figura ritual del sacrificio de viudas o el Sati[2], manifestando las limitaciones categóricas, gramaticales e históricas de la ley hindú, como reflejo de contenidos normativos occidentales. En este eje es mucho más evidente la imposición de categorías para explicar el mundo, y la forma en que se restringe lo que quede fuera de ellas, no sólo por la omisión sino por el acto político que significa nombrar cosas, lo que a su vez implica negar la existencia de otras, como es el caso de las narrativas empleadas para entender el Sati, más allá de las explicaciones falocéntricas y jurídicas. La discusión es orientada también hacia la forma de intervención que propicia el conocimiento y aplicación de márgenes occidentales, desde ciertos desfases contextuales, pues al prohibir el rito se sugiere una misión civilizadora a partir de la protección de la mujer. Así esa prohibición señala lo que Spivak describe como “hombres blancos salvando mujeres cafés de hombres cafés” , repitiendo el sentido hegemónico desde la epistemología, dado que no ha sido posible una interpretación alternativa del rito, que por demás desplace la estructura de dominación que lo constituye como principio explicativo.

Como conclusión de ambos ejes abordados, y haciendo énfasis en la condición femenina, da respuesta a su pregunta inicial y nos afirma que el subalterno no puede hablar, ni ser escuchado o leído. Esto pasa, como lo he señalado, por las dificultades de las estructuras de conocimiento que operan en la producción de epistemología, propuestas de forma etnocéntrica desde occidente. Estas prácticas se sustentan a su vez, en dinámicas capitalistas que configuran los intereses intelectuales a discutir.

El aporte teórico de Spivak, aquí expuesto nos es útil al propósito discutido hasta ahora en la clase, relacionada con la forma en que se construye historia y el papel de los científicos en ese proceso, razón por la cual nos interpela directamente. En un primer momento rescato de esta obra, la importancia de la ideología para la comprensión de la ubicación como sujetos históricos, un problema que va más allá de las traducciones e interpretaciones. Me parece interesante la necesidad de darle el peso político a este concepto más como deseo/interés, que como velo del poder; sin embargo al afirmar que ese entendimiento de la ideología, nos evita un empirismo positivista, considero ubica su pensamiento en el polo opuesto. Es necesario reconocer como venía observando M. Trouillot, que esas herramientas de dominación no se quedan en el plano abstracto de las ideas, sino que se objetivan en la realidad social, cuestionando la forma en que son interpeladas y las narrativas que las han hecho constitutivas. Por otra parte creo que ambos autores, se encuentran teóricamente al afirmar que el poder es constitutivo de las narrativas ya que dichas narrativas de poder están mediando en la construcción de conocimiento, como es el ejemplo concreto de la representación del Sati en Spivak y la interpretación de San Sousi en Trouillot. Bajo esa idea nos es útil pensar en los silencios y las huellas en la historia, como una forma inevitable al contarla. Mientras Spivak nos convoca a pensar en los actos de nominación, y las violencias epistémicas cometidas en la enunciación (y apropiación) de categorías hegemónicas, Trouillot, señala la necesidad de evaluar todo el proceso de producción alrededor de una realidad social para no reproducir los elementos de poder que la difundieron en su momento. Convergen entonces al reconocer que mientras algo es enunciado, otra cosa es silenciada, advirtiendo que no están enfocados en el levantamiento de una versión “auténtica” de la historia, sino en reiterar que no es sólo una, y que por tanto estas son de carácter heterogéneo, así como sus narrativas. En esta vía, me llama particularmente la atención que Spivak discute sobre la forma en que los silencios muchas veces no son intencionales, sino que no se puede pensar sobre lo que no se ha dicho, y en tanto hay elementos que no se han hecho pensables la dificultad de reflexión asciende, por tanto acude a la necesidad de descentramiento, pues reitera que no es que haya realidades inexplicables sino que son reducidas al entenderlas bajo categorías binarias. En ese intento es que la epistemología occidental presenta limitaciones pues mantener la coherencia tiende al silenciamiento, más si obedece los lineamientos que orientan la agenda de intereses investigativos, al servicio del primer mundo.

Por otra parte, ya considerando el abordaje metodológico me pregunto ¿De qué forma Spivak le da voz al subalterno? ¿Cómo entender su crítica sin creer que cae en postulados que ella misma refuta? Aquí son útiles las discusiones de la historiadora Cecilia Méndez, quien a partir de un rastreo sobre la formación de los estudios subalternos, cuestiona en esencia la labor de sus miembros y la forma de proceder en la construcción de un conocimiento de ese carácter. Méndez afirma que como subalternos, es necesario que asuman su lugar y no sólo obliguen la reflexión de quienes escriben desde occidente, también ellos deben problematizar su contexto de enunciación, pero no sólo desde su reconocimiento sino desde la coherencia con lo propuesto. Con lo anterior quiero decir, sustentada en Méndez, que los estudios subalternos no deben limitar su aporte a las construcciones epistemológicas que hacen posible pensar ciertas realidades, lo cual es plausible, sino a los contextos de usos a los cuales se desplazan, o no, esas construcciones. Importa también que como intelectuales, estén en capacidad de hablar del subalterno, pero también de hacerle accesible lo que se dice de él. Una crítica muy asidua respecto al tema, es que los mecanismos utilizados para la difusión de estos temas, es decir un lenguaje académico, de terminología sencilla y con carácter poco propositivo, impide la aprehensión por parte de los subalternos y termina limitándose a un carácter mediador y de representación que Spivak tanto refuta. Méndez, cuestiona por ejemplo las limitaciones de escribir en inglés para la consecución de un proyecto político/epistemológico que configure los sujetos a partir de narrativas propias. Si bien esto resulta lógico para lo que los estudios subalternos se proponen, en defensa sugiero el pensamiento de Dussel quien afirma que muchas veces el dominado debe pasar por el lenguaje del dominante para negociar sentidos, para sentirse escuchado. Ahora bien, lo que sí es problemático es que la producción académica sólo se dé en ese plano, y se encierre en tecnicismos intelectuales que dificulten la tarea de la comprensión alternativa para los distintos grupos de recepción.

Notas a pie de página
[1] Sustentada en postulados de Guha, la autora señala una categorización de la jerarquía social en India para explicar la idea de pueblo: “1. los Grupos dominantes extranjeros; 2. Grupos dominantes indígenas en toda la India; 3. Grupos dominantes indígenas regionales y locales. 4. Los términos “pueblo” y “clases subalternas” han sido usados como sinónimos a lo largo de este trabajo. Los grupos sociales y elementos incluidos en esta categoría representan la diferencia demográfica entre la totalidad de la población india y todos aquellos a quienes hemos descrito como la “elite”.” (Spivak, 2003: 323).

[2] Spivak describe el Sati como un ritual hindú en que la muerte de un hombre, obligaba moralmente la inmolación de su esposa frente a la tumba de él. Lo que se pone en discusión son las implicaciones de sentido, y prácticas, que se manifestaron detrás de este rito, luego de que fuese prohibido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No había entendido el texto de Gayatri pero con tu reflexión se me facilitó mucho más, gracias !

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