Por Richard Benavidez. En colaboración con Trans-pasando fronteras. |
Antes que todo, he de aclarar que el enfoque a desarrollar aquí no busca analizar en particular los elementos constituyentes del diálogo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC sino, más bien, brindar pista para nuevas formas de racionalizar el conflicto que usualmente ha sido pensado, con un pie, desde una dimensión geográfica, y el otro, anclada a la perspectiva de una disciplina en particular que por lo general tiende a ser un tanto excluyente frente a las propuestas de las otras disciplinas.
Para nadie es ajeno que durante la segunda mitad del gobierno de Santos ha habido un nuevo gabinete y se ha puesto en marcha un proceso de paz desde la Agenda Ejecutiva, la cual busca mediar el conflicto o, al menos, sentar unas buenas bases para encontrar la paz. Por tal motivo, dentro de este proceso se han tocado varios puntos fundamentales los cuales son: (1) desarrollo rural y acceso a la tierra; (2) las garantías del ejercicio de oposición política y la participación ciudadana; (3) el fin del conflicto armado y la reinserción de los guerrilleros en la sociedad; (4) la búsqueda de una solución al problema del narcotráfico y, finalmente, (5) los derechos de las víctimas. Claramente se distingue que son puntos con un alto nivel de complejidad de los cuales no se vislumbra una solución a corto plazo. Es un camino que se irá tejiendo con cuidado y con hilos muy fuertes.
Uno de los hilos fuertes que debe tejer este gobierno es desarrollar la capacidad institucional para conocer las dinámicas del conflicto en distintas zonas del país. Este es un punto bien importante pues se ha acostumbrado a rastrear el problema del conflicto desde el estudio de la historia bélica y militar de los distintos actores armados dejando de lado el hecho de que éstos actúan acorde a lógicas muy distintas. A partir de todo lo anteriormente dicho, se tratará de analizar el problema del conflicto en Colombia desde la base y no desde un plano general.
En mayor o menor grado, todos sabemos que las FARCs no son el único actor inmerso en el conflicto armado colombiano y aunque podamos considerar cierto debilitamiento en ellos, el conflicto se ha ido alimentando de la emergencia de nuevos accionares delincuenciales, representado, entre otras, en las denominadas “BACRIM”. Tal y como lo refleja un estudio presentado por la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá desde el Centro de Seguridad y Democracia (centro que se dedica a registrar información de los accionares violentos nacionales diarios), para el primer semestre presidencial de este año, en términos de violencia, se ha aumentado en un 25% los secuestros respecto al año anterior. Además, asegura el director del Centro de Investigación Fredo Rangel en una entrevista a NTN-24, que de este porcentaje, el 8% lo representan las FARC; igualmente han aumentado los retenes de presencia guerrillera en las zonas rurales que si bien habían estado controladas por las Fuerzas Armadas el año anterior, ahora se registra alrededor de 50 municipios que están siendo nuevamente copados por guerrilleros; además se incrementaron los atentados a centros petroleros en un 94%. Y, finalmente, se rescata el aumento de ataques violentos, de los 264 registrados por la investigación, el 89% son de las FARC. Por tanto, sentarse a negociar un proceso de paz en medio de un conflicto de esta envergadura, es un error aseguró Rangel. Esto debido a que en las zonas rurales hay un deterioro de la percepción de la seguridad. De este modo, el gobierno debe exigir el cese de hostilidades unilateral y no uno bilateral como proponen las FARC.
No obstante ¿es factible pensar que éste primer paso de acercamiento entre Gobierno y las FARC tendrá un proceso de negociación racional? Discutiblemente el proceso no es claro y se caracteriza por ser de muy largo alcance, y sin mayores resultados, más que los mediáticos. El Estado con un Marco Jurídico para la Paz, no ofrece las garantías legales para iniciar la negociación a las victimas del conflicto. Éste ha sido muy criticado por el Director de la Human Right Wach, José Miguel Vivaldo, quien estable que el Marco Jurídico abre un paso para la impunidad y a la no justicia para las victimas. Esto con un argumento base, y es que el marco realiza a los jefes guerrilleros cabecillas una especie de juico simbólico, pero no efectivo como sería una condena en prisión. Aspecto que puede traer problemas a Colombia ante la Corte Penal Internacional por concepto de amnistía condicional.
Asimismo, existen varios aspectos dentro de este proceso que deben ser tenidos en consideración. Y he aquí me preocupación ya que la propuesta se en ruta hacia una sola forma de mediar en el conflicto. Desde mi formación como politólogo y con el ideal trans-disciplinar, creo que existe una gran ansiedad para pensarse una solución a este conflicto que nos acecha ya con más de 50 años. Todas las áreas científicas son esenciales para generar una forma de racionalizar un proceso de diálogo de paz. Y este propósito es pensado bajo el reconocimiento que la sociedad Colombiana no es homogénea y la racionalidad del actuar de los actores es diferente en cada espacio geográfico.
Este proceso solo ha demostrado entablar un dialogo externo con actores armados que dominan ciertos territorios rurales en Colombia, dejando por fuera otros fenómenos sociales. Estos fenómenos sociales son entendidos como dinámicas violentas que se desarrollan en determinado territorio con miras a facilitar o proporcionar beneficio a cierto interés, con un motor como lo es el narcotráfico. Es decir, el gobierno tiene una mirada general en todo el territorio nacional para resolver el conflicto armado. Y esto se ha desarrollado sin la lógica de pensar que en distintos espacios geográficos la dinámica del conflicto cumple con cierta racionalidad diferente. Por ende, una puesta efectiva y eficaz de contra restar el conflicto será institucionalizando en zonas plenamente identificadas donde el conflicto armado es latente. Y no es solamente realizando trabajos de pie de fuerza, sino proponiendo nuevas dinámicas laborales, educativas, sociales entre otras.
Mi ambición es grande, pero creo en una nueva generación dentro del campo social que quiere una nueva visión de país, que se preocupa por un futuro y que quiere trascender en nuevos pensamientos. Y para esto se necesita de cierta dinámica tanto académica como estatal; desde las distintas ramas de las ciencias humanas para analizar una salida negociada al conflicto. Por ejemplo: desde el área de la antropología un estudio etnográfico del conflicto ayudaría a identificar zonas vulnerables; desde la sociología: los procesos de reinserción a la sociedad; desde el derecho: brindar las garantías y transparencias al proceso; desde la economía como vincular a los desmovilizados al mercado; desde la ciencia política fortalecer las instituciones para que el proceso de paz tenga diálogos que favorezcan la gobernabilidad con miras a construir una nación de nivel. En definitiva, y con una visón realista se está fortaleciendo un de los hilos principales dentro del conflicto; y es el acercamiento a presentar posturas y soluciones a un conflicto desconfigurado. Pero queda faltando un detalle, y es un llamado a las distintas ciencias a presentar un análisis sobre el conflicto armado colombiano, lo cual brindaría nuevas perspectivas para afrontar el proceso de paz.
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