Análisis de los artículos: “El país que despertó” de Daniel Coronell e “¿Y ahora qué?” de Alfredo Rangel.
Los puntos de partida de los dos comentaristas son muy distintos. Empezando desde la noción de democracia que cada uno defiende. Alfredo Rangel apela al término «pueblo»[1] de la palabra democracia. Él defiende el principio “Estado de opinión” añadido a la jerga política colombiana por el presidente Álvaro Uribe. Para Rangel, es el pueblo, como constituyente primario, el que debe tomar las decisiones en relación a la constitución.
No estoy en desacuerdo con este principio, pues, aunque la «Constitución del 91» surgió de una iniciativa del pueblo[2] en busca de más participación en la toma de decisiones vinculantes colombianas, aquella Constitución, consolidó principios que garantizarían la distribución equitativa y el control efectivo y mutuo de los poderes políticos.
Los principios de «peso y contrapeso» y el «principio de legitimidad», son los legados de aquella Asamblea Constitucional. Sin los cuales la democracia colombiana no sería nada más que una simple formalidad, un valor agregado aceptado por la comunidad internacional.
Daniel Coronell hace énfasis en este punto. Y sin negar la importancia de la participación popular, no deja de lado las leyes y principios básicos democráticos que fortalecen este tipo de régimen. Aristóteles, hace ya más de 20 siglos, afirmó que unas de las formas como una democracia se transforma[3], es exactamente la que la Corte Constitucional evitó. Una democracia “donde los cargos se otorgan por elección […] y los elige el pueblo, […] llegan al extremo de decir que el pueblo es señor incluso de las leyes” (Aristóteles, 1993:197).
Mi opinión tiende a apoyar al artículo publicado por Coronell, pues en una democracia, por muy participativa que sea, se tiene que salvaguardar el marco de acción amparado por la constitución y leyes. Sin este marco, no tendríamos democracia, tendríamos un país subordinado a una persona que hace y deshace a su gusto, tendríamos como poco un régimen autoritario.
[1] Del Griego δῆμοσ (dēmos).
[2] Fue un movimiento estudiantil, denominado «séptima papeleta», el que propuso incluir un séptimo voto que solicitaría la reforma constitucional por medio de una «Asamblea Constitucional».
[3] Aristóteles no especifica la dirección de la transformación de la democracia. Lo que sí dice es que los regímenes, en este caso la democracia, se transforman, proporcionalmente, en la medida en que las nociones de justicia e igualdad están distribuidas entre los hombres. En la democracia, “los hombres al ser iguales en cualquier cosas, se creen absolutamente iguales, pues, porque todos son igualmente libres se consideran absolutamente iguales” (1993, p. 185).
Bibliografía
ARDILA MUÑOS, Doris (s.f.). Participación de la sociedad civil en la construcción de la paz en Colombia en el marco del proceso electoral. Centro de investigación para la paz. Fuente: http://www.escolapau.org/img/programas/colombia/articulos/articulo013.pdf
ARISTÓTELES (1993). La política. [Colección grandes obras del pensamiento] Barcelona: Ediciones Altaya, S.A.
CORONELL, Daniel (2010). “El país que despertó”, en la revista Semana, sábado 27 de febrero. Fuente: http://www.semana.com/noticias-opinion/pais-desperto/135580.aspx
RANGEL, Alfredo (2010). “¿Y ahora qué?”, en la revista Semana, sábado 27 de febrero. Fuente: http://www.semana.com/noticias-opinion/ahora/135581.aspx
2 comentarios:
En principio, tal cual como se plantea la contraposición de esos dos puntos de vista, yo estaría de acuerdo con vos 100%. Sin embargo, creo que ese debate, coincidencialmente con el fenómeno de gobierno de Alvaro Uribe, ha cobrado un nivel de complejidad más alto, en la medida de que tal "Estado de opinión" se ha escondido y confundido detrás de las instituciones, pues la reelección del presidente en medio de la estructura del sistema de elección de cargos públicos principales (magistrados de la Corte Constitucional, Congresistas, Procurador General de la Nación, Fiscal General de la Nación, etc.) implicó un desbarajuste en ese sistema de pesos y contrapesos que, siendo respetuoso del marco constitucional mencionado por Coronel, consolidó una hegemonía a favor del gobierno que le costó bastante al país en términos de corrupción y violación de Derechos Humanos. Es por eso que el manejo de las mayorías también puede servir para llevar a cabo un Estado autoritario y a la vez muy respetuoso de la Constitución, obviamente con el apéndice de una reelección presidencial.
La reelección presidencial, sin duda es una figura controversial, que en parte se justifica para permitirle a un gobierno con gran respaldo popular, culminar su obra. Más en el contexto colombiano esta figura (jurídico-política) tiene trascendentales implicaciones. Para mí, la más nociva de todas es la concentración excesiva de poder en cabeza del presidente, pues dado nuestro tipo de régimen (presidencial) el primer mandatario funge como jefe de Estado y gobierno, por otro lado conforme a la constitución nacional, él tiene poderes de nominación tales como: enviar ternas al senado para que junto a la terna del consejo de estado y de la corte suprema de justicia, este elija a magistrados de la corte constitucional, envía terna a la cámara de representantes para que de esta la cámara elija al defensor del pueblo, envía terna a la corte suprema para que esta elija al fiscal general de la nación, envía candidato al senado, para que este junto al candidato enviado por la corte suprema de justicia y del consejo de estado elija al procurador, es así como el presidente de la república además de manejar el poder ejecutivo, tiene gran incidencia en la elección de otros funcionarios del Estado, si tenemos en cuenta que la coalición Uribista en el congreso de la república llegaba aproximadamente al 65% de los legisladores, cada que estos debían elegir… ¿al candidato de quien van a apoyar?
La concentración del poder en la Presidencia de la República es antidemocrática. Ese es otro paso clave en el proceso de desarrollo de la democracia en el país, reducirle las atribuciones al jefe de Estado, redistribuir poder, modificar ese sistema de competencias que convirtió al jefe del Estado en un monarca. (Luis Carlos Galán)
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