NO, a mí no se no me olvida bojayá, el nogal, las tomas guerrilleras, los collares, cilindros y correos humano-bomba, las minas antipersonales, los asesinatos, el reclutamiento de niñxs, las violaciones, los abortos forzados, el narcotráfico, los secuestrados, la privación de la libertad entre jaulas y cadenas, el daño ambiental, la minería ilegal, el desplazamiento, la perdida de nuestros soldados… Y mucho menos olvido mi propia historia, mi niñez asustada, el sonido de un disparo, el secuestro de mi abuelo, su posterior enfermedad que lo dejo en cama hasta el final de su vida, las “vacunas” que ha pagado mi papá y familiares por años para trabajar “tranquilos”, los secuestros y asesinatos de amigos y vecinos, la finca, nuestra casa de la que una vez salimos y por años no se nos permitió volver, el atentado a mi papá con balas y puñal, los “retenes del ejercito del pueblo” en la vía Cauca-Huila, inevitables cada temporada de vacaciones para ver a mi papá, los camiones de café incautados, robados y quemados, la quiebra, la toma de Quilichao y los bombazos que hacían retumbar mi ventana… esos y otros sucesos similares o peores que nos pasaron, a mi, a usted, a un conocido u otro colombiano y por los que lloró mi tierra, mi pueblo, las familias colombianas, mi familia, yo…
NO, a mí no se olvida y alguna vez segada en rabia clame venganza, aún me da irá cada atentado y el cinismo de los actores del conflicto, los errores del gobierno actual y los pasados y podría ponerme en el lugar de aquellos que hoy están en contra y entender sus motivos, renegar del acuerdo, gritar venganza y firmar por el NO…
Y sin embargo, NO puedo, no he perdido la sensibilidad, la empatía y el sueño del cambio. NO puedo acostumbrarme a la guerra como parte de mi vida y en el camino aprendí que “la violencia debe ser siempre el último recurso”. NO puedo, porque yo creo en la vida y respeto profundamente a las víctimas reales; los campesinos, los habitantes de las zonas en conflicto, las familias de militares y otros grupos armados, los niñxs hijxs de la guerra, los que empuñan verdaderamente las armas a diario. NO puedo porque soy mamá, y en mis manos está el ejemplo de amor y perdón que tanto merece mi hijo, el mismo ejemplo que me han dado mis papás.
Hoy, quiero creer que la paz es posible y prefiero creer porque representa mi anhelo por un futuro con capítulos que no hable de balas, odios y muerte. Creo en la necesidad del perdón y la reconciliación, en el cambio del discurso y de aptitud/actitud como acción y confío en los escenarios de reflexión, pedagogía e intervención como lugar común para la construcción de futuro, reintegrarse a la vida después del caos, transformar, curar el alma y hacernos más humanos.
Este no es el final de nuestros problemas, tan sólo es un inicio, una invitación a que hagamos posible la paz y sembremos flores en vez de odio y mierda… ¡Salud! - "...Creo en un país en paz, creo en la salvación, creo en la democracia y eso es un norte demasiado largo" #ElÚltimoDíaDeLaGuerra
jueves, 23 de junio de 2016
No, a mí no se no me olvida...
Por Johanna Trochez.
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