El ex presidente y ahora senador Álvaro Uribe ha llamado a la “resistencia civil”, con el objetivo de rechazar los Acuerdos de Paz entre las FARC-EP y el Gobierno; situación que ha derivado en una controversia entre varios sectores políticos.
Entre los que pegaron el grito en el cielo encontramos a Clara López, Navarro, Cristo, Roy Barreras, Cepeda, Aida Avella, mejor dicho, el circo completo (falta Petro). Sin embargo, las afirmaciones que captaron mi atención fueron las de nuestro respetable Presidente del Senado.
Según Velasco, "la resistencia civil se desarrolla a través de una desobediencia civil: no reconocer al Estado, no reconocer las normas", añadiendo que es un error convocar a la resistencia civil “yo quisiera ver más esa fuerza, esa entereza, esa fortaleza de ese líder no llamando a la resistencia civil, sino haciéndole control desde la institucionalidad al cumplimiento de los acuerdos, a que se respeten, a que no haya impunidad, a que los acuerdos privilegien a las víctimas. Me parece -en este caso- que se ha equivocado el Presidente del Centro Democrático”. La verdad creo que es importante aclararle algunos puntos al señor.
En primer lugar, el concepto de “resistencia civil” alude a una forma de acción política, la cual consiste en una ejecución de estrategias que no conllevan VIOLENCIA contra el adversario, se trata entonces de persuadir a la opinión pública para que de forma voluntaria decida o no, seguir depositando su obediencia y apoyo al Estado. En segundo lugar, hablar de “no reconocer al Estado y las normas” es negar que la resistencia civil sea una opción legítima y viable, además ¿Cuáles normas?, acaso el lema “nada está acordado, hasta que todo este acordado", ¿es falso?
En tercer lugar, si bien es cierto que Colombia es un país caracterizado por violencias que ponen en peligro una verdadera construcción de paz, lo que aquí se está promulgando es una concepción del poder distinta, sin armas, como la defendía Mao Tse-tung, no como lo ha hecho las FARC-EP, el ELN, entre otras, a lo largo de la historia, es decir, militarmente.
Por último, no se dejen lavar tanto la cabeza que el hecho de acogerse a una posible “resistencia civil” claro está, para quienes no están de acuerdo con las negociaciones en la Habana, no los hace ni guerreristas y mucho menos Uribistas, se trata de una movilización política y social en la defensa de sus opiniones; o ¿ahora todos tenemos que ser Santistas y quedarnos callados? Por qué no tachan entonces de “agitadores” o "violentos" a las comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinos, comunidades eclesiásticas quienes han utilizado este mecanismo como método de oposición ante las autoridades estatales a lo largo de la historia en Colombia, tal y como lo han hecho desde 1971 con la experiencia del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC).
Si vamos a hablar de paz, empecemos entonces por descubrir sus espacios propios, ahí donde se materializan las experiencias de resistencia civil, vitales para el fortalecimiento de nuestra democracia.
* Publicado en el 13 de mayo de 2016 en ReEditor (ver)
jueves, 12 de mayo de 2016
Resistencia civil, ¿negación del Estado y sus normas?
Por Alejandra Galindo Ceballos.*
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