El pasado 9 de marzo tuvieron lugar las elecciones legislativas en Colombia. Por varias razones, estas fueron posiblemente de las más controvertidas que ha habido en la historia del país. Entre ellas, porque tenemos que a nuestro ex presidente Álvaro Uribe Vélez, que por cierto modificó la constitución para que se extendiera el periodo presidencial mediante la reelección, le dio por volver a ingresar a la escena política, ahora aspirando a una curul en el congreso de la república y con un partido que poco a poco se ha ido fortaleciendo, y en las encuestas mostraba una intención de voto del 23% (ver). Por otro lado, los diálogos de paz que avanzan en La Habana tienen claros contradictores, y estos están a la espera del resultado para ingresar por la puerta grande al capitolio nacional. Si esto se da, el proceso se vería afectado y posiblemente serian otros 50 años de guerra armada; además, a esto se le suma el abstencionismo electoral que hace a Colombia uno de los países de Latinoamérica con menos porcentaje poblacional que asiste a las urnas, un grave problema sumado a la corrupción que agobia desde hace años al país y el fraude electoral que frenéticamente se adueña de todas las regiones, por otro lado, gran parte de los candidatos al congreso vienen de familias elitistas, o en otras palabras, han estado presentes anteriormente en el poder y sus familias no tienen la mejor reputación posible, hay una gran lista que es apreciable por todos nosotros gracias a los famosos apellidos que la conforman; por último pretendo en este ensayo analizar como quedaron repartidas las curules, y a quien afecta este panorama.
En primer lugar, sería interesante observar la situación política del ya electo senador Álvaro Uribe Vélez; para contextualizarnos debemos comprender ante todo que en un pasado este fue nuestro presidente, el primero en ser reelegido y por ende quien más ha permanecido en el poder continuamente, pero al parecer a nuestro ex presidente no le basto con vivir durante 8 años en el palacio de Nariño, y después de expresar su inconformidad con la forma de gobernar de Juan Manuel Santos, quien por cierto fue apoyado por el mismo para llegar al poder, se apartó del partido que antes había creado (Partido de la U) y conformo el que ahora recibe el nombre de Centro Democrático, como presidente, Uribe Vélez luchó arduamente contra las FARC, pero precisamente combatió el fuego con más fuego, y por lo tanto era de esperarse que, así como lo ha hecho, fuera la oposición más visible del proceso de paz, ahora, trasladando toda esta historia a las elecciones pasadas, podemos darnos cuenta que claramente su regreso a la política fue magistral, 19 curules en la cámara alta no es nada despreciable para un partido incipiente, su popularidad evidentemente le brindo una gran cantidad de votos y ahora Centro Democrático es líder, después del partido de la U, de la mayoría en el congreso, pero esto solo nominalmente, ya que como es bien sabido, la “Unidad Nacional” así como es llamada esa coalición de partidos que están a favor del presidente Santos, comprende los partidos liberal, cambio radical, de la U, y parte de los conservadores, conforman la verdadera mayoría en el congreso, sumando a esto los partidos de izquierda que efectivamente apoyaran los procesos de paz, que son la más dura crítica del Uribismo, parece entonces que la gobernabilidad del presidente está más que asegurada, pero sin perder de vista que efectivamente habrán cambios impulsados por los opositores, las condiciones de la negociación no podrán continuar tal cual iban, pero esto no debe implicar que se den por terminados, y mucho menos si el partido conservador se rinde a la coalición Uribista; de esta manera hemos analizado de manera muy somera y breve la condición actual del ex presidente, y la relación que guardaron estas elecciones con los diálogos de paz, que según el presidente deberían terminar antes de que finalice el año en curso.
Otra perspectiva interesante para su análisis, es sin duda el abstencionismo electoral que desde hace años ha afectado a Colombia, pero nadie parece darse cuenta, las elecciones del pasado 9 de Marzo no fueron la excepción, el 57% (ver) de la población apta para asistir a los comicios sencillamente no apareció, y le dejaron a menos de la mitad de los ciudadanos la responsabilidad de elegir a los gobernantes, este es un grave problema, ¿Qué tan legítimo es un gobierno donde más del 50% ni siquiera se preocupan por aparecer? ¿Cuánta confianza se tiene en las instituciones públicas si ni siquiera se hace el esfuerzo por elegir bien? Definitivamente es cuestionable el resultado, aunque para algunos fue una “victoria de la coalición de la paz” (Santos, J. 2014), esta victoria puede ser fácilmente cuestionada, y no precisamente por los votantes, sino por la cantidad exuberante de ciudadanos que no mostraron su posición, ¿será que el hecho de que el voto no sea obligatorio, ni hayan sanciones para quien se abstenga de hacerlo está afectando seriamente el sistema? Al parecer sí, la balanza se ha inclinado siempre hacia el mismo lugar, cuanto menos personas asistan, es mucho más controlable la votación, y lo más cruel, es que quienes lo hacen, no van por convicción, sino por cumplirle a alguien, que con dinero ha maleado su convicción, el clientelismo aborda la nave de la democracia, y le ha servido a sus defensores para mantenerse en el poder y transferirlo mágicamente de generación en generación; el fraude electoral ya es tan común como nuestro himno, los mismos ciudadanos han aprendido a convivir con él, y ya hace parte de la cotidianeidad de los colombianos, los políticos engañan con eufemismos a los pueblos, que poco a poco se sumen en el más mísero de todos los males: la ignorancia, esa misma ignorancia que les hace escoger mal, escoger por obligación, o lo que es peor, pensar que no votando castigan a los dirigentes que en un pasado han dañado sus vidas.
En fin, vuelven a sonar los mismos apellidos que antes han empantanado nuestro órgano legislativo, es supremamente asombroso como se han logrado librar de la justicia, y el pasado 9 de marzo obtuvieron una votación considerable, a detrimento de los valores que deberían regir a nuestro congreso, Musa Besaile Fayad, Yamina del Carmen Pestana Rojas, José Alfredo Gnecco, Roosvelt Rodríguez y Dayra Galvis, solo para mencionar algunos nombres, muchos de ellos han estado comprometidos con parapolítica, otros son herederos de familias que para no llamarlos fraudulentos, se les acuña el distintivo de “defraudadores del erario”, como lo dice Samper:
“Numerosos congresistas nuevos se posesionarán el 20 de julio avalados por jugosas (y dudosas) votaciones. Algunos son hijos de un reo, hermanos de un personaje con orden de captura o parientes de ‘parapolíticos’, de contratantes de ‘carruseles’ o de funcionarios corruptos. Tendrá curul, incluso, un debutante cuyos progenitores –ambos– están inhabilitados para hacer política por supuestos nexos con ‘paracos’ y contratos indebidos”.
La tradición se mantiene, y esto no es un secreto para nadie; la perpetuación de las familias en el poder ya es un hecho, al parecer muy difícil de frenar.
Por último, es importante analizar como quedo conformado nuestro órgano legislativo, y apenas bastara una mirada a las cifras para comprender la situación, en lo referente a las 102 curules que se disputaban en el Senado, 21 fueron asentadas en el partido de la U, siendo este el líder reñido de las pasadas elecciones, el segundo lugar lo ocupan simultáneamente la oposición Centro Democrático, y los conservadores, con 19 curules cada uno, el partido liberal se muestra en el tercer puesto con 17 curules, ampliamente lejos de Cambio Radical, que obtuvo 9, los partidos Verde, Opción Ciudadana y Polo Democrático obtuvieron 5 curules cada uno y el partido Mira, después de los escándalos que lo rodearon termino sin su lugar en el Senado; tal como se había dicho antes, la coalición nacional es la evidente ganadora, tal como están las cosas, al menos en el Senado el presidente Juan Manuel Santos tiene muchas cartas a su favor, y si las sabe aprovechar seguramente su gobernabilidad estará plenamente garantizada. En cuanto a la cámara de representantes, aquí fue más arrolladora la diferencia, 39 curules para el partido liberal, 37 para el de la U, 27 para los conservadores, 16 para Cambio Radical, 12 para Centro Democrático, 6 para el Partido Verde y Opción ciudadana, 3 para el Polo Democrático y Mira, y una minoría restante, conformaron las 166 curules de la cámara de representantes, aquí la diferencia es aún más abismal, y 92 de estas apoyaran la gestión del presidente, dentro de lo que se puede prever, ante la oposición de Centro Democrático y posiblemente los conservadores, el congreso sigue manteniendo su estatus Santista, y aquí, respondiendo a la pregunta del título, ganaron las elites, los adinerados, los que mueven las maquinarias políticas, el presidente y sus “secuaces”, la coalición nacional, Uribe (guardando proporciones), las FARC, las familias tradicionalistas, y sencillamente perdieron los únicos dos actores que siempre han tenido que someterse a la hegemonía de los anteriormente mencionados: la democracia y el pueblo.
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