jueves, 6 de diciembre de 2012

Del tamagotchi al facebook

Columnas en colaboración con Trans-pasando fronterasPor Nicolas Obando Borja.
En colaboración con Trans-pasando fronteras.

“El proceso de creación no significa crear por crear sino orientar este caudal humano hacia la recuperación de los aspectos éticos y estéticos para transformar la propia vida en una obra de arte”. Patricia Stokoe

La anterior frase de Stoke me gustó y me pareció pertinente colocarla en la medida de que nos hace reflexionar sobre la manera como los seres humanos nos llenamos la boca pregonando un “don” o un conocimiento, sin aplicar esto en nuestra vida, sin adaptar nuestros saberes para convertir nuestra existencia en algo que nunca muere, que siempre será recordado, que tiene vida propia y que trasmite emociones como una obra de arte.

No es común en nuestra ciudad ver un asiático bailando en una Pump it (maquinas de baile) o una pelirroja siamesa. No estamos acostumbrados a la diversidad cultural, nos acostumbramos a buses arriados por bestias, bestias de traje de pingüino, tetas sin materia gris, plástico pensante, etc. Nos acostumbramos a un establo llamado ciudad en medio de la nada, sin ningún otro establo cerca. La gestión cultural se encarga de focalizar las expresiones culturales de un lugar para potenciarlas, por medio de un potencial humano preparado.

Desde que existe la civilización a existido el manager, el anfitrión, el gestor, etc. Personas que ponen su conocimiento a disposición del otro, de la comunidad. Entonces la pregunta es, ¿si ellos existen, es porque la obra del artista es tan mala que necesita de un intermediario que le haga propaganda? o ¿no se supone que cuando la obra de arte habla por sí sola y es tan buena, su difusión es inmediata? o ¿puede suceder lo contrario, que la gestión puede ser tan buena que el gestor quede como protagonista? a todo esto es preciso preguntar ¿el éxito de una obra radica en el virtuosismo del artistas o en las habilidades del difusor? Para responder la pregunta tenemos que dar un paso por cuatro momentos de la historia. En la antigua Grecia el rol del artista no era considerado como tal, el artista de la época quien era denominado así por tener la techne (técnica) era uno más de los ciudadanos comprometidos con la polis que tenía el plus de poseer una técnica manual. El papel del gestor de la época era en beneficio de la polis, como lo fue el gran Pericles, promotor de la cultura en Atenas y creador de varios proyectos de infraestructura de la ciudad como el Partenón y la acrópolis de Atenas, pero además era su dirigente.

Después en el renacimiento el hombre visto como centro y medida de todas las cosas, y con la cosmovisión del artista como ser independiente y subjetivo, la gestión se vio encaminada por los dirigentes políticos, la iglesia, los coleccionistas de obras y los nobles. El artista todavía no tenía la necesidad de gestionar su obra, pues su majestuosidad lo hacía por ellos en la mayoría de los casos, además del voz a voz de quienes las obtenían. Llegando a los sesenta y setenta donde la tecnología no estaba muy avanzada, no existía el internet y las telecomunicaciones no estaban muy avanzadas, el gestor comenzó a notarse en su ámbito disciplinar pero limitado con respecto a las posibilidades de la actualidad. Ya entrada nuestra época del nuevo siglo hasta el 2012, las comunicaciones hicieron que con solo un click pueda estar en Canadá, Ámsterdam o Madagascar, así mismo la labor del gestor. Los ámbitos disciplinares se mezclaron y las barreras culturales se destruyeron.

Un abogado o un odontólogo, un economista o un contador, un artista visual o un bailarín, pueden ser gestores, gracias a que tenemos una facilidad en acceso a la tecnología. Con el simple hecho de subir una fotografía de nuestro trabajo a una red social ya estamos haciendo una labor de gestión, nos estamos promocionando, estamos haciendo un papel distinto del de ser magnifice de nuestra obra. Por lo tanto, “la concepción junguiana de la sombra es uno de los arquetipos clave y simboliza “nuestra otra parte” todos aquellos aspectos que uno desconoce de uno mismo” (Santillán 2004:201). En este orden de ideas la gestión es casi tan importante como la realización de la obra misma, quien no se preocupa por exponer su pensamiento, es como quien hace una pintura y la esconde debajo de la cama. Del tamagotchi al facebookTenemos un abanico de posibilidades que no teníamos 10 años atrás, parece poco pero el frenesí de nuestra sociedad envuelta en la tecnología a obligado a transformarnos, a tal punto que puedas preguntarle a tu abuelo si tiene facebook y muy ciertamente te dirá que sí.

Ya no tenemos el tamagotchi que solo servía para ver como un muñequito pixelado ladrando si era un perro o maullando si era un gato, iba al baño, comía y hacia cualquier otro sonidito, y todo esto en una pantalla de 6cm por 6cm y otros 6 de grueso, era como ver una piedra con luz y sonido, ahora podemos contemplar la posibilidad de que nuestro trabajo aquí y ahora se vea en todo el mundo, pero hasta para eso que se ve tan fácil se necesita una forma creativa, una forma que la gestión estudia directamente y de la que nosotros desde nuestro ámbito disciplinar no podemos obviar, por mas renacentistas que nos creamos, el hecho de que “la creatividad no es un conocimiento más, es una manera de usar el conocimiento y aplicarlo para obtener un resultado” (Santillán 2004:7).

Bibliografía

SANTILLÁN GÜEMES, Ricardo y Héctor Ariel Olmos (2004). El gestor cultural: ideas y experiencias para su capacitación. Buenos Aires, Argentina: editorial fundación CICCUS.

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