viernes, 30 de noviembre de 2012

Regalo de Navidad para mis lectores y amigos, especialmente para aquellos que se dedican al Mundo de la Política

Columnista Carlos Herrera Rozo.

He tropezado por arte de birlí-birloque, en una librería de viejo, aquí en Palma de Mallorca, con un libro que lleva sobre su lomo el curioso titulo: “El Libro del Señor de Shang”. En un principio pensé que se trataba de un cuento oriental y pase de largo buscando en los anaqueles de la librería aún no sé qué. Pero me quede con la copla, en mi cabeza resonaba ese curioso título de -El Libro del Señor de Shang- por lo que volví sobre mis pasos, lo saque del anaquel para echarle una ojeada y matar de una vez por todas mi curiosidad sobre aquel libro de paginas amarillentas, de olor a papel viejo, y que, por lo que se desprendía de su estado, no había sido abierto hacia mucho tiempo o quizás nunca. Mi sorpresa fue mayúscula, tenía entre mis manos un tratado de teoría política escrito entre los siglos III o IV antes de Cristo, cuando China no era todavía un imperio. Lo compré y lo llevé a casa para leerlo, reposadamente, con plena conciencia para compararlo con otros pensadores políticos.

Sí, me sorprendió. Me sorprendió en un principio encontrar aquel tratado de política de la china antigua. Mi sorpresa fue aun mayor en la medida en que avanzaba en su lectura. Entendí rápidamente que me encontraba ante el primer tratado de “real política” de que se tenga noticia, pero y fundamentalmente entendí que rivalizaba con “EL Príncipe” de Nicolás Maquiavelo y los tratados políticos de Lenin y otros pensadores, donde se trazan, sin parangón, los lineamientos de una política absoluta donde la Ley y la Fuerza priman sobre los sentimientos y los intereses de participación ciudadana en la cosa pública. Sus autores, en los tres casos, muestran unas cualidades psicológicas especiales para realizar este trabajo: mentes lógicas a toda prueba; conocimiento profundo de la ambición humana; Voluntad política de hacer que no se detiene ante ningún obstáculo; desprecio absoluto por sus congéneres; Y, rechazo numantino a cualquier tipo de compromiso. No es, sin embargo, un caso aislado, ¡no!, con inusitada frecuencia aparecen teóricos del estado que pretenden por “Razones de Estado” transformar la política en una proposición demostrable, lógicamente, en un teorema.

Como muchos políticos y teóricos de la política, el Señor de Shang, pensaba, pienso yo estando ahora aquí en mi cocina, que vivía en una época de decadencia, de furiosas turbulencias sociales, de crisis económica incluida, que ameritaban decisiones rápidas y efectivas, de leyes severas que impidieran el deterioro del Estado y la disolución de las costumbres mediante la destrucción previa de las tradiciones ancestrales y poder así formular un Estado Nuevo, fuerte y obediente. El Señor de Shang pretendía crear una sociedad compacta, unida, orientada hacia un solo objetivo: La guerra y la conquista, el sometimiento de más pueblos y más hombres, y la imposición de la nueva Ley del Estado. Para el Señor de Shang la ley tenía que destruir y reconstruir la variedad del pueblo Chino hasta convertirlos en campesinos y guerreros. No había sitio para otras clases. El Poder del Estado, la guerra y la conquista eran las metas. El Hombre, el ciudadano, eran simples fichas en su particular ajedrez.

Pero, ¿Quién era Shang? Shang sirvió como alto funcionario en el estado de Qin 359 a 338 antes de Cristo. Introdujo leyes y decretos que permitieron a sus gobernantes someter a toda China y fundar un imperio en el año 221 a. C. Sin embargo, es poco probable que Shang escribiera el texto asociado a su nombre pues tuvo que huir para salvar su vida después de la muerte de su patrón; pasó muy poco tiempo para que fuera ejecutado también. Vale la pena para todo estudioso de la política empezar comparando Shang con el pensamiento político de Nicolás Maquiavelo (1469-1527) fundador de la moderna doctrina de la razón de Estado y, posiblemente, su pensador más original; para luego continuar con los textos políticos comoFilósofos y teóricos políticos "La República" de Platón, "El Leviatán" de Thomas Hobbes, el "Ensayo sobre el Gobierno Civil" de Locke, "El Espíritu de las Leyes" de Montesquieu, "El Contrato Social" de Rousseau, "Discurso a la Nación alemana" de Fichte, "La democracia en América" de Alexis de Tocqueville, "El Manifiesto Comunista" de Marx y Engels, "El pacto del Mayflower", "Mein Kamp" de Hitler y muchos otros textos que al compararlos nos dan una idea clara del mundo de la política, vínculo que los une a todos ellos a pesar de los diversos matices.

La historia de la humanidad está jalonada no sólo por los grandes acontecimientos, sino también por la creación de ciertas obras literarias y políticas que aparecen de tarde en tarde y que contribuyen o empujan nuevos acontecimientos. En las obras citadas se encontraran muchas imperfecciones, desigualdades, apaños, sinuosidades y vicios propiciados por la pasión partidista y, algunas, verdaderamente odiosas. Hay que hacer notar también que a pesar de las taras señaladas, algunas de esas obras obtubieron resonancia histórica, porque lo que predicaban respondía particularmente a las preocupaciones, a la pasión política del momento. Por todo ello debemos cuidar de las palabras, de la forma como las usamos, de la transcripción de nuestro pensamiento. Dice el adagio popular que, “Quien dice lo que piensa, no piensa lo que dice”, no de otra manera se puede explicar la manida definición de política en auge: “La política es el arte de lo posible”. ¿Cómo debemos traducirla? Como definición no está mal, como principio es un fiasco: Se dice, ni más ni menos, que no se puede hacer nada, que la política es el arte de engañar a los incautos. Olvidan, algunos, que la política es hacer todo aquello que este orientado al bien común, a mejorar las sociedades en que nos ha tocado vivir.

Un ejemplo de ese tipo de totalitarismo que denuncio es el llevado a efecto por algunos gobernantes Colombianos para quienes el libre disenso es sinónimo de pertenecer al enemigo, al genio del malsín comprender siquiera que es el particular derecho a la libre expresión el que hace posible la democracia, que la constitución política, las leyes y los tratados están para cumplirlos y no solamente para pasar de puntillas sobre ellos haciendo como que se cumplen para engañar a propios y extraños.

Como quiera que no haya encontrado “El Libro del Señor de Shang” en la red, me permito agregarles el archivo de “El Arte de la Guerra” de Tzun Tzu considerado como uno de los mejores libros sobre estrategia de todos los tiempos, para que se regocijen en su lectura y tengan a mano enseñanzas que jamás sobran en el transcurso de la vida…

FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO 2012-2013

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