En las siguientes líneas me propongo abordar la siguiente pregunta orientadora ¿Es útil hablar de “Estados frágiles” en la actualidad?. En primera instancia, desarrollaré un análisis histórico-conceptual para dar luz al contexto de donde emerge la noción Estado fallido. Luego abordaré los límites y alcances de cómo se ha operacionalizado esta noción en el ámbito internacional.
La noción de “Estado frágil” emerge en un contexto histórico particular y en referencia a un tipo ideal de organización política: el Estado moderno. En relación al contexto histórico, no hay que perder de vista que la noción emerge en un momento muy particular. Estamos a finales de la primera década del fin de la Guerra Fría y del desmantelamiento de formas de organización política, económica y social como lo fue el modelo socialista/comunista en la Unión Soviética (proceso que puede verse materializado con la caída del Muro de Berlín). Pero al mismo tiempo, observamos la sobrevivencia (victoria) de la contraparte y de su modelo capitalista-neoliberal, con los Estados Unidos como única potencia (al menos por la siguiente década) y principal referente político y económico del mundo. Según Francis Fukuyama, el proceso a seguir de los estados (el imperativo del State-building) consiste en la consolidación de un modelo económico neoliberal con poca intervención estatal (Estado mínimo en línea a la propuesta de Robert Nozick), con instituciones políticas fuertes y con un régimen democrático.
Por otra parte, el ataque del 11 de septiembre de 2001 puso en evidencia la existencia de nuevas formas de organización militar y política que cuestionan al Estado como poder soberano y supremo. Estas organizaciones rompen con la idea del contrato social Hobbesiano consagrado en la relación protección-obediencia en la medida en que, por una parte, la orquestación del ataque a las torres gemelas en Nueva York puede entenderse como un acto de desobediencia a ese contrato social; y por otra parte, deja en evidencia su rechazo al Estado como el único actor que tiene el monopolio del uso legítimo de la fuerza física en un territorio.
Además de los dos eventos anteriormente mencionados, no hay que perder de vista la intensificación del narcotráfico y del crimen organizado transnacional como un problema a escala mundial; así como la emergencia del problema de las “amenazas externas no convencionales” y de los “actores transnacionales no estatales” en el discurso de seguridad estatal (impulsado, principalmente, desde los Estados Unidos).
Todo lo anterior, dio paso a pensarse en la necesidad de revisar algunos asuntos domésticos de los estados en aras de identificar falencias generadoras de inestabilidad política, social y económica propiciando un ambiente adecuado de organizaciones que dejen entredicho la paz y estabilidad internacional (esta idea se abordará con mayor profundidad más adelante).
Por lo tanto, aún sin existir un consenso común sobre lo que significa un Estado frágil (fallido); existen características que antes de hablar de un Estado frágil remiten a la idea de un Estado con múltiples fragilidades. Se identifica, en este sentido, principalmente tres tipos de fragilidades. Primero, la fragilidad, o déficit, de autoridad estatal remite a las dificultades de un Estado a responder a amenazas internas, esto se manifiesta en estados con alto niveles de criminalidad, con conflictos armados internos y en grupos que cuestionan el monopolio legítimo de la fuerza física del Estado; segundo, la fragilidad de legitimidad estatal remite a ausencia de libertades civiles y políticas, se objetiviza tanto en expresiones de represión y opresión de toda forma de oposición política y militar, como en las violaciones a los Derechos Humanos. Por último, la fragilidades de capacidad estatal que se relaciona con la imposibilidad de suministrar servicios básicos a su población y de ejercer sus responsabilidades mínimas.
Como puede entreverse del párrafo anterior, existe una concepción del Estado como el encargado de garantizar ciertos bienes comunes. Es esta mirada la que privilegia Max Weber cuando arguye que son los “medios”, y no los “fines”, los que define al Estado, por lo tanto, sugiere entenderlo como “aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física legítima”. De esta manera, se puede decir la característica principal del Estado, como dice Charles Tilly a partir de una mirada de las guerras y sus formas de financiación, es que como resultado de un proceso histórico se ha consolidado como la forma exitosa de organización social y política. Por lo tanto, a razón de que el Estado ha sobrevivido diferentes transformaciones y deformaciones, es que puede ofrecer los servicios “fundamentales” que hoy en día se le atribuye como funciones mínimas. Por lo tanto, el Estado moderno es resultado del proceso histórico por medio del cual logra reclamar con éxito el monopolio legítimo de la fuerza se manifiesta en diferentes dimensiones, uno, monopolio de la fuerza física con el poder militar y policivo; dos, monopolio de la construcción de orden legal con el poder judicial; y tres, monopolio para determinar un orden político con el poder legislativo.
Sobre las formas en que la noción de Estado frágil se ha operacionalizado en el ámbito internacional sólo puede entenderse teniendo como punto de referencia lo mencionado anteriormente. Es decir, como un espacio geográficamente determinado en el que internamente se gestan diferentes formas de órdenes sociales, políticos y militares que van en contravía al desarrollo (no solo económico sino también, y principalmente, humanos como sugieren entender este concepto Heather Marquette y Danielle Beswick) sino también a la estabilidad interna e internacional. Por lo tanto, este concepto ha permitido justificar formas de intervención internacional/humanitarias con la finalidad de reconstruir la estabilidad en situaciones donde coexisten tanto graves y reales problemas de seguridad, como órdenes políticos internos que no logran resolverlos (problemas de stateness). La discusión entorno a los Estados frágiles culminan con argumentar que sólo vía intervención (internacional) se podría aportar a la mejoría de estas situaciones problemáticas. Aunado a todo lo anterior, su incapacidad para interactuar como igual con los demás estados que conforman la comunidad internacional.
Con este horizonte, se han desarrollado diferentes indices que muestran diferentes dimensiones de falencias. Entre ellos se encuentra el Fragile State Index del Fund for Peace, que ofrece una mirada sobre el asunto a partir de la medición de variables como la presión demográfica, migración masivas de refugiados y desplazados internos, pero también niveles de descontento grupal, grados de desarrollo desigual entre grupos sociales, así como niveles de crisis económica, la intensidad de la criminalización y deslegitimación del Estado, entre otros.
Como se puede ver, estos indicadores hacen un importante de esfuerzo por generar formas de comparación de los niveles de desarrollo entre los diferentes estados a un nivel nacional. Son instrumentos para la toma de decisiones en la política exterior. Sin embargo, son ciegos ante situaciones de desarrollo por debajo del nivel nacional sin lograr visibilizar diferencias a nivel subnacional.
En este sentido, hablar de Estados frágiles en la actualidad es útil para establecer niveles de desarrollo que permita identificar dimensiones de falencias estatal con la finalidad de ofrecer formas de ayuda vía intervención internacional. Sin embargo, esto nos invita a cuestionar la intervención internacional pues, como se muestra en los rankings de estados fallidos, existe una marcada diferenciación entre los estados que intervienen (los nominados estados del hemisferio norte) y los estados intervenidos (los del hemisferio sur),asunto que puede ser abordado a mayor profundidad en futuras reflexiones.
Referencia bibliográfica
Di John, J. (2010). “Conceptualización de las causas y consecuencias de los Estados fallidos:Una reseña crítica de la literatura”. Revista de Estudios Sociales, no. 37, pp. 46-86.
Fukuyama, F. (2004). “The Imperative of State Building”. Journal of Democracy, Vol. 15, No. 2, pp. 17-31.
Marquette, H. & Beswick, D. (2011). “State Building, Security and Development: state building as a new development paradigm?”. Third World Quarterly, 32:10, pp. 1703-1714
Nozick, R. (1988). Anarquía, Estado y utopía. Fondo de Cultura Económica. Méjico: 1988.
Stanton, T. (2011). "Hobbes and Schmitt". History of European Ideas, 37:2, pp. 160-167.
Tilly, C. (1989). “Cities and States in Europe, 1000-1800”. Theory and Society, Vol. 18, No. 5, pp. 563-584
Weber, M. (1946). “Politics as a Vocation”. En H.H. Gerth and C. Wright Mills (eds), Essays in Sociology (New York: Macmillian), pp. 26-45.
jueves, 22 de octubre de 2015
¿Es útil hablar de “Estados frágiles” en la actualidad?
Columnista Adolfo A. Abadía.
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